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La divulgación científica se olvida de las más pequeñas: hemos demostrado que es un error

El imaginario colectivo ha ido perfilando paulatinamente una idea distorsionada y empobrecida de la infancia, construyendo una percepción puerilizada de la misma: "Las criaturas no entienden nada"

La divulgación científica es fundamental en el terreno educativo. (GETTY IMAGES )

Madrid

Hace décadas que las instituciones trabajan para promocionar las vocaciones científicas entre el alumnado preuniversitario. Sin embargo, resulta curioso que la etapa de Educación Infantil (hasta los 6 años) quede fuera de esos esfuerzos. Existen muy pocas prácticas educativas e iniciativas que consideren a la infancia como sujetos de sus estrategias de divulgación.

Las razones son múltiples. Para empezar, el imaginario colectivo ha ido perfilando paulatinamente una idea distorsionada y empobrecida de la infancia, construyendo una percepción puerilizada de la misma: “Las criaturas no entienden nada”.

Este pensamiento está reforzado por el hecho de que la infancia no posee, a estas edades, un dominio instrumental de la lectura, la escritura y el cálculo, lo que supone una dificultad añadida para aprender ciencia. Es un tema que se considera demasiado complejo para las capacidades de aprendizaje del alumnado de Infantil. Por tanto, se aconseja abordarla en etapas posteriores.

Quienes piensan así olvidan que la ciencia es también método, pensamiento crítico e incluso valores. También olvidan que la neurociencia nos muestra la enorme plasticidad que tiene el cerebro a estas edades; revela que, según la estimulación que ofrezcamos a niños y niñas, tendrán una red neuronal más o menos rica. Una persona de 4 años no necesita entender en toda su complejidad la Teoría de la Relatividad General, pero sí es capaz de asumir que la ciencia es capaz de cambiar radicalmente la manera de pensar.

Si es poco frecuente hallar iniciativas de divulgación científica en la infancia, es mucho más difícil encontrar prácticas en las aulas infantiles que divulguen el trabajo de científicas desde una perspectiva de género.

Con esta finalidad, en el grupo de investigación Incide de la Universidad de Córdoba diseñamos el proyecto Infaciencia: de las niñas de hoy a las científicas de mañana, que se desarrolla desde 2017. Con él pretendemos:

Potenciar las vocaciones científicas de las niñas de 3 a 6 años.

Contribuir a crear una imagen de ciencia inclusiva desde la infancia.

Ofrecer referentes de mujeres científicas invisibilizadas y reflexionar sobre los obstáculos que debieron superar por su género.

En estos dos años hemos trabajado con una decena de centros de Educación Infantil, Primaria y Educación Especial, públicos y concertados, de Córdoba y Sevilla. Hemos logrado acercar la ciencia a 513 escolares de 3 a 6 años, y de Educación Especial. El total de participantes, si sumamos padres, maestros y profesores es de 951. Casi un millar de personas de todas las edades, procedentes de colegios, centros de formación del profesorado y la propia universidad, empeñadas en demostrar que se puede contar la ciencia nada más entrar en la escuela.

Nuestro experimento divulgativo ha permitido al alumnado investigar por sí mismo la vida y obra de 15 científicas de campos profesionales que van desde la primatología a la arqueología, pasando por la biología y la química. Tras eso, expusieron sus resultados en el libro gigante Las científicas con ojos de infancia.

Lo más importante es que nos ha permitido poner a prueba metodologías activas de aprendizaje con las maestras y los estudiantes en formación. Hemos obtenido evidencias de que experimentar la ciencia con las criaturas funciona.

Como conclusión, podemos afirmar que los niños y niñas de 3 a 6 años pueden y deben explorar la ciencia. Para ello pueden aprovechar su natural curiosidad y su particular manera de situarse en el mundo, imaginar alternativas creativas y explorar nuevas maneras de conquistar saberes desconocidos.

Hacer indagaciones científicas desde Educación Infantil permite a los más pequeños situarse de manera diferente ante el conocimiento. También adquirir confianza, al comprender que la investigación es una actividad humana, contextual y colectiva. Por tanto, asumirán desde edades tempranas que han de situarse no solo como consumidores del saber, sino que tienen el reto de generar nuevos conocimientos.

En estas edades, que es cuando están definiendo su identidad, no se les puede usurpar el derecho a forjar una concepción de ciencia inclusiva que incorpore el talento femenino. Deben estudiar el valor de las mujeres que han tenido que sortear múltiples obstáculos para ocupar un espacio en la ciencia, tradicionalmente reservado para los hombres. Ofrecer modelos científicos femeninos permitirá seducir a las niñas, al identificarse con mujeres apasionantes que actuarán como modelos. Así les abriremos ventanas para soñar con nuevos horizontes profesionales alejados de normas sociales sexistas.

Rosario Mérida Serrano, Catedrática de Didáctica y Organización Escolar, Universidad de Córdoba

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

 
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