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Coronavirus de Wuhan

El coronavirus es un campo abonado para los 'conspiranoicos'

Las teorías de la conspiración florecen en tiempos de incertidumbre y fomentan la desconfianza en las autoridades sanitarias

En Corea del Sur los militares desinfectan las calles. / Chung Sung-Jun/Getty Images

Newcastle

El nuevo coronavirus no deja de expandirse a lo largo y ancho del planeta con la confirmación constante de nuevos casos. Con la misma rapidez, al menos en apariencia, se están propagando las teorías conspirativas que aseguran que varios actores poderosos preparan acciones siniestras con el virus. La investigación que hemos llevado a cabo acerca de estas ideas que envuelven a situaciones sanitarias demuestra que son, potencialmente, tan peligrosas para la sociedad como el propio brote.

Una de las elucubraciones plantea la posibilidad de que el coronavirus sea un arma biológica diseñada por la CIA como estrategia bélica contra China. Otros conspiranoicos, por su parte, se muestran convencidos de que los Gobiernos de Reino Unido y Estados Unidos introdujeron el virus con el objetivo de recaudar dinero gracias a la vacuna que se crearía para combatirlo.

Aunque muchas de estas teorías están cogidas con pinzas, la creencia de que los poderes malignos traman un plan secreto está muy extendida en todas las sociedades, y a menudo hacen referencia a la salud. Una encuesta realizada por YouGov en 2019 reveló que el 16 % de los españoles que respondieron a las preguntas creen que el virus del VIH fue creado y esparcido por todo el mundo por un grupo secreto. Mientras, el 27 % de los franceses y el 12 % de los británicos que se sometieron al cuestionario tenían la convicción de que “se estaba ocultando de manera deliberada al público la verdad sobre los efectos nocivos de las vacunas”.

La proliferación de las fake news y de las teorías conspirativas sobre el coronavirus es tal que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha decidido crear un apartado en su página web para desmontar los mitos que han surgido en torno al virus.

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Propagación de las teorías conspirativas

La investigación demuestra que las teorías conspirativas tienden a surgir en situaciones de crisis social, como cuando tiene lugar un atentado terrorista o suceden cambios políticos repentinos o recesiones económicas. Así pues, las teorías se multiplican en períodos de incertidumbre y amenaza en los que buscamos el sentido a un mundo sumido en el caos, con similares circunstancias a las que se producen con los brotes víricos, lo cual explica el alcance de las teorías conspirativas en relación con el coronavirus.

Las circunstancias eran similares cuando tuvo lugar la epidemia del virus del Zika durante los años 2015 y 2016. Las teorías conspirativas sobre el zika defendían que el virus no era un suceso natural, sino un arma biológica. En los comentarios de Reddit sobre el brote se puede observar que las conjeturas conspirativas surgieron como respuesta a la incertidumbre extrema que la población sentía en ese momento.

La confianza en las recomendaciones de los profesionales y las organizaciones sanitarias es primordial para el correcto tratamiento de una crisis en materia de salud. Sin embargo, los individuos que optan por otorgar crédito a las teorías conspirativas no suelen, por lo general, creer en grupos que perciben como poderosos. Entre estos se incluyen los representantes políticos y las compañías farmacéuticas. Si la gente desconfía, es poco probable que siga las directrices de las autoridades sanitarias.

Los investigadores han demostrado que las teorías conspirativas relacionadas con emergencias médicas tienen el poder de incrementar la desconfianza en las autoridades sanitarias, lo cual puede traducirse en dificultades a la hora de que la población tome medidas para protegerse. Es menos probable que aquellos que siguen estas líneas de pensamiento se vacunen o tomen antibióticos, mientras que hay más probabilidades de que consuman suplementos naturales o vitaminas. Además, tienden a expresar que confiarían en los consejos que les proporcionasen personas ajenas del ámbito de la salud, como sus amigos o su familia.

Consecuencias graves

A la luz de estos resultados, las personas que dan credibilidad a las teorías de la conspiración sobre el coronavirus son menos propensas a seguir consejos sanitarios como el de respetar un aislamiento o el de lavarse las manos con frecuencia y de forma concienzuda usando jabón de manos con base de alcohol.

En lugar de ello, es más probable que estas personas desarrollen actitudes negativas hacia las medidas de prevención, o incluso opten por peligrosos tratamientos alternativos. Esto aumentaría la posibilidad de que el virus se expandiese y pondría a más gente en peligro.

De hecho, ya podemos comprobar cómo proliferan estos “enfoques médicos alternativos” sobre el coronavirus, algunos de los cuales son muy peligrosos. Los seguidores de la popular Conspiración QAnon, por ejemplo, sostienen que el coronavirus ha sido diseñado por lo que ellos denominan “Estado profundo”, y que se le puede mantener a raya bebiendo lejía.

La expansión de las teorías de la conspiración de tipo médico también pueden tener graves consecuencias para otros sectores sociales. Por ejemplo, durante la epidemia de la peste negra en Europa, los judíos fueron tomados como cabeza de turco; las teorías de la conspiración de entonces facilitaron que se produjeran ataques violentos e incluso masacres contra comunidades judías en todo el continente. En nuestro caso, el brote del coronavirus ha dado lugar a un aumento en todo el mundo de los ataques racistas contra personas con rasgos físicos típicos de los países de Extremo Oriente.

Ahora bien, es posible actuar contra estos brotes de teorías de la conspiración y detenerlos. Las investigaciones al respecto demuestran que las campañas que defienden argumentos contrarios a los de dichas teorías pueden cosechar cierto éxito. Existen juegos como el Bad News, en el que el usuario puede adoptar el papel de productor de noticias falsas, que se ha demostrado mejoran la capacidad de la gente para identificar la desinformación y no caer víctima de ella.

Las teorías de la conspiración pueden ser muy dañinas para una sociedad. No solo influyen en las decisiones que toma la gente sobre su propia salud, sino que pueden interferir en las relaciones que mantienen los distintos grupos sociales entre sí, lo que puede alimentar comportamientos hostiles e incluso violentos contra todos aquellos que son percibidos como “conspiradores”.

Daniel Jolley, Senior Lecturer in Psychology, Northumbria University, Newcastle y Pia Lamberty, PhD Researcher in Social and Legal Psychology, Johannes Gutenberg University of Mainz

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

 
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