"Emprender en el campo es el triple de duro, pero la recompensa es una calidad de vida inigualable"
Según el informe GEM, la tasa de emprendimiento femenino en España va en aumento: 9 mujeres inician negocios por cada 10 hombres, una cifra que ya supera la media europea. Sin embargo, un 60% de las mujeres que deciden emprender abandonan el proceso
Federica Barbaranelli no es una de ellas. Esta empresaria de origen italiano es un ejemplo de emprendimiento femenino de éxito en un área en la que no todos se atreven: el sector rural

Federica con un burro y un perro / FEDERICA&CO

Madrid
Federica le pone pasión a todo lo que hace. Emprendedora incansable, se proclama amante de la naturaleza, la literatura y la buena comida. Pero también dice ser “alérgica a la ciudad”, lo que le ha llevado a huir de Madrid y crear su propio negocio de hospedaje.

Federica durante un taller de cocina / FEDERICA&CO

Federica durante un taller de cocina / FEDERICA&CO
Lo tenía todo para seguir triunfando en la capital. Su antiguo y exitoso negocio, una tienda que se parecía más a un bucólico jardín entre edificios, en la urbanísima calle Hermosilla, lo demuestra. Pero rompió las cadenas, dejó la tienda atrás en 2015 y llevó su empresa, Federica&Co, mucho más lejos. Concretamente, a Novales, un pueblecito cántabro donde regenta un pequeño hotel de estilo único en el que sus huéspedes “se sienten como en casa”. En él propone vivir aventuras a la italiana donde decoración, gastronomía e intimidad se funden en enclaves naturales.
Barbaranelli se ha involucrado por completo en el terreno rural, un entorno que reconoce “duro, pero muy satisfactorio”, y en el que ha conseguido triunfar como empresaria en un mundo donde todo parece orbitar en torno a las grandes urbes. En esta entrevista, la empresaria nos da las claves que le han servido para triunfar como mujer emprendedora.
Dejaste Madrid para establecerte en Santillana del Mar, ¿qué te llevó a tomar esa decisión?
Vine al norte porque la familia de mi ex marido y partner durante muchos años, Jaime, cuenta con siglos de historia en Santillana del Mar. Desde el 1300, nada menos. La cuestión es que decidimos empezar de cero y trasladarnos a Cantabria. Además, no soy una mujer de ciudad, nunca lo fui. Me he criado rodeada de naturaleza. Nací en el mar. Literalmente, sobre un barco. Incluso viviendo en Madrid, siempre lo he hecho a las afueras. Desde muy pequeña, en Roma, donde nací y me crie, tenía contacto permanente con la naturaleza. Era inevitable volver a un entorno rural.
¿Qué es lo que más te gusta de la vida en un pueblo?
Todo. Aunque has de tener un gran mundo interior, porque el silencio, la soledad y el entorno salvaje están presentes a diario. Una persona que haya nacido, crecido y trabajado en la gran ciudad, donde todo está programado (comidas de trabajo, reuniones…) es más difícil que se adapte a destinos naturales y tranquilos.
Entonces, prefieres el campo a la ciudad…
Por supuesto. La ciudad conlleva cansancio, estrés y esfuerzo extra. Siempre vas con prisas a todas partes y al final no llegas a disfrutar del todo con lo que haces. Pero aquí, tener la suerte de levantarte y escuchar a los pájaros, a pie de mar, rodeada de animales y naturaleza… ¿Qué puede haber mejor?
¿Hay algo que eches de menos de la vida urbana?
Nada. Ni un poquito. Cada vez que voy a la ciudad me entra dolor de estómago… (risas).
Llegaste a Cantabria en busca de un nuevo proyecto, ¿cómo surge la idea del nuevo Federica & Co?
Tras más de quince años como empresa y desde que abriéramos la primera tienda, Federica &Co ha evolucionado hasta un nuevo concepto que Jaime y yo creamos al romper con el estilo de vida en la ciudad. Decidimos ir a puerto seguro, al lugar que realmente nos hacía felices y donde nos sentíamos más cómodos. Y qué mejor destino que Santillana del Mar, donde ya contábamos con una propiedad, una maravillosa torre medieval que reacondicionamos para vivir en ella.
¿Qué ofrece ahora Federica&Co?
Ofrecemos hospedaje, pero nos diferenciamos del concepto de hostelería “al uso”. Uno de nuestros lemas es la imperfección. Aquí no hay nada perfecto: ni la casa, ni el suelo, ni el baño… Mis actividades se organizan sobre todo en casas antiguas reformadas. De hecho, acabo de adquirir una del año 1700 que estoy reformando, por eso siempre busco la esencia artesanal, acogedora y única.
En cuanto al servicio, la clave está en cuidar al cliente como si fuera de la familia, al margen de que sirvamos el café en el mejor juego de plata. Además, realizamos talleres y cursos de cocina divertidísimos.
En Federica&Co también ofrecéis “experiencias”. ¿Nos puedes contar más sobre ellas?
Yo me abro con la gente. Inevitablemente la gente también lo acaba haciendo y se acaban creando amistades. Nuestros encuentros resultan terapéuticos, por eso vamos mucho más allá del mero hecho de ofrecer un servicio. Aquí generamos “experiencias”. En los cursos de cocina, por ejemplo, compartimos conocimientos, pero también experiencias de vida y mucha gente ve en nuestras actividades una vía de escape a su rutina diaria.
¿Qué más se aprende en tus cursos y workshops de cocina?
A pasarlo bien, sin duda. Aprender a cocinar en Federica&Co es más un medio que un fin. Enseñamos fundamentalmente cocina mediterránea italiana, eso sí, sencilla y con la mejor materia prima. La clave está en enseñar recetas de elaboración fácil y que entren por los ojos. Al fin y al cabo, no todas las mujeres que llegan a su casa después de una larga jornada de trabajo tienen ganas para ponerse a hacer un elaborado suflé.
¿Cuál es la esencia de tu empresa?¿Podrías definirla en pocas palabras?
Federica &Co es una “casa de locos” donde nada es perfecto. Autenticidad, pasión y aventura italiana es nuestra marca. Los romanos somos gente expresiva, apasionada y detallista y eso se nota en todo lo que hacemos. Pero el objetivo es dar felicidad. Hay un doble feedback donde, al final, se crea un ambiente intimista y terapéutico.
Nuestro proyecto es pequeño, sentimental y emocional, con la diferencia de que no busco el lucro sin más. Creamos la casa por el gusto de recibir y al final se construyen relaciones que van mucho más allá del mero hospedaje.
“Viaja con Fede” es uno de los últimos proyectos que estás poniendo en marcha, ¿en qué consiste esta experiencia?
Es una agencia de viajes donde llevamos al cliente a viajar por Europa, no solo a conocer el destino, que eso lo puede hacer todo el mundo. Nuestro valor añadido está en que visitamos granjas, descubrimos productos y cocinamos en parajes naturales. Inglaterra, Escocia e Italia son algunos de nuestros destinos, descubriendo rutas gastronómicas únicas.
Eres un ejemplo de emprendimiento femenino, ¿te has encontrado con alguna dificultad por el hecho de ser mujer?
En absoluto. Además, tengo el carácter bastante marcado, lo que creo que me ha ayudado mucho. Por otro lado, siempre he querido emprender. Podría decirse que ser mujer me ha ayudado más que perjudicado. En la época en la que llevé mi tienda en la ciudad, vi cómo muchísimas mujeres se defendían mejor que nadie peleándose sus ideas y ofreciendo un trato de calidad a los clientes, y siempre de cara al público, que es mucho más duro.
¿Es más difícil ser mujer empresaria en un pueblo?
Aquí el problema no es el entorno donde decidas emprender, sino las condiciones en las que lo haces. Los políticos prometen mucho, pero a la hora de ejecutar no ves nada de lo prometido. En el terreno tributario, se lo lleva todo Hacienda. Y soy consciente de que es muy necesario contar con fondos para tener escuelas o sanidad públicas de calidad, pero para el pequeño o mediano empresario las cargas fiscales son idénticas a las de las grandes compañías, y eso es un drama. El otro drama es el del personal que contratas. Puedes tener mala suerte con eso, y no poder delegar también es dramático y estresante.
No parece fácil dejarlo todo, empezar de 0 y meterse de lleno en un negocio nuevo, ¿con qué dificultades te has encontrado?
El mundo rural es fantástico para emprender, el problema es que, en ocasiones, te puedes sentir solo. Que la gente llegue hasta ti en un entorno rural, donde las dificultades de comunicación están presentes, es más complicado.
Además, soy una enferma de la materia prima y si tengo que irme una mañana a León o Extremadura para conseguir un producto determinado, lo hago, pero la incomunicación muchas veces impide que el producto te llegue recién cosechado. Algunos pedidos tardan 12, 15 días... La mala comunicación también dificulta que puedas llegar a un productor determinado. No existen esas agilidades que sí están presentes en la ciudad, por ejemplo.
¿Qué consejo le darías a todas aquellas mujeres que quieren emprender en el mundo rural?
Que se aten bien los machos. Hay que olvidarse de los idealismos. Esto no es como el feliz cuento de Heidi: en el campo se trabaja el triple que en la ciudad y requiere un esfuerzo increíble, pero la recompensa es una calidad de vida inigualable. Y no me refiero al terreno económico. Al final, hacer lo que te gusta rodeada de naturaleza se nota en el ánimo, pero también en la salud, el pelo, la piel… Además, he superado un cáncer y cuidarme para mí es lo más importante. Los entornos naturales me han ayudado en ese sentido, dándome la energía que el estrés de la gran ciudad me quitaba.




