75 años de la liberación de Mauthausen: esta es la historia de Marcelino Bilbao, superviviente del nazismo
El preso 4628 de Mauthausen fue Marcelino Bilbao, que combatió el fascismo y nazismo, y al que su nieto, el historiador Etxahun Galparsoro, rescata en su libr Bilbao en Mauthausen
El 5 de mayo de 1971 las tropas estadounidenses liberaban la red de campos de concentración nazis Mauthausen-Gusen, la más grande que hubo durante el nazismo en Austria (1938-1945). Sucedía solo tres días antes de la capitulación del Tercer Reich, y a pocos días de la muerte de Hitler. Por la red de campos, que dejó tras de si más de 90.000 muertos, habían pasado cerca de 10.000 republicanos españoles, todos con el triángulo azul que les identificaba, y se calcula que unos 4.800 perdieron allí la vida, asesinados o por las duras condiciones de trabajo forzoso y malos tratos.
Mauthausen era el campo de los españoles. De los republicanos que ya luchaban contra el nazismo desde la guerra civil. Supimos cómo vivían gracias al fotógrafo Francisco Boix y sus instantáneas escondidas supimos que su lucha seguía cuando el campo fue liberado. Banderas republicanas habían sustituido a las banderas nazis y la puerta estaba cubierta por una gran pancarta en la que se podía leer: "Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas libertadoras". La liberación del campo, sin embargo, no significó para los republicanos el final de la guerra, ya que muchos no pudieron volver a la España de Franco.
Uno de esos españoles era el preso número 4628, Marcelino Bilbao, un hombre que nació pobre, como tantos hombres y mujeres españoles en aquella época y en todo el mundo. Quiso cambiar de destino. Afiliado a la CNT luchó primero contra el franquismo que aniquiló y devastó a un país y a toda una generación de jóvenes, despué contra el nazismo. La lucha de hombres como él fue una amenaza para las élites. Eso es lo que trata de contar su sobrino nieto, el historiador Etxahun Galparsoro, autor del libro Bilbao en Mauthausen (Editorial Crítica|Planeta de Libros), con el subtítulo Memorias de supervivencia de un deportado vasco.
¿Cómo ha llevado la responsabilidad de contar la historia de un familiar?
Ha sido un proceso natural. Yo no pensaba hacer algún libro al respecto. Desde pequeño escuchaba los relatos de Marcelino en casa, de todo lo que le había sucedido. Pero un niño no puede entender todo eso, solo alcanzaba comprender que había estado "en un lugar muy malo". Luego de adolescente la cosa cambió. Hice un trabajo para la universidad y pensé hacerlo sobre él. Me produjo mucho pudor, pero ahí empecé a grabar su testimonio cuando hablaba en casa y, así ha sido. Un proceso natural.
¿Cómo conoció la historia? ¿Hablaba su abuelo mucho de ello? ¿Cómo ha sido ponerla en un libro?
Hablaba sin parar, pero claro de niño me costaba comprender todas esas atrocidades que cuenta un deportado. Contaba a todas horas, le daba igual si era una comida, el aperitivo, la consulta del médico... Tenía un desgarro interior que le llevaba a tener que contarlo para mitigar ese dolor que llevaba con él.
¿Quién era el prisionero número 4628 de Mauthausen?
Era una persona corriente que fue arrastrado hasta Mathausen. Era huérfano de nacimiento, le adoptó una familia de la Bilbao industrializada. Iba al colegio como los demás niños, pero sus padres eran socialistas. Esto al cura le parecía mal, era una herejía. El cura aprovechó un pequeño incidente para expulsarlo del colegio. Empezó a trabajar en una fábrica que acumulaba infinidad de denuncias de explotación infantil. En ese hostil ambiente de trabajo se unió al movimiento sindicalista, lo que molestó a sus jefes. Lo que quería era cambiar su modo de vida, no vivir tan mal. Pero con el golpe de estado del 18 de junio, los militares inician la rebelión precisamente para que las vidas de los trabajadores no cambien. De repente se ve en la guerra con un fusil. La misma guerra que sale adelante con ayuda de los nazis le lleva a Mathausen.
¿Cómo vivió su abuelo la libración? ¿Y la vida después?
La liberación fue una etapa muy difícil para los deportados españoles que lograron sobrevivir. Muy pocas veces se ha hablado de ello. Cuando fueron liberados, los republicanos españoles eran un colectivo muy molesto para todos los países. Europa estaba destrozada, había que alimentar a su población y estaba este colectivo. A Francia no le quedó otra que hacerse cargo de ellos porque había combativo a favor de Francia. Se fueron allí y reiniciaron su vida. Pero estos deportados no tenían ningún vínculo con el país, ni amigos, ni familia, ni un trabajo, ni siquiera conocían la lengua del país. Los primeros años fueron muy duros. Luego con el tiempo se fueron amoldando.
La historia de Marcelino casi se habría perdido, como la de muchos otros. Usted la rescata en este libro, por tanto, ¿Qué importancia tienen estos relatos paralelos a la gran Historia para construir la memoria colectiva?
Los propios testimonios de los deportados se complementan y forman una tupida red de memoria de lo que sucedió en Mathausen. Hay mucha documentación que se quemó y las vivencias de los prisioneros no estaban registradas. El relato de Mathausen se basa en la memoria de los deportados. Entre ellos, además, se complementan.
En el libro aparece de nuevo la importancia del testimonio oral para construir relatos que por su carácter de memoria íntima escapan de los libros de Historia.
El clásico ensayo basado solo en la documentación es imprescindible para avanzar en el conocimiento, pero el relato oral enriquece la narración. Yo puedo hablar en términos históricos, pero a la gente de la calle le resulta más sencillo escuchar las vidas de las personas. Llegamos más fácil así, comprendemos la historia mejor a través de esta historia oral, que parece secundaria o menor, pero no es así
No es solo la historia de un prisionero de Mauthausen, también es una historia de clase obrera, de una mayoría de gente en el mundo que vive en el lado malo de la sociedad... ¿siguen molestando personas como su tío abuelo?
Sí, claro que molestan. Molestan a ciertas élites que veían a toda esta gente como sus enemigos, aunque fueran imaginarios. En muchos casos no hicieron nada malo. Sin duda, molestan.
Hoy se cumplen 75 años de la liberación Mathausen, ¿qué hemos aprendido? ¿Para qué sirve rescatar y difundir la memoria?
Se supone que tendríamos que concienciarnos para que no vuelva a suceder. En fín, viendo un poco el panorama internacional no podemos ser ingenuos. Todos conocemos lo que sucedió y, a pesar de todo, ocurren cosas que no deberían ocurrir. Si sirviera para concienciarnos un poco más, bienvenido sea, porque ese es su fin.
¿Qué pensaría Marcelino Bilbao del nuevo auge de los discursos del odio?
Le preocupaba mucho. Hay que tener en cuenta que los deportados publicaban unos boletines que no se centraban en mirar al pasado, lo que les había sucedido, etc.; sino que sus boletines hablaban de la política internacional del presente, en términos de vigilancia del fascismo que venía. Marcelino conoció a Le Pen en Francia y el auge de la extrema derecha en los años noventa en Austria. Hoy en día, si viera lo que está pasando, estaría muy muy alarmado.
¿Cuánto pesa para un país la carga de no dar respuesta a graves violaciones de los Derechos Humanos, caso de España con el franquismo?
Puedo hablar desde mi propia experiencia. Estamos en 2020 y aún hoy recibo al año varios emails de gente que está buscando a sus familiares en los campos de concentración. Los traumas se heredan. Una víctima desaparecida es un trauma para toda la familia que pasa de padres a hijos y hasta que no se resuelve la gente no descansa. Es fundamental aliviar el dolor pasado de las víctimas y sus familiares.
Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...