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CONDICIONES LABORALES

"Pillé a una clienta limpiándose la nariz con un fular": la dura vida del dependiente en tiempos de rebrotes

Los empleados del comercio textil denuncian la escasez de personal, el incremento del trabajo por el Covid-19 y la falta de empatía de los clientes

Dos clientas se desinfectan las manos con gel hidroalcohólico a la entrada de una tienda de ropa. / Rober Solsona - Europa Press - Archivo (EUROPA PRESS)

Dos clientas se desinfectan las manos con gel hidroalcohólico a la entrada de una tienda de ropa.

Madrid

Desde que el comercio textil abrió sus primeras tiendas en la llamada nueva normalidad, los empleados han tenido que adaptarse a marchas forzadas y ahora afrontan una situación cuanto menos complicada. Nunca antes había sido tan difícil realizar una compra de forma presencial y para que el sector textil pueda reinventarse, los trabajadores tienen que sufrir las consecuencias. Deben seguir un protocolo estricto para garantizar la seguridad de los clientes y del personal, que multiplica la carga de tareas y funciones. Aumento de horas y de trabajo, reducción del salario y una clientela difícil de tratar: así definen las condiciones laborales algunos dependientes de diferentes tiendas textiles.

"La vuelta poscovid ha sido complicada porque tenemos que poner una cantidad de medidas de desinfección que no damos abasto con el poco personal que somos. En plantilla se nota que no han contratado a gente para verano y estamos saturados", comenta Lydia, que trabaja en una tienda de moda deportiva en Madrid. La joven denuncia que la empresa ha obligado a los trabajadores a reducirse la base horaria, lo que supone no poder hacer horas extras, pero en las jornadas habituales realizan más horas de las estipuladas con una carga de trabajo considerable. "Estamos muy quemados porque nos exigen por encima de la realidad cuando no damos para más, somos insuficientes", afirma.

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Los dependientes han cambiado su forma de trabajar en muy poco tiempo. Han tenido que adaptarse a los nuevos protocolos para garantizar la seguridad de los clientes y evitar los contagios. Esto supone que además de realizar las tareas habituales de una tienda, tengan que sumar otras de prevención. Ahora los trabajadores de tienda, con menos personal, son multifunciones: controlan el aforo, vigilan que los clientes lleven las mascarillas y se echen desinfectante al entrar al espacio, vaporizan las prendas continuamente, comprueban que cumplen las normas de los probadores y los limpian a diario, etc.

"Los clientes son muy poco considerados"

Sin embargo, muchos consumidores se muestran reacios a la hora de tomar las medidas pertinentes, sin ser conscientes de que pueden ponen en riesgo a los empleados. "Mucha gente se mete al probador y se quita la mascarilla, y a veces sale sin ella y les tienes que decir que se la pongan y encima te contestan mal. Son muy poco considerados", critica Raquel, dependienta de una céntrica tienda textil de la capital.

"Hace tres semanas pillé a una clienta limpiándose la nariz con un fular y otra estornudando encima de la ropa, y como la gente no tiene cuidado nos hace tener el doble de trabajo. La gente no tiene conciencia de la situación en la que estamos", relata Raquel, que reprocha el comportamiento de los consumidores al no tener cuidado con la ropa que se prueban ni seguir las indicaciones del personal. "Si veo a alguien cambiándose en mitad de la planta o dejando sus cosas encima de una mesa llena de ropa, ya tengo que andar detrás diciéndolo y llevándome la ropa para desinfectarla, lo que ralentiza mi trabajo", cuenta.

No es la única en vivir diariamente situaciones tan exasperantes con la clientela. Lydia denuncia que además de realizar tareas que no son propias de dependientes de ropa, como limpiar y desinfectar los probadores y las prendas, están sobrexpuestos al contagio. "Antes de entrar nos ponemos la mascarilla y nos medimos la temperatura. Durante la jornada laboral nos desinfectamos las manos mil veces, pero si la gente no cumple las medidas como nosotros, tenemos alto riesgo de contagiarnos".

Y critica que los consumidores se comportan "peor de lo normal" con los empleados y que no tienen paciencia para entender que pueda haber "problemas" en tienda o que falten productos. "Hay gente muy irascible que entra gritándonos, que no lleva la mascarilla puesta y nos montan un pollo porque no entienden la situación, y para nosotros tampoco es una situación fácil", cuenta Lydia.

"La situación que tenemos ahora es insostenible"

Estrella trabaja en una tienda de una gran cadena y lo que siente es "tristeza y rabia" por las condiciones laborales que tiene que afrontar. "Están finiquitando los contratos temporales, por lo que estamos notando como el personal es cada vez más escaso. Si a esto le sumas las tareas de una tienda más el protocolo a seguir para desinfectar la ropa y después vaporizarla, y tener que lidiar con una clientela que no respeta las normas de seguridad, la situación que tenemos ahora es insostenible", así lo resume esta dependienta.

Su empresa decidió reducir un par de horas la jornada laboral de todos los empleados para contratar a una persona fija de 26 horas semanales y ahora muchos dependientes no llegan al salario mínimo a pesar de que trabajan el doble que antes. "Me siento desprotegida, abandonada a una situación de estrés y productividad muy por encima de lo normal en la que parece que nunca es suficiente todo el esfuerzo invertido", lamenta. Y es el sentimiento generalizado de toda su plantilla que siente como su trabajo no se valora y tienen que soportar las faltas de respeto de los clientes que exigen una inmediatez "para las que no hay manos suficientes".

"Veo que la empatía sigue siendo una asignatura pendiente en cada uno de los clientes que vienen. Estoy expuesta durante seis horas al día, en contacto directo con gente que viene y que va, y nos tratan como si fuésemos la escoria de toda una pirámide social", cuenta apenada.

"No respetan la distancia y tocan todo, es increíble"

Para Nuria, las condiciones laborales son similares en la tienda de decoración situada en el Paseo de Gracia de Barcelona, en la que trabaja. Durante los primeros días que la tienda abrió al público por primera vez después del confinamiento, quienes hacían ocho horas pasaron a hacer diez horas diarias. "No cerrábamos en todo el día y hacíamos jornadas desde que se abría la tienda hasta que se cerraba y sin día libre, excepto domingos porque no dejan abrir", cuenta la empleada, que denuncia que además de aumentarles las horas y la carga de trabajo, el salario sigue siendo el mismo, pero sin las comisiones mensuales.

La clientela tampoco respeta las medidas de seguridad ni el distanciamiento, a pesar de que haya indicaciones distribuidas por todo el espacio. "No respetan la distancia y al ser una tienda de mobiliario tocan todo, es increíble. Hay que estar llamándoles la atención todo el rato y pendientes de desinfectar todo cada dos por tres", asegura la joven, reconociendo que a veces no les da tiempo limpiar todo antes de que venga el próximo cliente. "Es un poco locura".

También en Barcelona trabajaba Mauri, en el sector textil. Terminaba su contrato en junio y no le renovaron. Ni a él ni a muchos de sus compañeros que dejaron la plantilla en ruinas y con una carga de trabajo desbordante. "El primer mes notamos que tuvimos mucho volumen de tareas. Un dependiente tenía que encargarse de quedarse en la puerta y ofrecer mascarillas a los clientes que no llevaban, recordarles que se echaran gel en las manos, controlar el aforo y el resto de las tareas de tienda", recuerda Mauri.

"Cuando la gente se probaba ropa, teníamos que desinfectar los probadores, y toda la ropa que se probaba la gente y no se compraba la vaporizábamos para eliminar posibles virus", cuenta. Lo más sorprendente es que no le tocó lidiar con clientes maleducados ni tuvo que estar repitiendo las medidas continuamente a cambio de malas caras. "Todos colaboraban mucho y cuando les recordábamos el uso de mascarilla no era porque no quisieran llevarla, sino por descuido. Pero en cuanto se lo decíamos, se la ponían sin ningún problema", afirma.

"Cobro por una persona y hago el trabajo de tres"

La realidad que viven los dependientes en sus puestos de trabajo es muy generalizada y las condiciones que tienen que soportar dejan mucho que desear. La desorganización y la falta de recursos es lo que más nota Raquel en la tienda donde trabaja. El primer día que volvió a trabajar después de la pandemia, nadie le explicó el protocolo a seguir, ni le suministraron mascarilla, ni siquiera le explicaron cómo desinfectar la ropa, siendo una tarea más que primordial en tiempos de covid.

"Me tuvieron que explicar todos mis compañeros, y además solo hay tres vaporetas para cinco plantas que tiene la tienda. A diferencia de otras tiendas, en la nuestra los probadores no se cierran en ningún momento. No damos abasto", denuncia.

"El personal está muy crispado por las condiciones en las que trabaja y hay mucho estrés que se traduce en mal rollo al final", asegura Raquel, que, a pesar de tener turnos de fin de semana, la han llamado para cubrir jornadas entre semana y no ha podido negarse. "Los jefes se enfadan si les dices que no puedes ir entre semana y encima estoy cobrando el sueldo de una persona cuando estoy haciendo el trabajo de tres", sentencia la empleada.

Sandra Fernández Pérez

Sandra Fernández Pérez

Graduada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y en Ciencia Política y Gestión de la...

 
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