El uso del efectivo en Europa: ¿Qué países están más cerca de eliminarlo?
La historia nos demuestra que los billetes y monedas tienen los días contados, pero una decisión de tal calibre tiene ventajas y desventajas, por lo que debe estar cuidadosamente diseñada
Valencia
Es sobradamente conocido que el efectivo, especialmente los billetes de alta denominación, facilitan la financiación de actividad ilegales. Todos conocemos algunos casos sonados de este tipo de situaciones con el efectivo como gran protagonista.
En 2004, una 'mula' europea fue cazada con 200.000 euros en su estómago en billetes de 500 euros. En 2014, una mujer fue interceptada en la frontera de Turquía con 20.000 euros en billetes de alta denominación con el objetivo de entregárselos a su marido combatiente del ISIS en Siria.
Algunas estimaciones apuntan a que el 70% de los billetes de 500 euros fabricados en Alemania y Austria entre 2002 y 2009 se encuentran fuera de las fronteras de la zona del euro (la mayoría en Rusia y en los Balcanes).
Algunos estudios señalan que el 75% de los ciudadanos de la Eurozona dicen no haber utilizado en los últimos años un billete de 500 o 200 euros. Sin embargo, otras estimaciones concluyen que Luxemburgo (país con solo un 0,2 de la población de la Eurozona) mantiene el 15% de los billetes existentes de 500 euros y el 30% de los de 200 euros.
¿Es hora de decirle adiós a los billetes?
Aunque evidentemente no todo el uso del efectivo es delictivo, en la actualidad existe un debate acerca de si ya ha cumplido su papel en el sistema de pagos y debemos movernos hacia formas más eficientes de dinero digital.
En este sentido, en España el grupo parlamentario socialista planteaba hace poco la eliminación gradual del dinero en efectivo, en una proposición no de ley sobre la orientación del sistema tributario ante la crisis provocada por la Covid-19.
La supresión del efectivo tiene una serie de ventajas macroeconómicas y microeconómicas. Las primeras están relacionadas con implementar una política monetaria más eficiente en un contexto de bajos tipos de interés. Para aprovecharlas, debe considerarse una buena alternativa al efectivo (como una moneda digital emitida por el banco central) que además debe ser aplicable a toda la zona del euro.
Sin embargo, para aprovechar las ventajas microeconómicas de la supresión o limitación del efectivo, bastaría con que un país como España lo decidiera de forma unilateral. Siempre que exista espacio legal para ello.
Ventajas microeconómicas de eliminar el efectivo
- Dificulta la financiación de actividades ilegales. Los estudios realizados sugieren que la mayor parte del volumen de dinero en efectivo se emplea para defraudar al fisco y financiar actividades ilegales. El anonimato del efectivo facilita enormemente las actividades delictivas como la evasión de impuestos, el crimen organizado, el terrorismo o la corrupción. No es de extrañar que al extinto billete de 500 euros se le conociera popularmente como un “Bin Laden”.
- Disminuye los costes. A diferencia del efectivo, el dinero digital no necesita ser impreso, ser transportado físicamente o ser repuesto por cambios en su diseño o estropicio. También reduce algunos costes relacionados con la seguridad. En un mundo sin efectivo no se necesitan camiones blindados, cajas fuertes, equipos físicos y humanos de seguridad en los bancos o unidades de detección contra la falsificación física, aunque sí digital.
El dinero digital también reduce los costes de transacción al poder transferirse velozmente, favorecer el uso de contratos inteligentes, etc. Por otra parte, también puede ayudar a mejorar la estabilidad financiera al limitar los pánicos bancarios.
Incrementa la inclusión financiera. Nos referimos al acceso de la población a servicios bancarios y financieros. La evidencia a este respecto apunta a que una mayor inclusión financiera se asocia significativamente a un mayor desarrollo económico y a la reducción de la pobreza.
Reduce el contagio de virus y enfermedades infecciosas. Las monedas y billetes pasan por muchas manos. Aunque no hay todavía evidencias con respecto al coronavirus, un estudio realizado en 2003 con una cepa del SARS, demostró que los coronavirus de este tipo permanecían hasta 72 horas en hojas de papel con características similares a un billete.
Retos de la supresión del efectivo
A pesar de las bondades de la supresión del efectivo, una medida de estas características no está exenta de retos.
Como advierte el Banco Central Europeo, la supresión del efectivo puede suponer un grave problema si los suministros de los proveedores de pago fallan o sufren un ataque. Los problemas de ciberseguridad cobran especial importancia si solamente se dispone de dinero digital para realizar las transacciones.
Por otra parte, la supresión del efectivo, sin una alternativa o legislación que lo impida, otorga al sistema financiero un monopolio para establecer comisiones sin posibilidad de eludirlas cuando se realizan transacciones. Esta práctica no solo podría dañar el consumo, sino que, además, sería regresiva dado que las rentas bajas son las que destinan al consumo una mayor proporción de sus ingresos.
Por último, está el problema de la inclusión financiera. Aquellos individuos que se sitúen al margen del sistema financiero quedarían automáticamente privados de la posibilidad de realizar transacciones.
En un reciente estudio, en el que hemos analizado el uso de efectivo y la inclusión financiera en la Eurozona, hemos observado que los hogares con rentas más bajas y con menores niveles educativos tienen más propensión a ser excluidos del sistema financiero.
La eliminación del efectivo sin un apoyo público que favorezca la inclusión financiera a todos los estratos de población implicaría un grave problema para los colectivos más vulnerables.
El uso del efectivo en Europa
Si queremos convertir a España en una sociedad con escasa o nula presencia de dinero en efectivo, resulta necesario contextualizar y comparar los niveles de uso de efectivo actuales en nuestro país con los niveles de uso de otros estados.
Es interesante, por tanto, comparar el contexto de España con el de su entorno más próximo: el resto de los países europeos. Analizando una transacción tan habitual como es el pago de facturas, nos encontramos con significativas diferencias entre territorios.
En el extremo superior se sitúa Grecia, país en el que un 95,4% de la población realiza este tipo de pagos en efectivo. En el extremo contrario está Dinamarca, donde tan solo un 2,1% de la población usa efectivo para el pago de facturas. Estos dos datos ponen de manifiesto la gran heterogeneidad entre países.
En el caso de España, este porcentaje se sitúa en torno al 27%, muy lejos de Dinamarca y de países como Suecia, Francia y Estonia, que también se sitúan en niveles menores al 10%.
Otra de las transacciones más habituales es la recepción de salarios. Si distinguimos el método de pago de salarios, encontramos que tan solo un 2,4% de la población de Finlandia recibe su salario en efectivo, frente a un 28,6% en Chipre y un 25,1% en España. Nuestro país se convierte así en uno de los líderes en uso del efectivo para recibir salarios en Europa.
Por último, también es de especial interés la recepción de transferencias públicas. Se observa que el rango de ingreso en efectivo de estas transferencias es nuevamente muy amplio, abarcando desde Finlandia con el 0,5%, hasta Eslovaquia con un 35,4%. En España, alrededor del 13% de la población receptora de transferencias públicas recibe estos pagos en efectivo.
De forma general y si establecemos un patrón, países como Finlandia, Dinamarca y Suecia, los países del Benelux, Francia, Alemania, Austria y Estonia realizan un uso del efectivo menor en las transacciones más habituales. Por contra, los países europeos mediterráneos y los países del este de Europa (exceptuando a Estonia) presentan unos porcentajes mayores de uso del efectivo.
Efectivo e inclusión financiera, la excepción española
En términos generales, los mayores usos de efectivo suelen coincidir con menores niveles de inclusión financiera. No obstante, hay una excepción que rompe la regla: España.
Nuestro país se sitúa en el top 10 de las economías europeas con mayores niveles de inclusión financiera, con un 97,6% de población con cuenta financiera. Sin embargo, como ha quedado evidenciado, somos todavía uno de los países de Europa con mayor uso de efectivo y que menos ha apostado (hasta el momento) por su supresión.
Aunque es difícil de estimar, esta singularidad española, junto con los elevados niveles de economía sumergida que algunos estudios encuentran para esta economía (en torno al 18% del PIB), sugieren que el uso del efectivo en España está muy relacionado con el fraude fiscal y el pago de actividades ilícitas.
En conclusión, la supresión gradual del efectivo puede ser muy beneficiosa para el conjunto de la economía española. Eso sí, una decisión de tal calibre debe estar cuidadosamente diseñada para que sea capaz de aprovechar todas las ventajas a la vez que minimiza los potenciales riesgos sin dejar a nadie atrás.
La historia nos demuestra que el efectivo tiene los días contados. Cuando la tecnología lo permite, las formas de dinero más rudimentarias desaparecen para ser substituidas por otras más eficientes. El efectivo no será una excepción.