"No tenemos el dinero suficiente como para quitarnos la etiqueta de irresponsabilidad"
Álvaro, madrileño con residencia en la zona de salud de Zofío, en Usera, cuenta cómo ha experimentado el primer día de restricciones en su barrio
Madrid
Son las ocho y media de la mañana y Álvaro comienza a prepararse para ir a la universidad. El que parece un día rutinario se trata de la primera jornada en la que algunas áreas de salud de su barrio, Usera, sufren restricciones a la movilidad. Zofío, con 31.467 habitantes, es una de las 37 zonas con medidas impuestas por el Ejecutivo autonómico para prevenir la expansión del coronavirus en la región.
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Este lunes, este estudiante de máster y graduado en Ciencias Políticas y Estudios Internacionales ha tenido que rodear un parque para poder coger el autobús que le lleva a la universidad. La estación se encuentra a quince minutos de su casa, el tiempo que tarda en llegar a la zona de salud sin restricciones más cercana a su domicilio: el intercambiador de Plaza Elíptica, en Abrantes. Lo que ha percibido en ese trayecto es “que hay menos gente en la calle”, aunque incide en que “el autobús sigue igual de lleno”.
Nueva normalidad para Álvaro
Este es el recorrido diario que hace desde hace años. Sin embargo, es la primera vez que viaja desde un área con medidas restrictivas –Zofío, en Usera, donde se encuentra su hogar- a otra –Las Margaritas, en Getafe, donde está su centro educativo-.
A primera vista, a excepción de “las cintas en los parques infantiles”, parece que "nada ha cambiado” respecto al domingo. Sin embargo, a su juicio, esta situación ha hecho que “afloren desigualdades presentes desde hace décadas”. “No tenemos el dinero para quitarnos la etiqueta de irresponsabilidad”, reclama, ya que llevan “semanas” sintiendo que los barrios del sur de la capital eran señalados como cunas de los incumplimientos de las medidas de seguridad.
No obstante, Álvaro no cree que en Usera “haya más gente saltándose las restricciones que en otras zonas de Madrid” y se refiere a las nuevas normas como un signo de “segregación”: “Si tienes una casa grande, sales al jardín; si tienes coche y plaza de aparcamiento en el trabajo, no te acercas a nadie en tu trayecto”. Aunque él se considera “afortunado” por no compartir piso con personas externas a su núcleo familiar, asegura que en su lugar de residencia “no hay opciones”.
Medidas "sin efectividad"
Por todo ello, para él, las medidas no son efectivas. En especial, se muestra molesto con el cierre de parques y jardines. “No puedo pisar césped, pero puedo andar lo que me dé la gana alrededor de mi barrio”, protesta. Considera, de hecho, que algunas de las normas impuestas hacen que corra un mayor riesgo en su día a día, porque, en lugar de atravesar un parque para ir a la universidad, ahora debe escoger entre “ir en autobús o andar por calles que a primera hora de la mañana están llenas”.
También pone énfasis en la necesidad de incrementar la frecuencia del transporte público. Cree que es su “derecho” el poder utilizar “un transporte público seguro, aunque estemos en una pandemia”. Pese a que se está sacando el carné de conducir, indica que el coche continúa teniendo un coste económico y medioambiental. “No veo por qué ahora tengo que coger el coche para ir a todos los sitios porque no haya un metro cada tres minutos en ciertas horas del día”, reclama. “Puede que la pandemia en sí no entienda de clases, pero cómo atajas la pandemia, sí lo hace”, sentencia.