Internacional
Política migratoria

El drama de los refugiados contado en primera persona: "Viven ajenos al COVID, buscan huir de la pobreza"

La pandemia también hace mella en los campos de refugiados y casas de acogida, pero la prioridad de lo más vulnerables es labrarse un futuro lejos de la miseria y subestiman cualquier miedo al virus

Un niño en un campo de refugiados. / GettyImages GettyImages

Madrid

La pandemia de coronavirus se ha cobrado la vida de más de un millón de personas en todo el mundo y sigue haciendo mella de los más vulnerables. Aunque el virus no frena las expectativas de futuro de cientos de menores y refugiados que ven una oportunidad en medio de la catástrofe. Y se aferran a ella. Buscan un hogar, salir de la marginación, escapar de la miseria y huir de la violencia.

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"Viven alejados de la pandemia y no son conscientes de todos los problemas por los que han pasado, ni la situación en la que están. No dejan de ser niños y quieren jugar y tener una infancia", cuenta David García, un voluntario de ARSIS, que se desplazó a la ciudad de Salónica, en Grecia, para aportar su granito de arena y ayudar a construir el hogar de cientos de migrantes.

La organización en la que colabora David lleva varias casas de acogida por todo el continente europeo y opera especialmente en Grecia por su cercanía geográfica con los países arrasados por las guerras o la precariedad, y de los que huyen millones de personas cada año. ARSIS da la cobertura a miles de niños y adolescentes que logran escapar de la miseria de sus entornos y de situaciones familiares complicadas. Les proporciona un hogar, comida, atención especial y afectiva, y les estimulan para estudiar o formarse de cara a un futuro laboral.

"Las historias son increíblemente crueles"

La mayoría de los migrantes provienen de países de Europa del Este como Bulgaria, Rumanía o Grecia, países africanos como Somalia o Nigeria y de Irán, Siria o Afganistán. Las historias varían y el voluntario asegura que son realmente duras: "Es muy chungo escuchar las historias de cada uno de esos menores porque hay algunas que son increíblemente crueles".

"No hay un denominador común para todos los que recibimos, pero la mayoría llegan porque les quitan las custodias a los padres, y otros simplemente huyen de sus países para buscar nuevas oportunidades", explica David, que asegura que vienen a estas casas de acogida porque "no tienen otro sitio a dónde ir y hasta que se regulen sus papeles, aquí les ofrecemos protección".

Hace unos días llegó a Salónica una adolescente búlgara después de que su madre le obligara durante años a ejercer la prostitución. A otra joven iraní, sus progenitores la vendieron abandonándola a su suerte. El voluntario también explica la situación de un niño rumano sin identidad que fue abandonado al ingresar su madre en prisión y no aparece registrado en ningún país. En definitiva, casos de familias desestructuradas, abusos y violaciones, abandonos o extorsión.

El día a día de los refugiados

Los migrantes llegan a las casas de acogida tras agotadores viajes y todas las trabas del mundo por las administraciones de sus países de origen y en algunos casos de las propias familias. Sin embargo, una vez que son recogidos por las ONG y alojados en las diferentes casas de acogida, se encuentran con el afecto y la atención de los voluntarios.

"Los niños, que tienen desde 9 a 17 años, una vez llegan aquí van al colegio y los adolescentes pueden salir a la ciudad a dar una vuelta o a lo que sea. Con ellos se quedan algunos trabajadores internos de la organización y luego vamos los voluntarios a pasar unas horas con ellos", cuenta el joven, aunque lamenta que, con la pandemia, muchas de las rutinas y actividades que hacían se han quedado en el aire.

"Antes de la pandemia se organizaban diferentes actividades para los refugiados, que por el COVID-19 se han reducido bastante, aunque yo pude asistir a un torneo de futbol para refugiados de distintos campamentos, buscando integrarlos, que conocieran gente, salieran de la rutina y vivieran experiencias enriquecedoras", narra el voluntario, que se encarga de dar clases de inglés y organizar eventos deportivos cuando acaban las tareas.

Sin embargo, la segunda oleada de coronavirus entró con fuerza en el país griego y se decretó un confinamiento en la ciudad de Salónica. Esta situación entorpeció el desarrollo de las actividades y a los voluntarios se les prohibió el contacto con los migrantes. "Ahora intentamos trabajar con los refugiados de manera online y yo sigo con mis clases de inglés", explica.

No obstante, García asegura que como tienen todas las necesidades básicas cubiertas, no les afecta tanto las restricciones. "Es cierto que la pandemia fastidió a un niño rumano, que se iba ya de la casa de acogida a otro hogar más estable a finales de octubre y de momento, sigue en la casa de acogida porque se han paralizado los trámites", cuenta.

Las trabas con las que tropiezan

La política migratoria es todavía un reto pendiente para los gobiernos y la Unión Europea. Los permisos de residencia tardan en ser concedidos, así como el estatus de refugiados en muchos de los casos. Las cuotas de asilo tampoco se cumplen en todos los países y los trámites administrativos son un tormento para las organizaciones que tratan de regularizar cuanto antes las situaciones de los migrantes.

"Una muchacha lleva en esta casa desde 2012 y todavía no han podido encontrarle nada ni le han dado los permisos, el año que viene cumple los 18 y ya no podría estar en la casa de acogida", señala, y recuerda el caso de otra adolescente africana que ha tenido mejor suerte. "Esta chica llegó hace poco a la casa y cumple también 18 el próximo año, pero el gobierno griego le ha facilitado un piso para que pueda vivir allí, bajo una serie de condiciones".

Y es que, a pesar de que tienen mejor suerte que los refugiados hacinados en campos insalubres, como Lesbos o Lampedusa, o migrantes que quedan atrapados en las fronteras, como la reciente tragedia del muelle de Arguineguín, en Canarias, esta alternativa humanitaria tiene su fin.

"Voy entendiendo más la situación de los migrantes"

Los migrantes solo pueden permanecer en estas casas varios meses por son lugares de paso y el cometido de ARSIS es regularizar las situaciones legales de los migrantes y prepararlos para volar del nido a labrarse un futuro por su cuenta. "Es muy duro ver cómo van pasando diferentes voluntarios y que no pueden encariñarse con nosotros porque nos vamos a ir y ellos también", cuenta.

"Yo he hecho buenas migas con varios y siempre quieren jugar conmigo. De hecho, hay uno que está todo el rato pendiente de mí y a veces se olvida de comer con tal de venir a jugar conmigo", recuerda David, que valora lo bueno que le ha traído la pandemia.

Así, el voluntario asegura que decidió inscribirse en el programa de ARSIS para "tratar de encontrarse a sí mismo". "Ahora voy entendiendo mucho más la situación de los migrantes y de los refugiados y es muy jodido ponerse en el lugar de todos esos menores", revela. Y lo que más destaca es la alegría de los migrantes, que frente a las adversidades son capaces de seguir adelante, desafiando a la pandemia y luchando por una vida digna.

Sandra Fernández Pérez

Sandra Fernández Pérez

Graduada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y en Ciencia Política y Gestión de la...

 
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