Por qué no debemos obligar a un niño a comer
La periodista Diana Oliver publica '¡Ñam! Sobre lo que comemos', una invitación para que niños y jóvenes conozcan las bases de una alimentación y unos hábitos saludables
Madrid
Ir al supermercado se convierte en ocasiones en una auténtica gincana. No basta con coger de los estantes lo que haya más a mano. Ya no solo comparamos precios, también etiquetas e ingredientes. Sabemos que es más sostenible recurrir a productos de cercanía, que reciclar es inexcusable y que el ejercicio es más necesario que nunca en una época de confinamientos. Por información no será. Conocemos lo que hay que hacer para mantener unos hábitos saludables, pero la realidad es bien distinta y la obesidad infantil continúa preocupando a los especialistas. Cuatro de cada 10 niños españoles padece sobrepeso, enfermedad que afecta el doble a familias con rentas bajas.
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Decirle a la gente lo que tiene que hacer no suele funcionar. Cada uno debe recorrer su propio camino. Y cuanto antes se comience a andar, mejor. La periodista Diana Oliver publica '¡Ñam! Sobre lo que comemos' (Andana, 2020), una invitación para que niños y jóvenes conozcan las bases de la alimentación saludable. Tanto el texto como las ilustraciones de Carmen Saldaña hacen de las páginas del libro un acompañamiento ideal para tener a mano y resolver las dudas más habituales sobre cómo comer y mantenernos sanos.
Diana Oliver tiene claro que la alimentación tiene mucho que ver con nuestra forma de estar en el mundo.
Dices que cocinar es cuidar a los demás. ¿Cómo es esa generosidad?
Siempre he pensado que cuando cocinamos cuidamos de muchas maneras a quienes comparten esa comida con nosotros. Primero, porque esa persona que ha cocinado ha estado pensando antes qué cocinaba, ha invertido su tiempo en prepararlo, ha invertido su esfuerzo en que estuviera delicioso... Y comer lo hacemos todos los días así que es un regalo súper generoso. También creo que cuando cocinamos en casa, y encima lo hacemos de forma saludable, estamos cuidando la salud de los que se sientan a la mesa ofreciendo cosas ricas y sanas.
¿Qué crees que aporta a un niño y a sus padres conocer mejor lo que compran y cómo lo cocinan?
Creo que es una parte importante de nuestra educación alimentaria en todos los sentidos y nos ayuda a comer mejor (o al menos a dejar de comer menos mal), a organizar mejor nuestros menús en casa, a entender mejor qué alimentos llevan ese carné de alimento saludable y cuáles es mejor evitar o reducir al máximo, a leer las etiquetas y a saber que no es oro todo lo que reluce... Creo que todo esto parece muy fácil, y en realidad lo es, pero luego en el supermercado la cosa se complica si antes no hemos hecho un ejercicio de información y concienciación previa.
¿Qué valores crees que aporta a un niño meterse en la cocina?
En primer lugar diré que no deberíamos romantizar la idea de cocinar con los peques y hay que rebajar mucho las expectativas que tan bonitas nos marcamos después de un paseo por Instagram. Hay niños y niñas a quienes no les gusta cocinar (en casa tengo uno de cada) o a quienes les interesan otras cosas de la cocina (hacer la lista de la compra, ir a comprar, colocar cacharros...) y creo que no hay que empeñarse en cocinar con ellos a toda costa e imaginarnos un escenario precioso de paz y armonía entre fogones. También se sufre a veces el caos de la harina derramada y los huevos estampados en el suelo y hay que estar preparados para una dosis extra de paciencia. Dicho lo cual también creo que es importante invitarles a participar, animarles a que hagan cosas en función de sus habilidades o preferencias. Preguntarles sobre sus preferencias, sobre cómo les gusta más un plato u otro, que sepan qué herramientas encontramos en la cocina y cómo podemos utilizarlas... Sobre todo me parece importante que vean el trabajo que hay detrás de lo que llega a la mesa porque es un trabajo ¡diario!, muy necesario, que hay que aprender igual que aprendemos a lavarnos los dientes o a hacer las camas. Cocinar nos ayuda a comer mejor si aprendemos a organizar un poco ese trabajo.
¿Comemos de adultos de forma parecida a como hemos comido en la infancia? ¿Por qué?
Yo creo que sí. Comer no es sólo alimentarnos sino que detrás está nuestra historia vital. Comer es un acto muy marcado por la cultura, por nuestro entorno inmediato a nivel familiar y social, pero también tiene mucho de emocional. Hay platos que son nuestra infancia pero también hay productos que han estado ahí siempre, que hemos normalizado, y es difícil desterrar de nuestro día a día, aún cuando descubrimos que no son tan sanos o recomendables como creíamos. Ocurre mucho con los desayunos y las meriendas.
¿Es más fácil o más difícil cambiar los hábitos de comida en la infancia o de adulto?
Mi percepción es que la infancia es el momento ideal para la adquisición de unos mejores hábitos porque está demostrado que marcan los hábitos futuros. No es nada fácil en muchos casos cambiar determinados hábitos de un día para otro –ni para los niños/niñas ni para los adultos– pero creo que con un trabajo entre toda la familia es más fácil hacerlo. Eso sí, poco a poco. Con información, con paciencia, con acompañamiento... Si desayunamos todos los días una leche con cacao y azúcar y magdalenas pues será muy difícil romper ese hábito de hoy para mañana. Quizás podamos empezar alternando con otras propuestas de desayuno (algunas frutas, pan tostado con aceite y frutos secos o con crema de cacahuete, un yogur natural con toppings de frutos secos y plátano, etc). Al final es el adulto el que debe tomar la batuta de ese cambio y tiene que intentar lograr que todos le acompañen (empezando por la misma persona adulta primero).
¿Por qué no debemos obligar a un niño a comer?
Sobre todo por respeto al niño, que es el que verdaderamente sabe lo que necesita comer. Una vez el pediatra Carlos Casabona me dijo: "Solo el niño sabe lo que necesita a través de un experimentadísimo mecanismo que lleva milenios funcionando a las mil maravillas: el hambre". Me pareció lo más coherente que había escuchado nunca. La Academia Americana de Pediatría elaboró hace unos años un documento en el que explicaba por qué no había que obligar a un niño a comer y explicaba cuáles son los recursos más empleados por las familias para hacer que los niños coman lo que los adultos esperan que coman. Muchas veces no es solo una obligación que pueda parecer violenta (castigos o similares) pero sí entra en juego muchas veces el chantaje emocional o material. "Si no comes me pongo triste", "Si no comes no vas a crecer", "Si no comes no te voy a dar esa muñeca"... Detrás de esas acciones no hay otra cosa muchas veces que preocupación: nos preocupa que no coman lo suficiente, nos preocupa que no aprendan a comer lo que toca, nos preocupan las anemias y la falta de vitaminas... y muchas veces son los ecos de nuestras propias infancias los que siguen resonando en nuestros hijos. Y es que no sólo es perjudicial en un plano más emocional, es que puede generar precisamente lo que estamos intentando evitar: el rechazo de alimentos, odio a determinados alimentos de por vida por el recuerdo de esos malos ratos... ¡Qué sufrimiento!
¿El consejo que más repites y crees que mejor funciona para comer sano?
Planificar las comidas y las cenas. De verdad, parece algo totalmente prescindible y que nos va a llevar mucho tiempo pero en realidad es el mejor recurso para instaurar una mejor alimentación en casa. Y si no tenemos ni idea de cómo organizarnos pues podemos apoyarnos en una herramienta tan simple como el famosísimo plato de Hardvard: mitad del plato vegetales y la otra mitad, mitad cereales integrales, mitad proteínas de calidad. Y digo apoyarnos porque tampoco hace falta volvernos locas siguiendo cada día en todas las comidas una estructura rígida. La idea debería ser: vamos a primar los alimentos vegetales y con carné de alimento saludable y vamos organizando el menú respetando también las preferencias y gustos. (Yo lo hago los domingos por la mañana en un ratito para arrancar la semana con la idea clara e, incluso, con cosas preparadas ya. Siempre cuento con los niños para evitarme (en gran medida aunque no siempre al 100%) los dramas cotidianos).
¿Comer sano es suficiente para llevar una vida saludable?
Está demostrado que no lo es. La alimentación es un pilar pero no es el único: el ejercicio, el descanso, el estrés y las preocupaciones (incluidas las provocadas por relaciones insanas) también influyen en nuestra salud. Y luego hay cosas que no podemos evitar y que están ahí como la contaminación del aire... (En Madrid si no te mata el coronavirus lo hará la contaminación).
¿Cuál es tu comida favorita? ¿Y la que más veces se come en tu casa?
Mi comida favorita es sin duda alguna la tortilla de patatas. Aquí es todo un ritual el viernes por la noche. Me encanta esa tradición familiar. Quizás la comida que más hacemos (por su sencillez y posibilidades) es el pisto. Cada semana y en cantidades industriales. Lo acompañamos con garbanzos rehogados con pimentón y ajo y un poquito de arroz integral cocido; o lo usamos triturado para acompañar una pasta integral; o como base de unos huevos (plancha o poché) junto con una camita de cebolla pochada y guisantes rehogados; o lo unimos de soja texturizada y hacemos una empanada...
Maika Ávila
Periodista y autora de 'Conciliaqué. Del engaño de la conciliación al cambio real'. Ha formado parte...