La Zaranda abandona la resistencia y pasa al ataque
La compañía estrena su nuevo montaje, 'La batalla de los ausentes', una "crítica feroz" a la sociedad actual e inaugura un espacio en Madrid abierto a la creación
Madrid
Llevan 42 años haciendo del teatro un lugar sagrado, en el que se interrogan sobre la realidad con un lenguaje poético que ha marcado toda su trayectoria y que les ha convertido en una compañía de culto dentro y fuera de España. La Zaranda estrena este viernes en Avilés su último trabajo, La batalla de los ausentes, con dramaturgia de Eusebio Calonge, y vuelven a estar solo ellos tres en el escenario: Francisco Sánchez, Gaspar Campuzano y Enrique Bustos. Dice su director, Paco de La Zaranda, que es la primera vez que están contentos antes de un estreno y que esta obra supone un cambio de rumbo tras sus últimos montajes. La Zaranda abandona la resistencia y pasa al ataque con una obra que plantea una “crítica feroz” al mundo que nos rodea y en la que no dejan “títere con cabeza”. Después de su paso por Avilés, la compañía comenzará una gira que ya tiene sus primeros bolos en Alicante, Benicarló, Castellón, Valencia y, a principios de 2022, Madrid. Además, el próximo mes de abril abren un espacio en el barrio de Villaverde Bajo de Madrid abierto a creadores llamado El atrio.
Hablamos con Francisco Sánchez, Paco de La Zaranda.
¿Cuál es esa batalla que libran estos ausentes?
La batalla es de los que fueron, puesto que son ausentes. Como siempre, nosotros jugamos con términos metafóricos y con símbolos y la batalla es una batalla muy personal y cada espectador va a tener la suya cuando asista a la representación. ¿Cuál es la batalla? La batalla de la vida, la batalla de estar atrincherados en trincheras de fe y de dignidad, esa batalla que venimos librando desde hace tanto tiempo y que a veces parecía que todo estaba perdido, pero aquí seguimos. Es un trabajo que espero que dé mucho que hablar para bien y para mal porque es algo que se aparta un poco de lo que hemos venido haciendo.
¿De qué forma y por qué se aparta esta obra de vuestros últimos trabajos?
Primero, porque en el anterior trabajo éramos nueve en escena y ahora, de nuevo, somos los tres de siempre de La Zaranda. Ahora tocamos unos palos que nunca habíamos tocado: la sátira, la farsa. Es muy pronto para que yo pueda hablar de este trabajo porque recién empieza, pero creo que tiene una fuerza que no han tenido los anteriores, quizá por haberlo construido de una manera muy especial, por todo el encerramiento. Nosotros siempre hemos trabajado encerrados pero esta vez mucho más. Y bueno, ya tenemos una edad en la que hay que dejar una luz para el que venga detrás. Es importante esa responsabilidad de dejar la puerta abierta y, como siempre, digo que es el último trabajo.
Eso lo dices siempre y nadie te cree, Paco.
Hasta el día que sea verdad (risas). Estamos contentos. Yo creo que es la primera vez que estamos contentos a la hora de estrenar un trabajo. Hemos trabajado muy tranquilos, muy conscientes de lo que estábamos haciendo, depurando nuestro propio lenguaje e intentando imitar a La Zaranda lo menos posible, huyendo de nosotros mismos. Esa batalla sobre la que tú me preguntas es la batalla que nosotros, individualmente, establecemos con nosotros mismos. Es una batalla entre lo material y lo espiritual. Es esa batalla que te lleva de un polo a otro en esta vida, pero también es la batalla de La Zaranda, es la batalla del espectador y también es la batalla de la gente que nos sigue. Es la batalla que presenta al mundo ahora mismo en la encrucijada en la que estamos metidos.
¿Es la vuestra una batalla para no repetiros, para no hacer siempre lo mismo, para buscar nuevos espacios?
Por supuesto. Y un reto actoral importante, muy importante, porque es el discurso puede ser siempre el mismo pero la manera de decirlo es donde creo que radica el arte. La temática es la misma pero el cuadro es distinto.
Vosotros, que tanta importancia le dais a su valor simbólico, ¿qué objetos utilizáis en La batalla de los ausentes?
Una vez más, los objetos nos acompañan y, una vez más, jugamos con ellos. Son poquitos porque con poco hay que decir mucho y esa también era una de las claves. Todo es un campo de batalla, pero no es un campo de batalla. Vienen a hablar unos personajes que fueron, pero ya no están, y ahí está el secreto. Los tres son supervivientes de algo que ya nadie recuerda y ellos siguen luchando contra el olvido. Somos nosotros porque nosotros hacemos el teatro que somos. Pero, a la vez, es una metáfora de la vida y el espectador inteligente entrará a buscar dentro de él cuál es su combate, cuál es su trinchera y cuál es su batalla.
¿En esta obra está más presente que en otras esa idea vuestra de resistir a pesar de todo?
Fíjate que, en este trabajo, y eso es lo que lo diferencia de los demás, hemos pasado de la resistencia al ataque. Llevamos tanto tiempo haciendo teatro sin rendirnos que ya no es que resistamos, es que ahora estamos atacando. Y atacando quiere decir que apostamos por un teatro más vivo que nunca, en el que hay pocas concesiones y es muy directo. Este trabajo no escatima en hacer una crítica feroz de lo social, pero siempre buscando lo poético, por supuesto. Hay una frase que dicen los personajes, ‘pasaremos de la resistencia al ataque’ y yo creo que define bastante bien lo que es este trabajo. Ya está bien de tonterías, el teatro tiene que servir para algo más que para entretener a la gente.
Pero La Zaranda nunca ha estado en ese lugar, nunca habéis hecho teatro de entretenimiento, vuestra historia está marcada justo por todo lo contrario. Cuando dices que hay una crítica feroz hacia lo social, ¿dónde estáis mirando?
Pues mira, en general al mundo y en particular a lo que nos toca a nosotros porque los primeros en ser criticados somos nosotros y por nosotros. Creo que no queda títere con cabeza. Estamos mirando todo. Estamos mirando la economía, la seguridad, la defensa, la cultura. Es una batalla contra todo.
¿Y dónde colocáis la esperanza?
La colocamos en que creo que nos merecemos algo más que desaparecer en el polvo. Hay que caminar hacia una lucecita que uno ve y si uno lo ve es posible que otro la vea. Ahí está la fe, la fe del arte. Parece que hoy hablar del espíritu es algo maldito, a la sociedad le incomoda porque la sociedad lo que quiere es vivir en una comodidad que es mentira. Para mí es mentira esa comodidad. Vivir casi nunca es cómodo, sobre todo cuando uno se entrega a sus pasiones, a la pasión del otro, porque hacer teatro sin el otro no tiene sentido.
Está a punto de celebrarse el Día Mundial del Teatro. ¿Qué tenemos que celebrar, con la que está cayendo?
Hay que celebrar que estamos vivos y hay que celebrar también que tenemos la capacidad de acordarnos de los que no están. A mí me da mucha pena la gente que no tiene capacidad de sentir, que sólo saben mirar lo material que hay en el mundo. Yo soy un hombre que defiende por encima de todo una alimentación espiritual para estar vivo. Por supuesto que estamos viviendo unos momentos muy terribles y la batalla continúa continua. Pero estamos vivos y no todo está perdido, eso es lo que creo que hay que celebrar.
La última vez que hablamos, en septiembre del año pasado, me hablaste de vuestra intención de crear un espacio propio, una nave en Madrid abierta a creadores
Se va a inaugurar ya, está prácticamente todo terminado todo y yo espero que en abril esté empezando a funcionar. Va a ser un espacio al margen de La Zaranda, pero abierto a La Zaranda. Vamos a hacer cosas importantes en Madrid, sobre todo para los creadores que necesitan un espacio y ahí lo van a tener. Está en Villaverde Bajo, a 11 minutos de la parada de (metro) de Sol.
¿Será un espacio de residencias, de creación, de talleres, de formación…?
Eso me gustaría a mí saber (risas). Una cosa es lo que uno sueña que sea y otro lo que será, pero apunta bien. El espacio es una maravilla, es un espacio diáfano con ciento y pico metros de escenario y va a estar carente de burocracia para entrar a trabajar. Esperemos que la gente acuda. Siempre nos han criticado mucho que La Zaranda ha sido una compañía muy cerrada, pero es todo lo contrario. Hemos estado esperando el momento de poder abrirnos, de poder transmitir a otros y darles el testigo. Va a estar abierto a muchas cosas y no solo al teatro, sino a la creación en general.
¿Tiene nombre ese espacio?
Sí, se va llamar El atrio.