Plinio el viejo, un sabio anticapitalista pionero en la defensa del medio ambiente
Bajo la sombra del volcán es el ensayo de la británica Daisy Dunn que habla de los dos Plinios y de cómo afectó la erupción del Vesubio en Pompeya
Cuando Plinio el Viejo, viajero, historiador y almirante de la flota imperial, murió en Estabia durante la famosa erupción del Vesubio en el año 79, dejó tras de sí los treinta y siete libros de su Historia natural —un fabuloso compendio que abarca conocimientos sobre materias de todo orden, desde la luna o el reino vegetal hasta la eficacia de los ciempiés en la curación de úlceras— y un sobrino adolescente que lo veneraba: Plinio el Joven.
Este heredó los escritos del tío y se esforzó y trabajó por mantener su legado. Inmerso en la aristocracia romana, fue amigo de Tácito, de Seutonio y de Marcial. Pero más allá del mundo de las letras, Plinio el Joven coleccionó villas, fue senador y cronista del Imperio romano, en una de las etapas más oscuras, la de Domiciano.
La escritora británica Daisy Dunn indaga en la vida íntima y privada de los dos Plinios, en su relación y en cómo todo lo que ellos defendieron nos interpela en este convulso presente que vivimos. Lo hace en Bajo la sombra del Vesubio, una biografía narrativa y dual que, entretejiendo las cartas de Plinio el Joven con extractos de los libros de Plinio el Viejo, devuelve la vida al padre y al hijo adoptivo, al mentor y al discípulo, a dos de las mentes más brillantes de la Antigüedad clásica, a la vez que despliega a través de su mirada el fascinante panorama de la Roma del siglo I d. C.
Plinio observó con preocupación la evolución de sus compatriotas y cómo iba creciendo el gusto por la riqueza, por la acumulación y por ostentar cada vez más. Las conquistas iban trayendo lujos al Imperio, que suponían un emblema para presumir de clase social. La vuelta de Escipión de sus campañas en Asia Menor en el 189 antes de Cristo supuso la celebración de grandes desfiles y la creación de estatuas de bronce y tesoros que eran paseados por la ciudad, para disfrute de los ricos romanos.
Como bien explica Dunn en el libro, los Plinios detestaban aquello. Consideraban que el perfume o el marisco eran perjudiciales. Plinio censuraba el consumo de marisco y dejó cuantiosas indicaciones acerca de remedios naturales que podían combatir el "veneno del mar".
Plinio el Joven, por su parte, hizo carrera política y jurídica en Roma. Destacó como un gran orador. Vivía entre Roma y en una de sus villas en el lago Como. Allí fundó una escuela para niños y disfrutaba de la naturaleza del lugar y la defensa de esos valores que recogió de tu río.
El único discurso que se ha podido conservar hasta la Edad Moderna es a su vez uno de los más celebrados, el Panegyricus. Este extensísimo discurso en honor del emperador Trajano, pronunciado el 1 de septiembre del año 100 después de Cristo, gira alrededor de las victorias y logros del emperador. Descrito como "optimus princeps" o "el mejor de los príncipes", el texto brilla no solo por su valor histórico, sino como una muestra de la retórica política romana.
Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...