La intrahistoria de un cierre de mercado de locura que acabó con Antoine Griezmann de rojiblanco
El Atlético de Madrid volverá a contar con los servicios del francés, que deja el FC Barcelona
Madrid
El lunes por la noche Miguel Ángel Gil Marín y Saúl Ñíguez se iban a la cama tranquilos y convencidos de seguir juntos esta temporada. Y más cuando el propio jugador le había comunicado al club que se quedaba y que no iba a ir al Chelsea por mucho que se lo había pensado días atrás. Todos daban por cerrado el capítulo y, por tanto, el club no planteaba realizar ningún movimiento en la última jornada del mercado más allá de la salida de canteranos y jugadores que no contaban.
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Y la mañana del martes la situación dio un vuelco radical. Según fuentes del club, Saúl se puso en contacto con el Atlético para decir que se quería ir. Había decidido salir y que llevaría una oferta buena con compensación económica para el club y aceptar la cesión del Chelsea. Giro radical de los acontecimientos. Según Saúl, en declaraciones a Ibai Llanos, el movimiento lo hizo el club al haber tanteado a Antoine Griezmann y tener buenas sensaciones de cara a una posible vuelta. La palabra de uno contra la del otro.
Las cuentas del Atlético estaban claras: se ahorraban uno de los tres salarios más importantes de la plantilla, cerca de 15 millones de euros brutos al año, y el Chelsea además iba a poner cinco millones por la cesión. Esto, sumado al remanente de la ampliación de capital, daba margen para intentar lo que, a priori, se podía intuir como una locura de puertas hacia fuera. Miguel Ángel Gil Marín jugó a la perfección sus piezas en la partida de ajedrez que acababa de poner en marcha. Sabiendo las necesidades económicas del Barcelona, que ya había intentado meter a Griezmann en algún trueque con ellos, el deseo del francés de volver al club y la devoción de Simeone por su exjugador y amigo, empezó la partida que acabó en jaque mate.
Griezmann quería volver
Primero habló con Griezmann. Y al tener el sí del francés para volver inició los contactos con Mateu Alemany. Los dos dirigentes llevaron las negociaciones mano a mano, uno desde las oficinas del Barcelona y el otro desde las del Wanda. Horas y horas al teléfono entre una y otra llamada. No era una operación sencilla de trazar porque había que dar forma a la salida de Saúl y al regreso del francés. Y ponerse de acuerdo en la letra pequeña, que muchas veces es lo que más cuesta. Y con solo medio día por delante. Y el Barcelona metía otra variable más: fichar a un delantero para compensar la posible marcha del francés.
Las negociaciones iban avanzando muy poco a poco y negociando cada aspecto. Por la noche, cuando muchos ya daban por hecho el fichaje de puertas hacia fuera, la realidad es que no había acuerdo. Ni en el salario definitivo de Griezmann ni, sobre todo, en la cifra de la opción de compra de Griezmann. El Barcelona insistía en una compra del francés. El Atlético en una cesión con opción de compra. El tira y afloja se alargó hasta un punto que algunos comenzaron a ver la operación con cierto pesimismo si nadie cedía.
El sueldo de Griezmann dejó de ser un problema al aceptar una importante rebaja salarial pero quedaba cerrar la opción de compra. Y se había estancado. Estaba todo preparado para activarse pero no se cerraba el acuerdo y el tiempo pasaba tan rápido que casi se había agotado. Entonces llegó el sí de Mateu Alemany, que negoció con las manos atadas y supeditado a una situación económica tan precaria que obligaba a descapitalizarse y plegarse ante Gil Marín.
Comenzó la carrera para cerrar los documentos a tiempo para meterlos en el sistema y el problema era que el reloj casi marcaba la medianoche. Tres minutos antes del cierre de mercado se firmaron los documentos y a un minuto de que se agotara el plazo se metieron en el sistema. Un final de locura para un mercado de locura.