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Maniatados a Vox

Mañueco pasa de la razonable placidez que otorgaba convivir con Igea (Ciudadanos) a propiciar un Gobierno autonómico dependiente de Vox

El presidente de la Junta de Castilla y León y candidato del PP a la reelección, Alfonso Fernández Mañueco, comparece ante los medios tras conocer los resultados electorales autonómicos, hoy domingo en Salamanca. El PP, con el escrutinio próximo al cien por cien, ha obtenido 31 escaños, dos más que en los comicios anteriores. / JMGARCIA (EFE)

Madrid

Ni Pangloss, el irredento optimista creado por Voltaire en su Cándido, podría negar que la decisión de adelantar las elecciones en Castilla y León ha representado un gran fiasco para el PP. Mañueco, que aspiraba a gobernar con mayoría absoluta o, en el peor de los escenarios, en solitario con apoyo externo, Mañueco, en manos de Vox en Castilla y León a costa de quedar atado —o más bien maniatado— a Vox durante los próximos cuatro años.

El PP arrancó la campaña subido a la ola de la polémica por las macrogranjas y terminó pidiendo la hora enfangado en toneladas de remolachas, dudas sobre la estrategia de Génova, ataques al sanchismo y llamadas desesperadas a intensificar la presencia de Ayuso. Todo lo que podía salir mal salió peor. Las consecuencias son múltiples: Mañueco pasa de la razonable placidez que otorgaba convivir con Igea (Ciudadanos) a propiciar un Gobierno autonómico dependiente de Vox, una formación que paradójicamente detesta la España de las autonomías. Sencillo no va a ser, ni siquiera la negociación del previsible acuerdo de gobierno y el precio a pagar por presidir la Junta.

Si el resultado no es bueno para el PP en el ámbito regional, en el nacional es como poco inquietante. Toda la estrategia diseñada en Génova pasaba por arrasar en CyL, ganar en Andalucía, imponerse en la mayoría de las autonómicas y municipales de 2023 impulsados por el tirón de Madrid y rematar en las Generales de finales del 2023, fecha que debería suponer la tumba del sanchismo. La planificación ha saltado por los aires a las segundas de cambio. Sus dos principales rivales salen vivos o reforzados: a la izquierda, el PSOE salva los muebles pese a obtener unos resultados malos y perder casi 120.000 votos y, a la derecha, Vox da un golpe encima de la mesa y saca músculo en una comunidad en la que no esperaba grandes resultados. Lo han sido: 12 procuradores más, hasta los 13, y 135.000 votos por encima de los últimos comicios.

Es destacable también el empuje de los partidos que constituyen la denominada España vaciada, con Unión del Pueblo Leonés y Soria Ya! como principales exponentes de formaciones cuya única bandera es lo local y la defensa de las regiones que representan. Su empuje no es sólo relevante por lo que aportan, sino también por lo que restan a otros, especialmente al PSOE. La duda que no resuelven estas elecciones es qué ideología se esconde detrás de estas formaciones. Porque no hay partido sin ideología.

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Pese a perder 11 representantes, Ciudadanos puede darse con un canto en los dientes al mantener un procurador, pese a que sólo sirva para alargar una agonía que ya está interiorizada en el propio partido. Unidas Podemos pierde uno de los dos procuradores que tenía y nueve respecto a los de 2015. No son, por supuesto, buenos resultados y su futuro empieza a adquirir tonalidades naranjas.

El PP sale debilitado de unas elecciones que sólo el PP quería. Casado aspiraba a repetir el hito de Ayuso en Madrid, sin tener en cuenta que Castilla y León no es Madrid y Mañueco no es Ayuso. El dirigente del PP apostó por aglutinar el voto de la derecha y ha terminado convirtiéndose en el mejor activo de un Vox que ya cabalga con el pecho hinchado hacia Andalucía. Y lo que venga después. Diferenciarse de Vox mimetizándose con Vox no es, queda demostrado, la mejor estrategia posible. Porque te acaban poniendo la cara de color rojo intenso. El color de la remolacha.

Guillermo Rodríguez

Guillermo Rodríguez es director de los Servicios...