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Sociedad | Actualidad

A Jesús Quintero, dondequiera que esté

"Habló con lenguaje de FM cuando el mundo sintonizaba la onda media"

Sevilla

Jesús Quintero ha muerto y ha nacido su leyenda. Vivió su vida y la de todos. Obsesionado con elevar la comunicación al olimpo de las bellas artes, encontró su lugar en el mundo a través del silencio, la intimidad provocadora y el activismo transgresor. Pero al acabar la función, regresaba siempre al sonido del agua, a la atmósfera de su piano de cola en Radio Sevilla.

Fue vanguardia de la radio en la noche. Prescriptor de antídotos contra la infelicidad que hacían soñar despierto mientras arropaba a millones de españoles en un colchón con las escaras de sus anhelos.

Se encontró con los impares, los que iban a contracorriente, aquellos que nunca dejaban indiferente porque eran diferentes. Habló con presidentes y mendigos con la misma técnica periodística: quitarles la careta y contar su historia, dejando al aire su vida y su condición. Quintero encontró perfiles que soltaban verdades como puños en el metaverso de sus vidas relativas.

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En radio y televisión, usó los recursos a su alcance para entretener e informar desde la persuasión pasiva, una permanente llamada a la conciencia cívica disfrazada en el realismo mágico de sus personajes.

Diseñaba programas como obras de teatro. Construía cada noche un castillo de naipes de la evocación, un mar de dudas. Era pura dramaturgia en la estética de la palabra: su arma letal que apuntaba siempre a la hondura del ser humano.

Se ofrecía para ayudar al otro a sacar lo mejor de sí mismo. Y lo hacía entre la pausa y la sonrisa, con elegancia, gentileza, dulzura… Jesús era todo eso y también lo contrario: arrogancia y altivez. Puro teatro del instinto. Una fuerza de la naturaleza vestida con un foulard de colores imposibles, una planta carnívora que devoraba a sus presas atraídas por el color irresistiblemente chillón de sus palabras y gestos.

Siempre quiso rodearse de poetas, de artistas y de animales nocturnos que se bebían la vida a chorros en el patio de San Laureano, donde ensayaba el rockero Silvio, su entrevistado ideal.

Era el comunicador solitario al que no le gustaba la soledad . Era un gin tonic en el estudio de la calle Rafael González Abreu junto a una cubitera de Larios, la sopa de pescado que le acercaba Mariano García desde el bar Donald y un reguero de jovenzuelas que peregrinaban en busca de los versos con los que trufaba sus guiones.

Un genio de las ondas, un desastre para los negocios. Un artista envuelto en la niebla, la sintaxis atrapada en el humo de un cigarro. Él tenía el talento y el arte que asusta, divierte, provoca, enfada, excita, enamora, agobia.... Y mil millones de cosas más. Todo eso transmitía mientras conducía a sus entrevistados al corredor de la muerte de su vanidad, al abismo de sus contradicciones.

Jesús Quintero recordó sus años como 'El Loco de la Colina'

Jesús Quintero recordó sus años como 'El Loco de la Colina' / Cadena SER

Capataz del silencio, costalero del diálogo, farol de los sin voz, termómetro febril de la locura, notario de la palabra disruptiva, indexador de historias imposibles, buscador del arte por encima de la verdad. Habló con lenguaje de FM cuando el mundo sintonizaba la onda media.

El mejor homenaje que podemos hacerte, Jesús es leer un buen libro y callarnos, guardar silencio antes de decir tonterías. Ahora podrás entrevistar a Fidel o a tu tocayo de Nazaret. A partir de ahora estarás hecho de la sal de Onuba que se huele desde San Juan del Puerto. Quintero, cuando bajes a los infiernos a encender el pitillo y pagar lo que se debe, siéntate junto al piano blanco de Radio Sevilla y disfruta del silencio de la eternidad.