Pacientes ingresados que duermen en sillas de plástico: la inaudita situación de las Urgencias del Hospital Universitario de Canarias
Algunos enfermos pasan hasta tres días durmiendo, comiendo y recibiendo tratamiento por vena sentados en una silla en las salas de espera o en el pasillo de las Urgencias
Santa Cruz de Tenerife
Solo hacen falta seis horas y un par de testimonios para conocer cómo es estar en las urgencias de un hospital. Probablemente, una situación complicada que se repite mucho más de lo que desearían tanto pacientes como trabajadores. Las imágenes de los pasillos llenos de camillas saltan en los medios cada cierto tiempo para mostrar una realidad que, con más camillas o con menos, se vuelve insostenible para los que tienen que pasar horas allí.
A la hora de las visitas de la tarde en el Hospital Universitario de Canarias, un gran número de familiares se agolpa en la puerta preguntando por el paciente que tienen dentro, a lo que, el personal que se encarga de recibir, no sabe muy bien qué indicaciones darles porque ni si quiera saben con exactitud dónde está ese paciente en concreto: ¿pasillo?¿sala de espera?
Las familias consiguen entrar y aquello se vuelve un desafío: encontrar al paciente entre camillas, sillas, sillones o salas. Se oye cómo se gritan los nombres esperando a que, desde algún lugar, alguien levante la mano y, por fin, puedan estar con el enfermo.
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La situación es realmente dramática como paciente: entran por el triaje, le califican y le asignan un puesto. Con un poco de suerte (o muchísima, según a quien se le pregunte) le mandan a un sillón reclinable que todavía está caliente del anterior enfermo a quien lo más probable es que se lo hayan llevado a hacerse una prueba y, cuando vuelva, ya no esté ese puesto libre y le toque buscar otro.
También depende de la gravedad de la urgencia: si se trata de una fractura o dolor de espalda, lo más probable es que hagan lo posible por proporcionarle un sillón de esos. O no, porque un señor con lumbago estuvo durante más de 5 horas doblado sobre dos sillas de los asientos que se suelen encontrar en las salas de espera.
Hasta tres días en una silla
Pacientes con diversidad de diagnósticos, con tratamientos y con dolencias que tienen que soportar hasta tres días sentados en una de esas sillas. Y no precisamente esperando triaje, sino siendo tratados con medicaciones orales o suministradas a través de una vía intravenosa. Los pasillos de Urgencias se convierten en un "desfile" de carritos porta sueros que, la gran mayoría de veces, están compartidos por dos pacientes.
Ir al baño o acercarse al puesto de enfermería para pedir agua es una tarea difícil cuando por el camino se encuentran sillas de ruedas, camillas y piernas de personas que no las pueden doblar por alguna dolencia. Pero la cosa se complica cuando hay que trasladar una camilla de un sitio a otro. No son especialmente pequeñas y, ante situaciones de tal colapso donde se han puesto sillas de más para sentar a más pacientes, no es fácil moverlas.
¿Qué se hace en ese caso? El enfermero en cuestión pide, en voz alta, que una fila de unas 5 o 6 personas se levanten de su silla, por favor, para que la camilla pueda girar. Pacientes que tienen su porta sueros, su vía abierta, que están vestidos con la bata del hospital abierta por detrás, que sobre los hombros llevan una manta y que, encima, cargan sus cosas en una bolsa de plástico. Pacientes que, además de todo eso, tienen muletas, bastones o más de 80 años y una úlcera en el pie.
Resignación e impotencia
"En lo que uno se levanta y se vuelve a sentar, al menos se entretiene", dice una de las mujeres que espera a que la bajen a rayos para hacerle una radiografía por un dolor que tiene en un brazo. Resignación e impotencia es lo que se respira en esos pasillos. Y educación por parte de la gran mayoría de personas que esperan horas por una prueba. "Hay gente más urgente que yo, es normal que tenga que esperar". Sí, para eso funciona el triaje, pero eso no le quita a los pacientes su derecho de ser atendido en condiciones. A todos.
Pasan las horas y algunos, después de una prueba y un tratamiento, se pueden ir a casa. El resto que se tiene que quedar desea que lo que se quede libre sea un sillón y así poder estar un poco más cómodos, pero los sillones son pocos y están para las personas con patologías más complicadas. Así que tocará pasar la noche sentado en una silla, con una manta azul por encima y la cabeza apoyada en el cristal o en la pared, depende del lugar. Y con suerte será solo una noche, a no ser que venga el médico y diga que "mejor 24 horas más de observación", a lo que los pacientes preguntan desesperados: "¿pero aquí?". Sí, ahí, no hay más sitio.
"Diagnóstico compartido"
A veces, de madrugada, se suele liberar un poco la sala de espera, que se ha convertido en una "sala de pacientes" improvisada donde los enfermos pueden ocupar más de una silla y tumbarse, con lo que a lo mejor, si vas por un dolor de barriga acabas saliendo solo con dolor de espalda.
¿Y dónde queda la privacidad a la hora de hablar con el médico? No existe. Al final la sala de espera se transforma en una gran habitación compartida por unos 15 o 20 enfermos de diferentes patologías que, cuando el médico o médica viene a darles información, los datos también se comparten.
Y todos se acaban enterando de lo que le pasa al prójimo: "pobre", se dicen entre varios cuando el facultativo le dice a un señor que deben operarlo para ponerle un catéter porque ha perdido sangre tras una caída por las escaleras. Y de la chica que estaba embarazada de riesgo también se enteraron todos.
Por su parte, fuentes del Hospital Universitario de Canarias reconoce que en determinados momentos hay picos de pacientes en urgencias, pero hasta ahora no se ha obtenido una respuesta oficial.
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