Albinos, el infierno africano de los inocentes

Alcobendas

En nuestra sección de Enigmas de la Historia, no son pocas las veces que nos hemos sumergido en la caza de brujas, los juicios por herejía y otros sinsentidos que se llevaron a cabo hace siglos en Europa y el Nuevo Mundo. Todo ello no deja de sorprendernos aunque hayan pasado ya tantos años desde que los llamados autos de fe fueran una suerte de espectáculos públicos. Lo más estremecedor, sin embargo, no es recordar este pasado atroz, sino saber que a día de hoy, en pleno siglo XXI, el de los satélites y la tecnología punta, el siglo de la inteligencia artificial y la ciencia ficción hecha realidad cotidiana, continúan sucediendo cosas parecidas, si cabe aún más tremendas.

África continúa siendo el continente más enigmático de todos, quizá el más salvaje, el que recuerda con más fuerza al mundo primigenio donde el hombre dio sus primeros pasos, un continente donde la vida y la muerte libran un pulso constante. Es también la cuna de la superstición, de la brujería moderna y el miedo a lo ignoto. La mayoría de ello fruto del analfabetismo, la miseria y la desigualdad, unida a las faltas de expectativas por conseguir un futuro mejor.

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Cuando el virus Ébola azotó sin piedad el continente negro, miles de personas –principalmente niños– fueron acusados de brujería, de causar la enfermedad, y abandonados o asesinados por ello sin piedad. Pero erradicada ya la enfermedad, la población que en el continente más sufre el azote de la intolerancia y la irracionalidad son los albinos, que experimentan una ausencia congénita de pigmentación que los convierte en extraños en su propia tierra, a pesar de que en África el albinismo es cuatro veces mayor que en Occidente debido a la endogamia. Allí, los albinos son objeto de salvajes matanzas en la creencia de que sus miembros –que les arrancan sin piedad– pueden atraer la suerte y la bienaventuranza, e incluso su sangre portar cualidades mágicas, una creencia arcaica que nos remite a los “sacamantecas” que sembraron el pánico en la España de finales del siglo XIX y principios del XX.

Por lo general, son los hechiceros de las comunidades rurales –principalmente de Tanzania, el país que más acusa dicha superchería–, quienes pagan grandes sumas de dinero por los restos de los albinos, con los que hacen verdadero negocio. En 2008, después de muchos crímenes que se remontan décadas atrás, las autoridades tanzanas decidieron tomar cartas en el asunto para intentar erradicar esta lacra a la que Occidente no debe dar la espalda para contribuir a su erradicación.

Hoy, en nuestra sección de misterios de la historia, hablamos de magia y brujería, del “Infierno africano de los inocentes”, con el redactor jefe de la revista Enigmas, Óscar Herradón.