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INVESTIDURA EN ANDALUCÍA

Las familias de Juanma

El discurso presidencialista y centrado de Juan Manuel Moreno conecta con la ilusión de cambio, pero requerirá equilibrios y acuerdos con dos partidos que, como ocurre en muchas familias, no se soportan

El líder del PP-A, Juanma Moreno (c), es felicitado por militantes y simpatizantes de su partido tras su intervención en el debate de investidura / Julio Muñoz (EFE)

Sevilla

Dos referencias a Adolfo Suárez y la equiparación del cambio histórico en Andalucía con la Transición denotan que Juan Manuel Moreno ha buscado la centralidad en su discurso de investidura. Un manifiesto de intenciones en clave presidencialista, con referencias a Kennedy y Virgilio y con la humildad y el diálogo en el frontispicio de su acción política.

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Pero, ¿cómo dialogar a la derecha con 26 diputados y dos partidos que no se quieren sentar a la misma mesa? La bandera de la alternancia ondea ahora mismo a favor. Hay viento de cola y es legítimo y deseable que Moreno disponga de margen suficiente para ejecutar su hoja de ruta. Necesitará, en cambio, una posición más contundente que la mostrada en su discurso contra la violencia machista si quiere sacarla de la contienda política y ser creíble ante las miles de mujeres y hombres que han rodeado el Parlamento. Y necesitará mucho más que nombrar a Lorca, Alberti, Machado o Blas Infante si quiere reconducir la grieta institucional y social que supone tumbar la ley andaluza de Memoria Histórica.

Moreno anuncia una batería de medidas contra la corrupción. Y acierta. Se muestra como el adalid de la transparencia frente a cuatro décadas de clientelismo en la Junta. Pero su partido no anda muy sobrado para dar lecciones. Bienvenidas en cualquier caso todas las medidas de transparencia y control que aporte el nuevo gobierno.

El éxito del nuevo Presidente andaluz no se medirá tanto por lo que desmonte –el margen real no es tan amplio- como por las medidas que ponga en marcha en beneficio de la gente. Ha desgranado su programa pactado con Ciudadanos y Vox, aunque no ha dicho nada de los 600.000 empleos que prometió en la campaña electoral.

Moreno ha logrado el cambio y será presidente de Andalucía. Un sueño que hace sólo unas semanas habría existido solamente como single de falsas realidades, nombre del grupo musical del que formó parte en su juventud. El idilio de la derecha para gobernar, su voluntad de alternancia tras cuatro décadas de socialismo, es mayor que cualquier otra variable ahora mismo. Su discurso, sin embargo, entraña el riesgo de tornarse en una peligrosa forma de estrabismo político: estar más pendiente de las desavenencias entre Ciudadanos y Vox que de las necesidades reales de nueve millones de andaluces. Hará bien en primar lo segundo, porque es ahí donde está su auténtica familia.

 
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