Robledillo de Gata o la pausa en el tiempo
La población de la Sierra de Gata une arquitectura tradicional, paisajes, biodiversidad y mucha tranquilidad
Plasencia
Entre los muchos paraísos de la provincia de Cáceres, tal vez, aquellos más recónditos, más alejados, son los más mágicos. Eso sitúa al norte de Cáceres y a la Sierra de Gata como una de las comarcas en las que todavía se puede sentir que el tiempo quedó encapsulado entre sus valles.
Limitando con Las Hurdes y con la provincia de Salamanca, encajonado en uno de los valles de esta sierra, Robledillo de Gata, a las orillas del río Árrago y rodeado de olivos, pinos, acebos, en bancales que el tiempo y las manos de los agricultores y los cabreros de la sierra han modelado a base de siglos de trabajo.
Un pueblo de piedra, madera y adobe que mantiene la conservación de los siglos XV y XVI, enmarcado uno de los parajes naturales mejor conservados de Extremadura como es el valle del Árrago y donde nos encontramos los productos tradicionales que se siguen elaborando de manera natural.
Miel, polén, caldereta de cabrito, aceite de oliva de manzanilla cacereña son los ingredientes de la gastronomía sierragatina y que se enriquecen con la pureza de su aire, los paisajes salvajes de La Lagartera, Los Cuartejones, El Bolo o los Calvarros. Robledillo de Gata ofrece al visitante no sólo ese remanso de paz que supone un pequeño pueblo de sierra rodeado del agua del río, las chorreras y las gargantas al que se une una arquitectura tradicional y la cercanía de sus gentes.
Un destino de desconexión de los digital, si se desea, ya que las nuevas tecnologías están presentes en el día a día de los habitantes de Robledillo, pero para el visitante es el lugar ideal para dejar el móvil en el cajón de la casa rural mientras se pasea por el pueblo o sus caminos, entre naturaleza y con la oportunidad de disfrutar de la biodiversidad de una de las joyas medioambientales de Extremadura.