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Si Santa Rita no va a la montaña...

El sancto sanctorum de la repostería navideña jerezana trata de vencer la mala accesibilidad con el "monja móvil", los exquisitos dulces de siempre a domicilio

Varias monjitas de Gracia, trabajando en el obrador del convento / A Boca Llena

Jerez de la Frontera

Renovarse o morir. Salvado el grave problema de la crisis de vocaciones con la llegada escalonada de dieciséis religiosas keniatas, a las monjas de Santa Rita se les presenta un nuevo problema que afecta a su principal fuente de ingresos. La venta de dulces ha ido languideciendo debido a la mala accesibilidad al convento. Sólo la venta de sus productos por parte de la cofradía del Nazareno y un puesto que les proporcionaba el Ayuntamiento todos los años por estas fechas en el mercadillo navideño había conseguido salvarles los muebles.

Entrevista con Sor Fátima, superiora de las monjas de Gracia

08:56

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Pero este año el consistorio puso algunos impedimentos y esta vía de ingresos peligraba, lo que llevó a un voluntario a proponerles crear un "monja móvil" para repartir dulces a domicilio. En apenas unos días, la iniciativa se ha hecho viral y sor Fátima, la superiora, no deja de atender al teléfono, hasta el punto de incomodar más de lo debido su vida contemplativa, que no deja de ser la vocación y la principal necesidad de toda la comunidad.

Sor Fátima y Sor Auxiliadora, ante la masa de los mazapanes

Sor Fátima y Sor Auxiliadora, ante la masa de los mazapanes / A Boca Llena

En Abocallena hemos querido ser testigos de todo el revuelo que se vive estos días intramuros. Para ello hemos pedido cita a la comunidad de religiosas. Con ella me unen estrechos lazos afectivos desde hace más de cuatro décadas. No en vano, fui uno de los niños jerezanos que en los setenta tuvieron la suerte de pasar por su desaparecida guardería de la plaza Melgarejo, hoy convertida en taller de costura y bordados, con cuyos ingresos las monjas agustinas se ganan el sustento el resto del año.

La banda sonora de mi infancia tiene los acordes del "Chiquirritín" que me enseñaron ellas y del resto de coplas navideñas. Huele a colonia de niño en el Seat 154 de color blanco de Oliva, la madre de los Abreu, camino de la guardería. Al imponente limonero que presidía el patio. A las meriendas a base de amarguillos, sultanas de coco y limonadas. Al hábito limpio y almidonado de Sor Paz, Sor Mercedes y Sor Fátima.

Otra de las hermanas, frilendo pestiños

Otra de las hermanas, frilendo pestiños / A Boca Llena

La primera de ellas falleció hace ya unos años. Pero he tenido la suerte de reencontrarme con las otras dos gracias a la gentileza de la superiora, que me ha citado este lunes a las cinco de la tarde.

He sufrido la mala accesibilidad al lugar. La tarde amenaza lluvia y he optado por ir en coche. Las pocas plazas existentes están reservadas para residentes. Me la he jugado y justo en la trasera del convento he aparcado en una de las plazas reservadas a los miembros de Asamblea Cristiana.

Dos hermanas preparando las bandejas de pestiños

Dos hermanas preparando las bandejas de pestiños / A Boca Llena

La puerta exterior está abierta y entro al pequeño patio desde el que se accede a la iglesia y que sigue hasta el torno. Al fondo se encuentra la puerta de madera de doble hoja con contecta con la zona de clausura. Me abre una de las monjas keniatas. Era lo más probable, porque quedan sólo cinco españolas, y excepto la superiora pasan todas de los ochenta y llevan una vida más tranquila que las jóvenes africanas. Me invita a que pase y espere junto a una fuente presidida por una imagen del Sagrado Corazón de Jesús en mármol. Al minuto llega la madre superiora, de respetable estatura y cordial en el trato. Hablamos unos minutos de mi experiencia pasada en la guardería y me invita pasar al obrador.

Allí, como si el tiempo se hubiera detenido hace décadas, un grupo de hermanas de color enmelan pestiños, rellenan empanadas con cabello de ángel y preparan la masa de los polvorones y mazapanes siguiendo las centenarias recetas del convento. Como guardiana de todo aquello, la hermana Auxiliadora, que acaba de celebrar sus bodas de diamantes como religiosa.

Interior del torno del convento, donde se preparan las cajas con los mantecados

Interior del torno del convento, donde se preparan las cajas con los mantecados / A Boca Llena

Como entenderán, soy poco objetivo a la hora de valorar la calidad de la respostería que se despacha en el torno de Santa Rita. Desde que me alcanza la memoria, los mantecados que comíamos en casa eran los del escudo con la santa, una de las populares por cierto en todo el orbe católico. Me quedo con las maravillosas tortas de polvorón (sobre todo las de chocolate), aunque son más conocidos los mantecados de canela, de vainilla, de chocolate y de almendra, unos deliciosos pestiños y las figuritas y barras de mazapán. Todos son sinónimo de sabores navideños auténticos que en Jerez han pasado de generación en generación.

Ahora, gracias a la iniciativa de este voluntario que quiere permanecer al margen de todas esta movida, los dulces de las monjitas de Gracia pueden llegar a casa de todos los jerezanos sólo por un euro más de coste llamando a los teléfonos: 956 34 36 32 ó 631 876 807.

Tras una experiencia entre melancólica y mística, me despido de Sor Fátima, la superiora. También de Sor Fátima, la más bajita del convento pero con la sonrisa y el corazón más grandes. Me marcho con la alegría de haber visto a Sor Mercedes igual de bien que siempre, pese a sus noventa y un años tan bien llevados que no le impiden sacar patrones para la costura a través de Google y escuchar al mismo tiempo la predicación de un sacerdote en un canal de Youtube, demostrando que el dominio de la tecnología no tiene porqué tener edad.

Sor Fátima y Sor Mercedes, bromean en el taller de bordados

Sor Fátima y Sor Mercedes, bromean en el taller de bordados / A Boca Llena

Al llegar al coche caigo en la cuenta de que no me he llevado ni un dulce del torno. Afortunadamente, el servicio de reparto a domicilio no será excusa para que en casa no falten tampoco estas Navidades los aromas inconfundibles de la repostería centenaria de las monjas de Santa Rita.

 
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