Cómo afecta la crisis sanitaria en las fallas más allá del Cap i Casal
El aplazamiento de las fiestas falleras a causa del Covid-19 dejó en vilo, no solo a las comisiones de la ciudad de València, sino a colectivos de más de 50 localidades de toda la Comunitat Valenciana
Valencia
Fatídico diez de marzo en la Generalitat. El Presidente Ximo Puig suelta un bomba que, aunque esperada ya en muchos círculos, deja consternada a la sociedad valenciana y en estado depresivo al colectivo fallero. La crisis sanitaria quiebra el ritual festivo en un punto de no retorno. Las Fallas 2020 quedas aplazadas.
Más de 300 casales de la Ciudad de Valencia y otros tantos en el resto de la Comunitat, desde Banicarló hasta Dénia, intentan encajar el golpe más doloroso de su historia. Lo que no pudieron otras pandemias, ni riadas ni el terrorismo lo ha podido el coronavirus.
El gobierno municipal, acuciado por las circunstancias, articula una respuesta inmediata. El derrumbe afecta a sectores tan primordiales para nuestra economía como el turístico, la epidemia no hace rehenes. En aquellas interminables horas se fragua en el consistorio una nueva fecha de celebración, del 15 al 19 de julio, un trasplante a corazón abierto que en primera instancia alargara la vida del paciente. Como diría Ariño en La Ciudad Ritual, las fallas de julio aparecieron en la opinión pública como el resplandor de una existencia que se antojaba miserable. La fiesta popular emergía como el corazón de una sociedad sin corazón.
Pero secularmente la ciudad hanseática no avista más allá de su huerta. La coyuntura redime a los poderes públicos del Cap i Casal, Junta Central Fallera ha vestido a su santo, pero el esperado gesto hacia las Juntas Locales de más de 50 localidades de todo el territorio valenciano, no llega. El mensaje es interpretado como un: “sálvese quien pueda y como pueda”. Históricos de la fiesta como Xàtiva, Alzira, Gandía, Torrent, Sagunt o Borriana emprenden su propia andadura, tortuosa, con un rumbo marcado inevitablemente por las autoridades sanitarias. Unos deciden acoplar las fallas al calendario festivo municipal, otras lo dejan en manos de la casuística para poder celebrarlas lo antes posible. De cualquier decisión subyace una gran incertidumbre.
Sin embargo la realidad es tozuda, y mes y medio después, la llama de las fallas 2020 empieza a difuminarse de norte a sur de nuestro territorio. El día a día es un mazazo continuo contra cualquier plan de futuro. Ya pocos contemplan factible el medio plazo y los escenarios más plausibles pasan por otoño y en un formato exprés el cual no despierta gran entusiasmo entre las comisiones, ahora más preocupadas por formular un plan de contingencia que asegure su viabilidad. Una situación que se agrava en muchas poblaciones donde las subvenciones son mínimas y el 90% del presupuesto depende de las cuotas y de los ingresos durante la semana fallera. Y en este escenario, guardar las fallas de 2020 ya construidas (y pagadas) para plantarlas y quemarlas en 2021, empieza a cobrar fuerza.
La esperanza que todavía existe en Valencia capital de poder quemar y cerrar el ejercicio 2020 con dignidad, sustentada como es obvio en el respaldo municipal en forma de una ayuda extra del 37.5% sobre el presupuesto del monumento, no encuentra los mismos adeptos más allá de las cruces de término.
Primero fue la localidad de Carlet la que anunció la suspensión de las fallas 2020, después Buñol, luego tal vez sea Bétera y quién sabe si a continuación vendrán Torrent, Alzira o Xàtiva. La opción está encima de la mesa de las distintas Juntas Locales, y la derivada se complica si además añadimos a la operación el eslabón más débil y fundamental: los artistas falleros, cuya máxima sigue siendo la de quemar a toda costa y liberar los talleres para poder empezar a trabajar y facturar los nuevos proyectos.
Todos los actores coinciden en que la situación es muy compleja y que requerirá de un consenso entre todas las partes con el objetivo de encontrar una salida digna a las Fallas de 2020, para salvar las de 2021 y que los talleres falleros puedan seguir con su actividad. Habrá que exigir responsabilidad y sensibilidad para que nuestra fiesta grande, la que vertebra al pueblo valenciano y fue declarada por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad, pueda superar este momento delicado y resurgir con más fuerza. Atendiendo a los antecedentes, no me cabe ninguna duda de que así será.