Descubrimos a Josep Gosalbes, el humanista alicantino que conquistó Europa
El profesor Antoni Biosca nos cuenta la historia de este prolífico humanista del Renacimiento que llegó por el azar a Bruselas y que nunca olvidó su tierra de nacimiento
Entrevista a Antonio Biosca sobre el humanista alicantino Josep Gosalbes
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Alicante
Josep Gosalbes de Cunedo, desde que se instaló en Bruselas, dejó una enorme obra poética que escribió en latín, la lengua culta de la época, que dominaba a la perfección, lo que se traducía en obras de alto nivel intelectual y con un complicado estilo. Entre los años 1595 a 1601 escribió sobre diferentes temas desde los nobles de la época a la reforma del calendario gregoriano sin olvidar una profunda animadversión que le producía el protestantismo.
En la lluviosa Bruselas de la época siempre le acompañó el recuerdo de su tierra, a la que dedicó varios poemas: como el que escribió con motivo de la creación del Obispado de Orihuela en 1564; o los que dedicó a la montaña alicantina o al Benacantil y a lo que hoy conocemos como la Cara del Moro. En estas composiciones aparecían ninfas, centauros y otros seres mitológicos propios de la época del Renacimiento.
Sus obras tuvieron un cierto éxito en las escuelas alicantinas hasta que cayeron en el olvido. En la actualidad, un equipo de latinistas de la Universidad de Alicantetrabaja en la edición y traducción de sus obras completas y gracias a ellas, también van descubriendo otros hechos de su azarosa e interesante vida.
En un artículo de la revista Saó, el profesor Antoni Biosca repasa la historia de Josep Gosalbes de Cunedo desde su nacimiento a su muerte. Y desvela las muchas penalidades que le llevaron a instalarse en la actual capital belga, por aquel entonces parte del Imperio Español.
Nos cuenta que en 1588, como médico se enroló en la tripulación del barco San Mateo, que formaba parte de la denominada Armada Invencible y que sufrió los embates de los navios ingleses. La embarcación naufragó junto a la costa de Holanda. Él se pudo salvar, aunque fue hecho prisionero, pero, junto al pecio, todos su libros de emblemas se fueron al fondo del mar.
Su formación le salvó de la muerte ya que gracias a la ayuda de Just Lipsi, principal humanista del momento, y de otros nobles holandeses pudo escapar de la prisión e instalarse en Bruselas en donde fue acogido por la comunidad católica. De ahí, su profunda aversión a los protestantes holandeses que le encarcelaron.
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