A mil besos de profundidad

Córdoba

De un tempo acá, me he propuesto recuperar el sueño y los sueños, ambas cosas. He decidido rescatar aquella infancia en la que soñar era gratis, ilusionante y no dolía. Y quiero soñar en condiciones, “como Dios manda”, y a ser posible, hacerlo entre la ilusión febril y el delirio quimérico; mientras más alejado de lo real, mejor. No sé si todavía seré capaz de reconquistar aquel territorio onírico en el que uno deambulaba en una actitud duermevela dejando apenas un fino hilo de esperanza que lo impregnaba todo.

Comenzaré con sesiones de 10 minutos, cualquier momento del día será bueno, en el autobús camino a casa, en el paseo hacia el trabajo, pero sobre todo, en ese intervalo de tiempo que hay entre que me tumbo en la cama y logro dormirme. Con un poco de suerte conseguiré reactivar aquella imaginación aliada que te eleva de lo real y ejerce de bálsamo. Y trataré de sonreír más porque he descubierto, mirando a mis hijos dormir, que la sonrisa es la aliada del sueño.

En esta sociedad saturada de estímulos, repleta de ansiedades y atestada de objetivos, los sueños se han prostituido a la categoría del deseo, sospecho que me están quitando el descanso y además duelen. Necesito una cura que me desintoxique de este optimismo tirano que no deja resquicio para lo humano.

Leeré de nuevo el Principito, y la Conjura de los necios, alternaré a Frank Sinatra con Leonard Cohen y recuperaré de vez en cuando aquellos bordes tostados de las palmeras de chocolate artesanales que me recuerdan a mi infancia. Quien sabe, si los hados se ponen de mi parte igual logro separar mis sueños de mis deseos.