El Frente Polisario elige la guerra contra Marruecos como única solución
Desde que el Polisario llamó a la guerra el 14 de noviembre, tras la intervención militar de Marruecos en Guerguerat para disolver una concentración de civiles saharauis, los jóvenes en los campamentos de Tinduf se alistan al frente
Rabat
Marruecos y el Frente Polisario han roto el alto el fuego firmado en 1991 después de que algo más de un centenar de activistas saharauis de los campamentos de refugiados fueran desalojados en la franja desmilitarizada de Guerguerat. Desde el 21 de octubre, algo más de medio centenar de activistas saharauis impedían el tráfico de camiones por la frontera con Mauritania, hasta que el 13 de noviembre las Fuerzas Armadas Reales (FAR) marroquíes intervinieron militarmente. Los saharauis concentrados huyeron, y se quemaron las jaimas donde se concentraban. Ese día hubo un intercambio de disparos de medio hora sin bajas entre los ejércitos de Marruecos y el Frente Polisario. Al día siguiente, un decreto de Brahim Gali, presidente de la República Árabe Sahararui Democrática (RASD) y líder del Frente Polisario, dio por roto el alto el fuego. Escucha la crónica completa en Hoy por Hoy Tenerife aquí:
Crónica de Sonia Moreno en Hoy por Hoy Tenerife con la última hora del conflicto en el Sahara
11:16
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Desde entonces el Ejército de Liberación Popular Saharaui (ELPS) emite partes de guerra diarios y hostigan a Marruecos en varios puntos del muro de separación.
Por su parte, Marruecos se defiende, y silencia el enfrentamiento aludiendo a una “guerra mediática” o “guerra fake”, y moviendo los contactos en el ámbito diplomático para intentar incluir al Frente Polisario dentro del listado internacional de grupos terroristas.
Para el Frente Polisario la guerra parece la única salida ante la inactividad de la ONU, que no ha nombrado enviado especial para el secretario general desde principios de 2019, cuando dimitió Horst Kohler. Además, ha renovado un año más la Misión de Naciones Unidas para el Referéndum en el Sáhara Occidental alargando el conflicto después de 45 años.
En los últimos años, Marruecos ha hecho una colonización económica y religiosa de los países africanos, que actualmente están abriendo consulados honoríficos en las dos principales ciudades del Sáhara Occidental, El Aaiún y Dajla. De hecho, las autoridades asfaltan la franja desmilitarizada de Guerguerat donde se produjeron los incidentes el 13 de noviembre y ya ondean las banderas marroquíes, construyen una mezquita en la zona, y amplían el muro 200 kilómetros, sin que la comunidad internacional ni la ONU replique.
Los tambores de guerra ya sonaron en el decimoquinto congreso de la RASD el pasado mes de diciembre en Tifariti, los territorios liberados del Sahara Occidental, con un ultimátum a Marruecos y a la comunidad internacional. Entonces Ubbi Bucharaya, representante del Frente Polisario en Francia y portavoz del congreso, explicaba a la SER, “Volver a tomar las armas sigue siendo el medio principal en nuestras manos para obtener nuestros derechos. Lo ha sido, sigue siendo y seguirá siempre, estar con el Movimiento de Liberación luchando por la libertad de nuestro pueblo y la descolonización de nuestro territorio”.
El ejército saharaui se nutre de soldados voluntarios, y solo de los campamentos de refugiados, para no poner en peligro a la población del Sáhara Occidental.
A los militares que ya estuvieron en la guerra del Sáhara Occidental hasta 1991 se unen ahora la generación de jóvenes formados, algunos en el extranjero y que no han hecho el servicio militar. Por eso a la Academia Militar Luali Mustafa Sayed en Rabuni se han unidos dos centros de especialidades que acogen a 700 jóvenes en un espacio para 300 personas. Allí se forman antes de coger las armas dos hermanos de la familia Salama, Bala y Luali. Ambos estudiaban y trabajaban fuera de los campamentos de refugiados, en Argelia y España, pero han vuelto “para luchar por la causa, que ahora está en un primer plano”.
“Es como una señal para que nosotros luchemos por independizarnos, por poder vivir en nuestra tierra sin tener que ir pidiendo permiso para salir y para entrar, siempre sintiéndote casi como un extraterreste. Ahora mismo la solución reside más en nuestras manos”, explica Bala Salama en una entrevista telefónica con la Cadena SER.
Los padres de Bala ya estuvieron en la otra guerra, su madre Lazisa como enfermera, y su padre es militar. El tercer hijo de la familia es también enfermero. Bala trabajaba en ACCEM en Madrid hasta que llegó el confinamiento. Tenía planes de futuro porque acaba de tener un bebé con su esposa Mamia, pero truncó sus sueños para luchar.
Al frente se han ido los que ya tienen formación en defensa o han hecho el servicio militar. Es es el caso del Doctor Jalil Yamuni, que el viernes pasado viernes dejó su casa de Smara a sus hijas de dos y tres años. También abandonó su trabajo en el hospital y cerró su clínica privada. Precisamente este joven estudió en España y Cuba hasta que hace una década volvió a los campamentos.
De esta manera, se une la generación de veteranos que ya luchó hasta 1991 y los jóvenes formados pero “hartos”, que llevan pensando en la guerra desde hace años como salida a una situación estancada “sin un futuro viviendo -dicen- en el exilio y pensando que van a morir en el exilio”.