Las enfermeras del Zendal describen el caos desde dentro: "Hay errores que son de primero de pandemias"
Las trabajadoras del hospital describen la situación como desastrosa y denuncian que falta medicación y material
"El nivel de enfermería es muy bajo y eso repercute en los cuidados", asegura una profesional
"Si pasa algo, la mayoría de los pacientes están muy vendidos", dice otra
La dirección dice que se dan problemas, "como en todos los hospitales"
Las enfermeras del Zendal describen el caos desde dentro: "Hay errores que son de primero de pandemias"
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Madrid
María (nombre falso) se ha pasado los primeros nueve meses de la pandemia de COVID-19 en las urgencias de un gran hospital, pero la Comunidad de Madrid, como a otros cientos de sanitarios, ha decidido trasladarla al Isabel Zendal bajo pena de no volver a contratarla durante un año. Sus primeras impresiones en el área de hospitalización de lo que Isabel Díaz Ayuso definió como “uno de los mejores hospitales del mundo" han sido nefastas. Asegura, de hecho, que se encontró “un desastre”.
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“La calidad asistencial deja mucho que desear. Faltan protocolos, procedimientos, conocimientos, organización y personas al mando que hayan organizado todo esto”, explica. “Es un caos. Siempre falta material. Cuando no son guantes es alcohol o pijamas para los pacientes. Y las basuras son enanas [muy distintas al estándar hospitalario], por lo que se ha tenido que improvisar con cajas de cartón”.
Otro de los aspectos que más quejas suscita entre las personas hospitalizadas es el de los baños: “Hay dos, con dos retretes cada uno, para 48 pacientes. No hay ninguna intimidad y muchos vienen a decirnos que han intentado ducharse un par de veces, pero que estaban tan sucios que lo han desestimado. Otro me preguntó que si iba a poder darle otro camisón porque llevaba cuatro días con el mismo y estaba lleno de manchas de sangre”.
La desorganización es tal que, por la noche, para apagar las luces, se ha visto obligada a ir bajando fusibles sin saber qué estaba apagando exactamente. “Algunos controles de enfermería aún no tienen techo, así que nos quedamos a oscuras. Igual que algunos baños del personal. Yo tuve que hacer pis alumbrándome con la linterna del móvil, por ejemplo”.
Testimonios de las enfermeras del Zendal: "Llegamos a estar a 14 grados trabajando"
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Tampoco ayuda, en su opinión, la política de recursos humanos: “El nivel de enfermería es muy bajo y eso repercute en los cuidados”, lamenta. “Me dan un parte muy pobre en detalles, limitándose a decir si el paciente lleva oxígeno y cuál es su saturación. Todos tienen neumonía, pero esto no es medicina de guerra. En enero de 2021, y con el bagaje de estos meses, ya no deberíamos aspirar solo a que el paciente no se muera ahogado”.
Los motivos, desde su punto de vista, son evidentes: “La mayoría de las enfermeras contratadas para reforzar la atención durante la pandemia tienen entre 22 y 26 años. Gente que se incorporó en marzo, estando de prácticas, y que se ha quedado. ¡Yo he coincidido con un enfermero que nunca se había puesto un EPI! El problema es que no los mezclas con gente con experiencia y la atención se ve afectada en el manejo del paciente y la capacidad de respuesta”.
María, que es una enfermera curtida, también denuncia las carencias de quienes deberían velar por que todo funcione correctamente: “Algunas supervisoras están muy perdidas y a veces no están a la altura de los problemas que se van presentando”. Desde la dirección minimizan esos desajustes: "El profesional cuando llega tiene que ponerse al día", justifica Fernando Prados Roa, el coordinador del centro, y al que la SER ha trasladado estas quejas. "No habría habido ninguna diferencia —asegura— si ese profesional hubiera llegado nuevo al Gregorio Marañón o La Paz".
María también relata, de hecho, que en su primer día la supervisora le acompañó al puesto de trabajo atravesando los circuitos —limpio y sucio— sin ninguna consideración, de manera que algunas responsables de la coordinación ni siquiera están respetando la separación por colores —azul o amarillo—diseñada para reducir el riesgo de contagios. Un protocolo de seguridad que tampoco se cumple en las salas de personal —“son ridículos, apenas caben cuatro personas”— o en los cuartos de medicación, donde falta mobiliario.
“Dentro del control de enfermería, por su distribución, también resulta imposible mantener los circuitos. No sé quién lo ha diseñado, pero se nota que no han contado con la opinión de un sanitario”, explica. “La supervisora me dijo que hay que considerar que todo es sucio. Pero, entonces, ¿qué pasa con la seguridad del trabajador?”, se pregunta. “Y al volver a casa oigo en la tele que es el mejor hospital de España, pero hay errores que son de primero de pandemia”. Prados Roa niega la mayor. "Los circuitos están perfectamente definidos. Si no se cumplen, es porque la gente no querrá cumplirlos", insiste.
Varios pacientes del Zendal ya han compartido en redes sociales imágenes que evidencian las malas condiciones del centro, algo de lo que son conscientes sus propios responsables, y que intentan censurar: “A un señor le trajeron guisantes con moho, lo grabó y lo subió a internet. Pues bueno, luego la supervisora le dijo al personal que tenía que vigilar que esas cosas no pasaran”.
María puntualiza, eso sí, que su experiencia en hospitalización y cuidados intermedios ha sido radicalmente distinta. En el servicio considerado como pre-UCI, según cuenta, también hay algunos fallos, pero con personal de más nivel y supervisoras experimentadas. La situación, de todas formas, es tan extrema que se plantea renunciar: “Lo he dado todo para seguir trabajando como enfermera, pero no me parece ético trabajar en estas condiciones. No quiero formar parte de eso, seguir sacando las castañas del fuego de cualquier manera. Me planteo cambiar de CCAA e ir donde me sienta más valorada y no me sienta un recurso de usa y tirar. Pasar a la sanidad privada sería mi segunda opción porque soy una defensora férrea de la sanidad pública”.
“Falta material que es básico en otra UCI”
Los problemas se reproducen también en el punto más sensible del hospital, la UCI, que a plena capacidad puede llegar a las 16 camas. Allí la condición de los pacientes, en estado crítico, obliga a que todo funcione con la coordinación de los engranajes de un reloj suizo, pero no siempre es así. "Cuando llegamos, no teníamos ni los protocolos más básicos", lamenta Irene —nombre también ficticio—, y que ejerce como enfermera en la UCI del Zendal desde hace ya más de un mes. "Lo más básico —pone como ejemplo— puede ser pedir sangre para un paciente que la necesita". Para la dirección son "problemas lógicos que pasan en todas las UCI", como que el material que no esté en su sitio por un error o despiste.
La unidad de críticos del hospital de emergencias es de nueva generación. Sus puertas se abren con solo acercar la mano, sin necesidad de contacto, para evitar contagios. Con el mismo fin tiene doble puerta y capacidad de generar presión negativa, que evita que el trasiego de profesionales pueda provocar una contaminación. Todo eso lo tiene, sí, pero le falta dotación "que es básica en otras UCI", puntualiza Irene. Desde un sistema para evitar úlceras en pacientes que presentan diarrea, a tiras específicas para sujetar el tubo a esos enfermos que no pueden respirar por sí mismos: "Se lo sujetamos con vendas", describe esta sanitaria.
"Se hace así en muchos sitios", replica Prados Roa. "No reúne el consenso de que su utilización sea absolutamente esencial para mantener la intubación", prosigue este directivo que ya estuvo también en el equipo gestor de IFEMA. Asegura que ha bajado en persona a preguntar qué hace falta y que le han dicho que no necesitan suministros. Prados Roa no oculta su malestar: "Cuando alguien dice que no ha encontrado algo de ese nivel de importancia está claro que está buscando algún tipo de problema para poderlo contar". "No parece la situación más dramática que se haya producido en la sanidad española en los últimos veinte años", zanja.
No lo ve igual Irene: "A la hora de intubar tenemos que calcular el neumotaponamiento a ojo, cuando lo habitual es tener un 'neumo' que te marca la presión que el tubo está ejerciendo en las paredes de la tráquea", explica. De esa presión -nos dice- depende que exista un vacío entre el respirador y los pulmones del paciente para una correcta ventilación mecánica.
También les trae de cabeza el sistema informático del hospital, el HCIS. No hay uno específico para la UCI, donde los pacientes están en monitorización constante. Eso obliga a la plantilla a introducir cada parámetro a mano en el historial del paciente. "Así, cada vez que se toma", se queja. Problemas -insiste- que siguen sin solución.
“Si pasa algo, los pacientes están muy vendidos”
Natalia (que también usa un nombre falso) tiene 24 años y es enfermera desde hace tres. “He pasado por la atención primaria y por casi todos los hospitales de Madrid. El Gregorio Marañón, La Paz… ¡Ya llevo 20 contratos!”, cuenta.
Esta enfermera coincide con María en que jamás había visto una situación tan desastrosa como la del Zendal: “Puedo entender que es un hospital nuevo y que al principio esté todo un poco desorganizado, pero lo que me he encontrado es una dejadez absoluta, tanto para el personal como para los pacientes. ¡Me da vergüenza! La mayoría somos gente que acabamos de empezar y los supervisores están desbordados. Es muy frustrante”.
Las carencias del hospital, en su opinión, repercuten directamente en los pacientes: “Continuamente nos falta medicación y para algo tan sencillo como un omeprazol tengo que mandar un correo electrónico a Farmacia con un número de cama y un número de historia. Me siento super insegura porque si pasa algo, la mayoría de los pacientes están muy vendidos”.
Denuncia que, al tener con un techo tan alto, hace unos días los termómetros marcaban 14 grados y los pacientes “se estaban congelando”. También se queja de que el carro de la comida de los pacientes suele llegar frío, tarde y con menos raciones de las debidas. “Lo cuento por responsabilidad, pero ¿cómo haces una foto de la medicación o la comida que falta? Son muchas pequeñas cosas”.
Natalia también destaca la falta de intimidad: “Muchos pacientes tienen disnea [se fatigan al realizar pequeños esfuerzos] y les pedimos que, en vez de ir al baño, lo hagan en una cuña, sin moverse de la cama. Pero están todos juntos, uno al lado del otro, y muchos no pueden porque les da vergüenza. Están descongestionando otros hospitales, pero ¿a costa de qué?”.
“Cuando los pacientes se quejan, les animamos a que pongan reclamaciones. Somos los primeros interesados en que esto se sepa”, explica. Ellas, al menos una parte de ellas, lo hicieron a su manera. Fue el pasado lunes, cuando Ayuso acudió por sorpresa a hacer una declaración al Zendal. No había ni prensa, ni preguntas, así que la presidenta se despachó a gusto. Desde allí dijo aquello de que ese era "el mejor hospital de España en la lucha contra el COVID". A Almudena -tampoco es su nombre real- le da la risa y confirma a la SER que una parte de la plantilla recibió a Ayuso con abucheos. Ella está recién titulada, pero empezó a luchar contra el virus cuando todavía era estudiante. "Reconozco que fui una de las que empezó -asegura-, pero es que no me pude contener".
Con datos del viernes, el hospital de emergencias de la Comunidad de Madrid, atiende a 415 pacientes, 10 de ellos en su UCI. Es el que más casos COVID trata, pero su capacidad de descongestionar la red hospitalaria es muy limitada: apenas trata al 10% de los pacientes agudos con coronavirus en la región y a solo un 1% de los críticos.
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