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La calle del esperantista Hernández Lahuerta

Valencia fue, durante el primer tercio del siglo XX, uno de los centros de difusión del Esperanto más importantes de Europa gracias, entre otros, al trabajo abnegado de esperantistas como Luis Hernández Lahuerta.

Callejeando: La calle del esperantista Hernández Lahuerta

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Una de las tantas iniciativas culturales que fue cercenada por la dictadura franquista después de la Guerra Civil fue el esperantismo, el movimiento en favor del idioma internacional que el régimen vinculaba a la masonería y al comunismo, obligando a sus cultivadores al exilio y el cese de actividades. El esperantista valenciano Luis Hernández Lahuerta, motor del Movimiento Esperantista de Valencia en los años 30, uno de los más activos de España y Europa, pasó por las cárceles franquistas tras la guerra, y una vez cumplida la condena, casi de forma clandestina, logró reorganizar el grupo esperantista de Valencia, desde donde resurgió todo el esperantismo español. La huella imborrable de este militante cultural incansable fue honrada y reconocida por discípulos y condiscípulos del Grupo Esperanto Valencia que demandaron al Ayuntamiento la rotulación de una calle en su honor, gracia que fue otorgada el 9 de febrero de 1984, acordando que la vía en forma de ele, situada entre la avenida del General Avilés y la calle Miguel Servet fuese rotulada como calle del esperantista Hernández Lahuerta.

Luis Hernández Lahuerta (Valencia, 1906 – 1961) nació en pleno centro histórico de Valencia, en la plaza del Tossal, en el seno de una familia humilde. Desde niño se distinguió por su afición a la lectura y a la escritura, creando un grupo de lectores del semanario infantil Pulgarcito, lo que le permitió ensayar sus primeras actividades literarias, especialmente de carácter epistolar. Fue un alumno aventajado en la primera enseñanza, pero la débil economía familiar le obligó a abandonar los estudios y seguir el camino que entonces seguían la mayoría de hijos de trabajadores. Su padre, obrero maquinista de litografía le inició en el oficio en calidad de aprendiz, y pronto se inclinó por la especialidad de dibujo de planchas litográficas. Pero su espíritu inquieto la permitió alternar su profesión con sus aficiones literarias y preocupaciones sociales, a lo que dedicó la mayor parte de su vida. En 1923 ya formaba parte de la directiva de la Sociedad de Litógrafos y de las Joventuts de Lo Rat Penat. Entró en contacto con el Esperanto en 1925 gracias a un curso celebrado en la Casa Vestuario, dirigido por el gran esperantista valenciano Fernando Soler y Valls. Desde este momento, la vida de Luis Hernández Lahuerta quedará ligada para siempre al idioma internacional, y de ese curso sale el grupo de entusiastas y calificados esperantistas que pasaron a engrosar las filas del movimiento esperantista en Valencia, uno de los más activos y fecundos de toda Europa.

En la década de los 30, Luis Hernández es el auténtico motor del esperanto en Valencia. Es profesor de los cursos de Esperanto, colabora en revistas, interviene en charlas y conferencias e incluso toma parte en actos de propaganda den favor del estatuto de la Región Valenciana, haciendo gala de un verbo fácil y emotivo, tanto en lengua valenciana como en esperanto, los cuales escribía y hablaba perfectamente. Funda el “Grupo Esperantista Laborista”, que a lo largo de los años adquirió gran prestigio internacional, lo que influyó definitivamente para que en 1934 se celebrara en la ciudad de Valencia el XIV Congreso Internacional del Esperanto. Cuando estalló la guerra, Hernández Lázaro fue leal al Gobierno de la República, al que ayudó difundiendo su legalidad y vigencia democrática a través del boletín Popola Fronto. Tras la guerra fue encarcelado durante cuatro años, tiempo que aprovechó para la traducción al esperanto del Quijote. Cumplida la condena logra reorganizar el Grupo Esperanto Valencia y funda la Federación Española de Esperanto y dirige su Boletín, organizando congresos de esperanto por toda España, aunque todo esto lo hace desde el anonimato para no levantar suspicacias en la dictadura franquista.

Luis Hernández Lahuerta murió en 1961, a los 56 años, en plena madurez física e intelectual, dejando un gran vacío en el movimiento esperantista valenciano. Fue enterrado en el sector civil del Cementerio Municipal, e inmediatamente se abrió una suscripción con el fin de comprar una lápida en la que contribuyeron esperantistas de todo el mundo. Dicha lápida aún se puede admirar en el cementerio civil, la cual lleva inscrita un verso de un famoso poema del autor del Esperanto, Dr. Zamenhof: “li semis kaj semis konstante”, que significa: “el sembró y sembró constantemente”.

 

 
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