Cuestión de prioridades

Tenerife

Miguel Hernández escribió el verso más lapidario que describe la escena que vivimos ayer: cuatro pasos y los vivos, cuatro pasos y los muertos. En el cayuco localizado ayer viajaban diecisiete muertos con tres vivos. Los vivos estaban más muertos que los muertos, porque morir de deshidratación es un proceso lento y horrible. Mueres poco a poco, la sangre se espesa, el corazón se para, los ojos se hunden, el aire se convierte en fuego, la respiración es lenta y jadeante y luego el coma y la muerte consciente ¿Nadie se va a disculpar por todo este sufrimiento inútil?, ¿nadie con competencias en migración va a dimitir conservando su dignidad?, ¿tanto vale el carné de un partido?

Los nadie son esos que sobreviven a la deshidratación, llegan a Tenerife y se amontonan en las esquinas de La Laguna vendiendo pulseras, con los ojos hundidos. El otro día, comiendo en un restaurante, le pagué un café a uno de ellos. El camarero tardó veinte minutos en poner el café, porque eran más importantes los vermús, las copas y los pinchos de todos los blancos que estaban allí sentados que el triste café del negro. Cuando por fin le puso el café, el muchacho agradeció con una sonrisa y se marchó. Así son los nadie. No hablan idiomas, sino dialectos. El dialecto de la sonrisa y la resignación. No tienen nombre y valen menos que el café que los alimenta.

Es evidente que las políticas de disuasión que aplaude y defiende el socialista Anselmo Pestana no sirven de nada, los migrantes siguen llegando a Canarias por la ruta más peligrosa que existe a pesar del hacinamiento en Las Raíces, de las condiciones penosas, de la violencia. Aunque hayan convertido a Tenerife en una prisión y retengan ilegalmente en estas calles a gente que quieren seguir su viaje, seguirán llegando. La diferencia es que llegan muertos. Esto no le importa a Madrid, por supuesto, porque somos el último mono en la metrópoli, ¿pero tampoco le importa a los medios que hoy no destacan esto en la portada de sus periódicos.