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La fosa de Torrellas destapa el dramatismo de los represaliados

La imagen de un cadáver con las manos atadas y un balazo en el cráneo muestra toda la crudeza de la Guerra Civil. La Fundación Aranzadi ha exhumado tres cuerpos y busca a otras cinco personas fusiladas durante la represión franquista

Uno de los cadáveres, con las manos atadas y un balazo que le destrozó el cráneo / Eva Sánchez

Uno de los cadáveres, con las manos atadas y un balazo que le destrozó el cráneo

Torrellas

Con las manos atadas y una bala en el cráneo. Así de crudo y revelador ha sido el trabajo en la fosa de Torrellas, donde la imagen de uno esqueletos ofrece la versión más oscura de la Guerra Civil.  Con la apertura de la fosa se trata de cerrar el círculo en torno a José, Ciriaco, Félix, Gervasio, Pablo, Ángel, Juan y Policarpo, todos ellos asesinados entre los meses de julio y septiembre de 1936. La tierra se abre y se topa cara a cara con el horror de la historia. Lourdes Herrasti, de la fundación Aranzadi, explica, “hemos encontrado tres individuos en dos zanjas distintas donde ya se sabía que podrían estar los restos de los represaliados de la Guerra Civil de 1936 y hay un cuerpo de 1937”.

Con los fusilados de cuerpo presente, se empieza a reconstruir una historia enterrada y marcada, durante décadas, por el silencio. Ahora son los propios cuerpos los que hablan, “uno de ellos fue enterrado con las manos atadas, se ve claramente porque mantiene las muñecas juntas. El mismo caso se ve el orificio de salida de proyectil de un arma de fuego”.

Fue asesinado, como los restos de otro hombre que yace junto a él con el cráneo atravesado por una bala. Habrá que esperar a los restos de ADN para saber de quién se trata.

Podría ser Policarpo, el carpintero de Ainzón a quién sacaron una noche de casa porque lo necesitaban en la iglesia, “él era carpintero. Estaban cenando una noche, vinieron, llamaron y le dijeron “vente con nosotros que tienes que arreglar una cosa en la iglesia”. Y hasta hoy”, cuenta Basilisa Pérez, su nieta. Hasta hoy, que esperan a pie de fosa un indicio que les confirme que allí está su abuelo. Con el mismo deseo pisa la tierra mojada del cementerio de Torrellas José Jiménez, sobrino de José Vázquez, vecino de Novallas y agricultor de profesión, que intentó huir tras el golpe de estado sabedor de la suerte que le esperaba.

No lo consiguió. “Se confundió en el camino y saltó por Vierlas, Cunchillos, hasta llegar al Alto Vera. Ahí lo interceptaron y lo detuvieron. Lo detuvo el mismo camión que venía de Vera de Moncayo con personas que traían a fusilar aquí”. Tiene claro cuál fue su destino “le pegaron un tiro en la nuca”.

Ahora solo quieren cerrar una herida que no ha dejado de causar un dolor sordo dentro de las familias, “para mi sería una gran satisfacción tenerlo y descansar en paz, porque yo toda mi vida he visto a mi madre y a su abuelica, su madre, llorar por él”.

Aranzadi seguirá con los trabajos hasta mañana lunes para tratar de recuperar el resto de los cuerpos que se cree que puedan estar en la misma fosa.

 
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