Langostinos tuertos, ano de castor y productos que saben a lo que no llevan: lo que nadie cuenta de la industria alimentaria
"Sabemos lo que nos cuentan, lo que oímos o lo que leemos en medios poco rigurosos, pero estamos muy despistados y eso puede afectar a nuestra salud y a nuestro bolsillo", señala un experto
Alimentos que engañan a nuestros sentidos
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MADRID
Cada cierto tiempo suele salir a la luz información sobre un fraude alimentario o un problema de seguridad relacionado con lo que comemos. Hace unos meses, por ejemplo, la Comisión Europea denunció la existencia de especias adulteradas, con ejemplos tan llamativos como el de las hojas de olivo machacadas hace mezclarlas con orégano y conseguir más cantidad de este producto a un menor precio. Pero más allá de estos fraudes, también hay ejemplos de prácticas desconocidas y cuestionables de la industria alimentaria. Prácticas que muchas veces son legales, pero que quizá no deberían pasar desapercibidas.
En cualquier caso, no cabe duda de que la industria alimentaria es un sector muy regulado y que, gracias a ello, millones y millones de persona pueden alimentarse cada día de forma segura y asequible. Pero eso no puede hacer que obviemos las críticas y las denuncias planteadas. El francés Christophe Brusset, por ejemplo, trabajó como ingeniero o directivo durante más de 20 años en la industria alimentaria y vio tantas irregularidades que decidió publicar un libro.
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Champiñones que, por alguna razón, se volvieron azules y que la industria decidió camuflar rebozándolos. Mermeladas de fresa sin fresas... Un sinfín de ejemplos que se pueden repasar leyendo el libro ¡Cómo puedes comer eso! (Península, 2017). "El lobby de la industria alimentaria se enfadó mucho; es imposible que yo vuelva a trabajar para esta industria en Francia... y me amenazaron con llevarme a los tribunales; por eso no puedo mencionar ningún nombre", asegura Brusset.
De todos los casos que vio con sus propios ojos, asegura que lo más chocante fue vender guindilla molida con excrementos de rata... ¡y hacerlo a sabiendas! Algo muy desagradable pero que, al final, tenían la certeza de que no iba a ser perjudicial para la salud. Lo que más le preocupa a día de hoy, en cambio, es la enorme cantidad de aditivos que sigue habiendo en los alimentos ultraprocesados.
La nutricionista espiada por Coca-Cola
Pero hay otros casos interesantes de gente incómoda para la industria. Uno de ellos es el de la nutricionista y profesora de la Universidad de Nueva York, Marion Nestlé, que ha denunciado cómo ciertas empresas financian estudios sin declararlo... y que fue espiada por Coca-Cola. Algo de lo que nos enteramos gracias a Wikileaks.
En España ha tenido mucha repercusión el trabajo del fotógrafo Antonio Rodríguez Estrada, impulsor de sinazucar.org. Pero el caso de Christophe Brusset es diferente porque se trata de un arrepentido. Alguien que ha visto desde dentro lo fácil que es engañar —incluso para aquellas empresas que acumulan sellos y certificados de calida— y que nos advierte de lo poco críticos que somos, en general, como consumidores.
¿Realidad o exageración?
Miguel Ángel Lurueña, tecnólogo de los alimentos y autor de Gominolas de Petróleo, expone una opinión distinta: "Aunque no los he leído con detalle, sí conozco estos libros y me chirrían bastante. El autor tiene algún fundamento, pero creo que exagera y que las cosas no son tan negras como las pinta".
Lurueña nos recuerda que la industria alimentaria tiene que cumplir con la legislación, en primer lugar, pero que también ha de lidiar con el poder de elección de los consumidores, lo cual hace que la oferta evolucione, con productos cada vez más saludables, más éticos o más justos.
Miopía alimentaria
Por eso es importante corregir lo que él denomina miopía alimentaria. "No recibimos mucha información sobre alimentación y consumo. Sabemos lo que nos cuentan, lo que oímos, lo que leemos en medios poco rigurosos... Pero estamos muy despistados y eso puede afectar a nuestra salud y a nuestro bolsillo", explica.
Otro libro llamativo es El trauma de los langostinos tuertos, del periodista catalán Rossend Domènech. Un libro crítico con la industria alimentaria que incluye una historia muy impactante: la de los criaderos de langostinos de Ecuador, en los que optaron por provocar un trauma en las hembras recién nacidas para que empezaran a poner huevas antes... y así aumentar la productividad. Rossend Domènech asegura que vio en primera persona las máquinas por donde pasaban los langostinos para cortarles un ojo. Algo de lo que no tenemos por qué dudar, pero que tampoco podemos comprobar.
La realidad de los mataderos
"No necesitamos ir a una historia rocambolesca que nos aleja y lo pinta como algo exótico", señala la dietista-nutricionista Lucía Martínez aporta una reflexión interesante. "Ya hay un montón de investigaciones sobre lo que pasa en las granjas y en los mataderos de la Unión Europea".
El cocinero David Chamorro, que también es dietista-nutricionista y graduado en Ciencias Gastronómicas por el Basque Culinary Center, es socio de Food Idea Lab, una empresa que colabora con la industria alimentaria innovando y desarrollando nuevas técnicas o aplicaciones, por lo que también conoce muy bien sus interioridades.
Vainilla y hamburguesas
"Nunca hemos comido de forma más segura", dice. "Pero hay cuestiones que, aunque quizá no son una amenaza para nuestra salud, sí lo son para nuestra percepción, como el hecho de que en cada hamburguesa, lejos de ser una única pieza triturada, suele estar compuesta por fragmentos de una media de 100 animales".
"La vainilla, por ejemplo, es un producto terriblemente selecto, y no es lo mismo un producto con vainilla que otro con sabor a vainilla, así que no podemos pretender que un helado con un precio irrisorio lleve un ingrediente de lujo. Ahí entra en juego un ingrediente muy utilizado por la industria, el castorium, que ahora se sintetiza en laboratorio, pero que antes se extraía de una glándula del ano de los castores".
Arándanos, chocolate y trufa negra
David Chamorro también destaca con ironía que en el mundo se produce más chocolate del que se consume, un misterio que solo puede resolverse gracias al papel de los sucedáneos. "Con los arándanos pasa algo parecido. Es una fruta delicada y de precio elevado, así que para reemplazarlo se fabrican gominolas con zumo de arándano y es lo que, en realidad, nos encontramos en yogures o bizcochos".
Pero el caso más descarado, según el cocinero riojano, es el de la trufa negra: "En casi ningún producto hay tuber melanosporum, y sí aromas sintéticos o trocitos de otras trufas, de menor calidad, que aportan un color parecido. Hemos llegado a un punto en el que muchas personas rechazan el aroma de una trufa natural porque no es el que ellos conocen".
Carlos G. Cano
Periodista de Barcelona especializado en gastronomía y música. Responsable de 'Gastro SER' y parte del...