Hay esperanza contra la brutalidad

Madrid

Convivimos con el brutalismo político, en mayor o menor medida, pero brutalismo, y sus resultados están a la vista. Bolsonaro pierde las elecciones y no lo reconoce. No felicita al ganador y aunque dice que cumplirá la Constitución, no cumple con ninguna de las formalidades que han hecho avanzar a la civilización y sus seguidores, a los que llevan años contando que Lula es el demonio.

Se tiran a la calle a pedir socorro y a exigir al ejército que intervenga. Brutalismo. Años de señalar al adversario como el causante de todos los males. Años de excitar a sus seguidores con que viene el comunismo. Años de mentiras y exageraciones acaban dando este resultado. Y pese a todo, pese a las señales terribles que emiten estas manifestaciones en Brasil, pidiendo poco menos que un golpe de Estado, Bolsonaro ha durado un solo mandato y Donald Trump duro uno también.

El veneno que inculcan en las sociedades no se acaba, claro, como demuestra la cantidad de personas que se creen y votan a estos líderes racistas, machistas, negacionistas de la ciencia y de la evidencia. Pero a pesar de todo el siglo XX, con sus errores, está tan, tan cerca, que algún mecanismo de supervivencia se activa en la sociedad. Y de momento, ni los estadounidenses ni los brasileños les han dado una segunda oportunidad, al menos no seguidas. No va a ser fácil, pero hay esperanza contra la brutalidad.