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Hildegarda Von Bingen, monja, santa y científica

Considerada una de las personalidades más polifacéticas y fascinantes de la Baja Edad Media y de toda la historia de Occidente, es también de las figuras más ilustres y polímatas del monacato femenino, dotada de una inteligencia y cultura fuera de lo común, monja benedictina comprometida con la reforma gregoriana y una de las escritoras y compositoras de mayor producción de su tiempo

Miniatura del Códice Rupertsberg del Liber Scivias.

Fue admirada, solicitada, aportando consejos a grandes personalidades de la época y llamada “la sibila del Rin”. Además, está considerada como la “madre de la historia natural” y pionera en muchas disciplinas, incluido el estudio y el uso del lúpulo en el proceso de elaboración de la cerveza, para darle un sabor algo más amargo y purificar el agua. 

Sére Skuld, autora de “Hildegard von Bingen. Las estrellas extinguidas”, hace una biografía hermosa e intimista de esta monja alemana que tuvo una clara influencia de tres personas que jugaron un papel imprescindible en el recorrido de su vida: su tía Jutta von Sponheim (con la que entró en el primer monasterio), el monje Volmar (su secretario) y Richardis von Stade (confidente de sus numerosas visiones). La amistad entre Hildegarda y Richardis se incluye en una película de 2009 de la directora Margarethe von Trotta llamada “Visión”. Ella misma describió estos trances en uno de sus libros: “Desde niña, concretamente desde los cinco años y aún hoy, siempre he experimentado misteriosamente en mi interior la fuerza y el misterio de esas ocultas y misteriosas facultades de visión”.

Santa Hildegarda fundó dos conventos al otro lado del río Rin. Su fama hizo que su comunidad creciera tanto que tomó la decisión de establecer a sus monjas en un monasterio propio, independiente de la abadía de Disibodenberg. Para esto, fundó uno nuevo en Rupertsberg (en el año 1150), el primer monasterio autónomo de monjas, pues hasta entonces siempre habían dependido del de varones. El nuevo siguió atrayendo numerosas vocaciones y creció tanto el número de novicias que hubo que buscar más espacio. Y entonces fundó otro en Eibingen, el cual consiguió adquirirlo y reformarlo como su segundo convento.

Murió a los 81 años acompañada por sus hermanas en Ruperstsberg, monasterio que hoy ya no existe. Las reliquias de Hildegard se conservaban en la iglesia de Eibingen y existe una Fundación que se ocupa de divulgar su extenso legado. Su obra literaria y musical es extensa. Escribió tratados de Teología a Mística (como el Scivias), además de libros sobre ciencias naturales (Physica) y medicina (Cause et cure). Por cierto, esta monja fue la primera en asegurar que el acto sexual y el orgasmo era algo «bello, sublime y ardiente». También ideó un idioma propio conocido como ‘lingua ignota’, inspirado por entidades angélicas, el primer idioma artificial del que se tiene constancia, por el cual se la considera patrona de los esperantistas.

Fue proclamada doctora de la Iglesia por el Papa Benedicto XVI en 2012.

 
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