Dicen que el Real Madrid es experto en ganar finales y Diego Ibáñez, fan acérrimo del conjunto blanco, parece que va por el mismo camino. Este viernes tenía que ser el gran día de Carolina Durante —concierto en el Wizink con todo vendido— y no fallaron ni una. Su estilo es el que es: un temazo guitarrero detrás de otro, con alguna que otra concesión a la nostalgia. Pero llevan cinco años entrenando y, como les pasa a los equipos de leyenda, juegan de memoria y siempre suenan mejor que ayer. Recuperado de la afonía que sufrió hace solo unos días (y que les obligó a suspender varios conciertos en Extremadura), Diego Ibáñez lo dio todo desde el principio, con su peculiar coreografía de frontman poseído por el punk. Empezaron con la catarsis de Aaaaaa#$!& y siguieron con Granja Escuela, dos de los grandes hits de su segundo disco, Cuatro chavales (Sonido Muchacho, 2022), para luego ir alternando temas nuevos con su fondo de armario: Moreno de contrabando, Urbanita, El parque de las balas (dedicada a sus amigos de toda la vida y compañeros de instituto) o La canción que no te mereces (sin la aparición estelar de J de Los Planetas, eso sí). Después del tuit de Rosalía y de su reciente colaboración con Zahara, había cierta expectación por saber si su gran día en el Wizink iba a convertirse también en un desfile de estrellas, pero Carolina Durante prefirió reivindicar su condición de cuatro chavales acompañándose solo de Los Nikis —teloneros estrella de esta gira—, del colega con el que empezaron a tocar, pero que dejó la banda para irse de Erasmus, y de artistas como Orslok, Elena Nieto (Yawners) o Alicia Ros (Cariño). ¡Las estrellas eran ellos! Metidos de lleno en su primer disco, sonaron Nuevas formas de hacer el ridículo o El año (y sí, Martín Barreiro estaba entre el público, igual que un sinfín de bandas locales, actores y pequeñas celebrities, o famosos en tres calles, como queráis llamarlos). Solo entonces, después de ocho canciones, Diego Ibáñez dio las «buenas noches», reconoció que estaban viviendo algo “increíble” y anunció que se avecinaba «una fiesta». Pero la fiesta, en realidad, no llegó hasta después de No es tu día y El perro de tu señorío, porque fue entonces, en la segunda mitad del show, cuando empezaron a encadenar temarracos, casi sin descanso. Primero sus dos temas más explícitamente futboleros —10 y El himno titular—, y luego algunos himnos generacionales sobre el desamor o la frustración, como KLK, No tan jóvenes o La planta que muere en la esquina. La experiencia del concierto era radicalmente distinta en la zona de grada (la más alejada del escenario) y en la pista, donde el riesgo de pogo era permanentemente alto. Tanto es así que Martín Vallhonrat llegó a pedir que no se desmayara nadie más: «Si necesitáis agua, pedídsela a la gente de seguridad». Mientras tanto Diego Ibáñez pidió ayuda de sus compañeros y del público con Niña de hielo tras esos problemas de afonía que le habían dejado KO semanas atrás. «Podía haber ido peor», confesó tras cantar. «Me ha llegado algún mensaje diciendo que cancelo porque es Badajoz, que si el Wizink, bla bla. Mirad, yo me dejo la piel siempre. Ya sea tocando en el pueblo de tu primo el cojo o tocando pa 20 personas en la boda de mi tía Paca, así que no jodáis porque al primero que le duele esto es a mí», tuvo que explicar el líder de Carolina Durante a lo largo de esta semana tras la cancelación de dos bolos. Y damos fe de que siempre da el callo, ya sea en salas pequeñas, festivales multitudinarios o a los que van cuatro gatos. Mientras tanto, para lo que el vocalista no necesitó un guante era para moverse por el escenario con el frenetismo, casi de dibujo animado, que le caracteriza. Necromántico, Cementerio, Joder, no sé... los temas iban cayendo como puñales, las cervezas —y hasta jerseys— volaban sobre las cabezas de un Palacio de los Deportes de Madrid completamente lleno y los pogos ya se unían entre sí. «Canta, baila, grita, haz volteretas en el pogo, diviértete como quieras pero respeta y cuida siempre de la gente que tengas alrededor. Os queremos. CD», reflejaban las pantallas gigantes antes de que el grupo arrancase. Fue entonces el turno de las colaboraciones. Después de que Elena de Yawners se sumase a las guitarras en No es tu día en mitad del concierto, la prórroga final siguió con Espacio vacío con Molina a los teclados, colega de toda la vida y que dejó el grupo cuando aún no eran nadie. «Me hace mucha ilusión», dijo Diego tras sonar este homenaje a Séptimo Sello, banda de los ochenta que para ellos es una «de las mejores de Madrid». Casa Kira le dio ese toque de hermanamiento de salir, beber, el rollo de siempre de Extremoduro junto al polifacético Orslok. Y es que el público de los carolinos tiene ese punto de colegueo en el que, al menos por una hora y media, todos son como de la familia. Tanto que el nuevo merchandising albiceleste del grupo se veía allí donde mirases. Alicia de Cariño fue la siguiente en salir para cantar Perdona. «Siento no ser Rosalía», bromeó al ver el entusiasmo del público que rumoreaba con la posible aparición de la artista española más internacional del momento que, aunque sí que estuvo dentro del Wizink, no se dejó ver. En verano y la archiconocida Cayetano enfilaron el bolazo que continuó en unos bises separados por una larga y tintineante distorsión. Trajeados con chaqueta y corbata, regresaron para llenarse de gloria con Las canciones de Juanita y un coro al unísiono de un público ya entregado: «No sonamos mal, sonamos mejor que ayer». Los Nikis ejercieron de padres de Carolina Durante e interpretaron juntos Salvaje pasión donde hasta Martín se animó a saltar al público. Entre abrazos y agradecimientos, se continuó con Tu nuevo grupo favorito que hace un guiño a La Masía del indie español que es el sello Sonido Muchacho y se llegó a Famoso en tres calles, tema con el que acostumbran a cerrar los conciertos de esta gira. Pero aún tenían el as de la nostalgia en la mano. La noche de los muertos vivientes, su primera canción en 2017 (y una de las más redondas de su repertorio), fue la encargada de poner el broche a este sueño impensable de una banda de tipos como tú y como yo. Las luces se encendieron y la fiesta continuó dentro y fuera. Ellos al camerino y el público a comentar lo vivido entre cervezas y algo para picar. Nuestro camino se cruzó una hora después del bolo y nos saludamos tímidamente en la soledad de la ya vacía noche madrileña. De tocar ante 8.000 personas al paseo solitario. Y es que al final son solo cuatro chavales, que tras dos intentos frustrados por la pandemia (ahora sí que sí) han llenado el Wizink.