"Conseguir al cabo de unos años, un trabajo a mil euros que no da ni para ahorrar y apenas sirve para malvivir"
El salario mínimo ya es mileurista, pero el mileurismo ya no es lo que era

madrid
Con la última subida acordada ayer por el Gobierno, el salario mínimo se consolida como sueldo mileurista, un neologismo que tiene fecha de nacimiento y madre conocida. Lo acuñó Carolina Alguacil, una joven lectora de El País que el 21 de agosto de 2015, en una carta al director, retrataba y nombraba a una generación que había puesto todo su empeño en prepararse para conseguir, al cabo de unos años, un trabajo a mil euros que no daba ni para ahorrar y apenas servía para malvivir. La palabra hizo fortuna y llegó al diccionario diez años después para definir un salario precario y a la persona que lo percibe. Hoy permanece la palabra, aunque, para muchos, el concepto ha cambiado y el mileurismo ha pasado a ser aspiración.
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Salvo las marcas registradas, no son muchas las palabras que devengan derechos de autor. Unamuno propuso hace un siglo sororidad, que llegó décadas después al diccionario, pero como anglicismo. Adela Cortina consiguió que los académicos bendijeran su aporofobia. Y Forges coló unos cuantos, desde el muslamen al bocata, que generó un sufijo jergal, -ata, que la RAE acabó admitiendo y que dio palabras como tocata, cubata o sociata, que acabaron en el diccionario académico, aunque su autor nunca llegó a la Academia.

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