Cyrano de Bergerac: espadachín y escritor
Hasta que Gérard Depardieu no hizo una soberbia interpretación de este personaje en la película de igual título dirigida por Jean-Paul Rappeneau (en 1992), el público en general desconocía quien era Cyrano. Como mucho, sabían que se trataba de un habilidoso espadachín y poeta francés del siglo XVII, de prominente nariz y espléndida verborrea
Aun así, muchos seguían creyendo que era un personaje imaginario rescatado de una obra teatral escrita por Edmond Rostand quien lo inmortalizó en 1897 en una obra escrita en verso, cuyo estreno supuso un inmenso éxito. Supo elegir bien al personaje, un Cyrano físicamente grotesco, heroico y romántico, que encarnaba las virtudes y los defectos del pueblo francés.
Cyrano de Bergerac nació en París en 1619. No era, por lo tanto, gascón como lo presenta Rostand en su drama homónimo, pero sí fue soldado, estudiante de filosofía, libertino, dramaturgo y poeta. Se alistó como cadete en la Compañía de la Guardia Gascona y participó en la batalla de Arras (1640) en donde recibió una herida en la garganta que le impidió continuar con su carrera militar. Regresó a su ciudad natal y allí frecuentó toda clase de ambientes, desde los teatrales a los tabernarios y dilapidó alegremente el poco dinero que tenía ahorrado. Escribió obras satíricas para seguir sobreviviendo hasta que en 1647 heredó un modesto legado de su padre.
Sus hazañas y sus duelos eran la comidilla del pueblo. En una ocasión, defendiendo a su amigo el poeta Limière, dicen que mató a dos hombres, hirió a otros siete y logró dispersar al resto que querían asesinarle. Indispensable en cualquier tertulia o juerga que se preciase, tenía muchos enemigos debido a sus críticas y a sus peleas. Protegido por el duque D’Arpajon, compuso una tragedia titulada La muerte de Agripina que, representada en 1653, supuso un fracaso. Se enemistó con su protector y empezó su desgracia. Fue de mal en peor, con más deudas, más peleas y amores no correspondidos. El colmo de su mala suerte llegó cuando un día le cayó una viga sobre su cabeza y le dejó malherido. Algunos creyeron ver en este fortuito accidente un homicidio por parte de un grupo de exaltados que querían asesinarle. Mal herido, fue socorrido por su hermana Catalina, superiora del convento de Las Hijas de la Cruz. Pasó sus últimos días en casa de un primo suyo donde murió el 28 de julio de 1655 en la misma ciudad que le vio nacer.
La obra más importante de Cyrano de Bergerac no es su propia vida aventurera, sino El otro mundo o los estados e imperios de la Luna y el Sol, un manuscrito en el que estuvo trabajando incansablemente durante varios años y en el que había puesto el máximo interés, pues presentaba sus teorías más heterodoxas y extravagantes sobre la existencia de vida en otros planetas y los viajes espaciales, en una época no muy dada a estos devaneos intelectuales, anticipándose de manera sorprendente a muchos de los descubrimientos e inventos que siglos después se iban a producir. No llegó a publicarlo en vida.
Se podía decir, haciendo honor a su estupenda y superlativa nariz, que en sus escritos satirizó a aquellos que eran incapaces de ver más allá de sus narices.