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Creencias Guanches

Los indígenas canarios creían en varias divinidades y rendían culto a los espíritus de la naturaleza y a sus antepasados (que en ocasiones llamaban Maxios)

Nacho Ares

Entre sus dioses sobresale uno en cada isla, al que consideraban su dios supremo (en Tenerife, por ejemplo, era Achamán) y solían invocarlo en las cimas de las montañas y roques, porque eran considerados sagrados, ya que se consideraban cercanos a estos dioses y permitían el contacto con ellos, como el Roque Bentayga en Gran Canaria, la Montaña de Tindaya en Fuerteventura, el Roque Idafe en La Palma y el Teide en Tenerife.

Con independencia de sus singularidades, existían patrones comunes en las distintas islas en cuanto a sus ritos y mitos. Los aborígenes creían y adoraban a un ser omnipresente al que realizaban ofrendas para pedirle protección y buenas cosechas. Se practicaba la momificación o mirlado. El inicio del año era en el mes de junio, momento en el que se recogía la cosecha y se celebraban grandes fiestas. En muchas de las islas debieron existir colegios sacerdotales (una especie de chamanes) y comunidades de mujeres consagradas al culto que guardaban la virginidad y se dedicaban a la enseñanza y a la oración. Vivían en conventos, llamados Tamogantes y el nombre de estas mujeres era el de Harimaguadas.

Algo que destaca especialmente son los ídolos, figuras religiosas generalmente de forma humana o animal hechas principalmente de barro cocido, aunque también aparecen en piedra. Entre estos, en Gran Canaria, destaca el ídolo de Tara, con atributos masculinos y femeninos y se identifica como símbolo de la fertilidad. Otras manifestaciones culturales representativas de las islas son los grabados y pinturas rupestres. Los grabados aparecían en montañas, roques y barrancos, lugares que habitualmente marcaban las fronteras en el territorio de los grupos tribales.

Importante fue la simbiosis que se genera tras la conquista de las islas para adaptar los viejos cultos paganos a la nueva religión cristiana. Por ejemplo, el 2 de febrero de 1497 se celebró en la cueva de Achbinico, en Tenerife, la primera Fiesta de las Candelas y posteriormente ejerció de primera parroquia comarcal. En 1526, tras el traslado de la Imagen a un nuevo templo, pasa a denominarse Cueva de San Blas. La Cueva de Achbinico fue el lugar elegido por los guanches para su culto desde épocas pretéritas. Quizás esta elección pudo haber estado relacionada con su mundo mágico-religioso, pues tras su traslado a la cueva, la imagen adquiere un valor simbólico como representación de un ser superior femenino que formaba parte de su cosmogonía.  Muchos historiadores están de acuerdo que la Virgen de la Candelaria toma los atributos y el significado místico que anteriormente tuvo la diosa madre Chaxiraxi

 
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