Punto de Fuga
Internacional

La reinvención de las víctimas yazidíes del Estado Islámico

UNICEF asiste a unas cinco mil personas en un campo de refugiados del Kurdistán iraquí

Yazidi brothers, Anas Azad, 4, and Ayham Azad, 9, live with their uncle in Sharya village in Dohuk Governate, Iraqi Kurdistan, March 26, 2019. Both boys were kidnapped and held captive by IS fighters. Ayham was captured in 2014 and sold several times before he was bought by the American wife of an IS figher who treated him like her own son. He was realised in 2017. (Photo by Kate Geraghty/Fairfax Media via Getty Images via Getty Images) / Kate Geraghty

Veinte años después del ataque de Estados Unidos, Irak sigue en plena crisis humanitaria. Allí todavía quedan algo más de un millón de refugiados, entre ellos víctimas del Estado Islámico, todavía presente y actuando en el país, intentando reforzarse reclutando incluso a niños.

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Una de ellas es Uahida, una mujer yazidí que logró escapar y ha conseguido sobrevivir gracias a una peluquería que ha abierto en el campo de refugiados de UNICEF en el Kurdistán iraquí en el que viven unas 5.000 personas.

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La joven relata que cuando tenía 15 años, los fundamentalistas llegaron a su pueblo y separaron los hombres de las mujeres. A ellas las metieron en una casa y a varios de ellos los ejecutaron fuera. Durante tres días temió por su vida y por la del niño que estaba esperando. Estaba embarazada de cuatro meses y medio cuando logró escapar a las montañas de Sinyar, una cordillera que ha protegido a los yazidíes desde hace siglos.

Una mujer yazidí con su hijo en el campo de refugiados de UNICEF en el Kurdistán iraquí.

Una mujer yazidí con su hijo en el campo de refugiados de UNICEF en el Kurdistán iraquí. / Ángel Villascusa

Describe un panorama “desolador” con “bebés recién nacidos en medio de esas montañas, muertos, ancianos y niños abandonados a su suerte” porque no podían escapar al ritmo de las familias que necesitaban sobrevivir a toda costa.

No se ha recuperado del trauma que le dejó esa experiencia. Sufre pesadillas y un estrés y frustración que no lograba controlar. Incluso daba palizas a su hijo antes incluso de que empezase a andar. Ahora, gracias al apoyo de UNICEF y de otras oenegés, así como de la ayuda humanitaria de la Unión Europea, ha aprendido a controlarse. Dice que puede considerarse una buena madre, hasta el punto que ha desafiado a su familia y ha abierto una peluquería en el campo para darle un futuro a sus dos hijos.

Su salón es más que un centro de belleza. Muchas chicas acuden también para desahogarse y se ha convertido en un pequeño centro neurálgico de las mujeres de esta comunidad yazidí.

El campo de Debaga está situado en una zona en disputa entre las autoridades del Kurdistán, una región semi autónoma de Irak, y el gobierno de Bagdag. Esta diversidad étnica no es un problema dentro del campo. Compran en los mismos puestos y rezan en la misma mezquita.

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