A vivir que son dos díasLa píldora de Tallón
Opinión

No seas humilde, amigo

"Quizá el milagro más bello sea poseer antiambición, y renunciar al deseo de llegar más lejos, alcanzar más estatus, ser más envidiados"

NO SEAS HUMILDE, AMIGO

La ambición es una larga enfermedad. Empiezas un día a desear cosas, y al siguiente más cosas, y luego más grandes, y otro día estás aspirando a cosas inalcanzables, porque te parece que justamente tú puedes conseguirlas. Para entonces ya nunca tienes suficiente. Eres una persona sin remedio, a la que la vida y sus asuntos importantes ponen de rodillas. Por lo general, andamos casi siempre arrastrados queriendo ser algo mejor, diciéndonos a nosotros mismos “Más, más, más”, porque lo que ya somos, o poseemos, nos resulta irrisorio. Conformarse se nos presenta como una aproximación a la muerte. Estos días ve uno continuamente a gente que ambiciona ser presidenta. El sueño de presidir, dirigir, gobernar, en fin, mandar, deja a la vista a muchísimos idiotas. La idiotez al aire debería ponernos de mal humor, pero ese patetismo a menudo consigue dejarnos para el arrastre, desganados. Hace que echemos de menos a esas figuras que ni tienen ni dejan de tener ambición, lo que significa, seguramente, que no tienen. Quizá el milagro más bello sea poseer antiambición, y renunciar al deseo de llegar más lejos, alcanzar más estatus, ser más envidiados. Pero no es fácil. Hay que ser muy ambicioso para carecer de toda avidez. Yo se lo dijo un día Golda Meir a un conocido: «No seas humilde, amigo, no eres tan grande».