Ciudadanos, o cómo de bien enterramos los españoles
El partido fundado por Albert Rivera iba a combatir al nacionalismo, a regenerar la política y a luchar contra la corrupción. Pero fue cayendo en la irrelevancia y ahora nadie espera que llegue nadie
Ciudadanos, o cómo de bien enterramos los españoles
Madrid
Una mañana, antes de que Ciudadanos pasara de tener tres diputados a ganar las elecciones en Cataluña, Albert Rivera vino a Radio Barcelona. Rivera acudía a todos los medios y no era difícil verlo a primera hora en una televisión local, a mediodía en una nacional, por la tarde en un debate y a la noche en un coloquio -televisado, por supuesto-. En aquella entrevista, Rivera no dejó de mirar un partido de fútbol que había puesto en la tele del estudio. Daba las respuestas como automáticas, sin mirarnos. Él sabía qué decir hasta cuando hablaba del silencio.
Ciudadanos, o cómo de bien enterramos los españoles
Entre alfombras y portadas muy amables, Rivera se instaló al final en la capital, aclamado en los círculos que comparten sobremesas en el Madrid que queda dentro de la M-30. Firmó con Sánchez el pacto del abrazo, pero aquella relación nunca fue a ninguna parte. Basó su discurso en los colores: naranja porque decía que ni rojos, ni azules. Iba a combatir al nacionalismo, a regenerar la política y a luchar contra la corrupción. Votó en contra de la moción de censura contra Rajoy y firmó acuerdos relevantes con el Partido Popular.
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Aseguró que el mismo Emmanuel Macron le había felicitado por el acuerdo en Andalucía gracias a los votos de Vox. El palacio del Elíseo tuvo que emitir una inédita nota de desmentido. Ciudadanos llegó a fichar a Manuel Valls, ex primer ministro francés. Cuando este dio la alcaldía de Barcelona a Colau para frenar al independentismo, el partido cortó con él.
Rivera rozó el sorpasso al PP, del que se quedó a 210.000 votos de diferencia. Hubo un momento en que el PP tuvo 66 diputados. Y Ciudadanos, 57. Ese momento fue hace sólo cuatro años. Abril de 2019. "La ilusión del futuro", decía. Rivera se cerró a acuerdos con el PSOE. Con el PSOE de Sánchez, nada, decía. Uno de los fundadores de Ciudadanos llamó a Rivera "adolescente caprichoso". Otros se fueron yendo. Toni Roldán, por ejemplo.
En noviembre se repitieron las elecciones. Ciudadanos pasó de 57 a 10 diputados. Rivera se marchó. Llegó Arrimadas. Con diez parlamentarios, el partido fue cayendo en la irrelevancia, reviviendo la muerte de UPyD. Coincidió -debió de ser una coincidencia- que, sin procés, Ciudadanos se apagaba. Se fue Arrimadas también, y ahora nadie espera que llegue nadie.
Dijo una vez Rubalcaba que en este país enterramos muy bien.