El legado de ‘El Gran Capitán’
Gonzalo Fernández de Córdoba obtiene el apelativo de ‘Gran Capitán’ por sus brillantes cualidades en las campañas italianas, que se convertiría en una pieza resolutiva en el engranaje del nuevo Estado que compusieron los Reyes Católicos, Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla en el siglo XV
Fue amigo de sus amigos (como de García de Paredes, el sansón de Extremadura) y de sus enemigos (como del rey nazarí Boabdil al que acompañó a Fez).
Con gran carisma ante sus soldados, quiso que fueran auténticos profesionales formados y entrenados para ello, con lo que empieza a organizar el primer ejército moderno español que daría fruto a los Tercios de Flandes. Puso de manifiesto la preparación del terreno, el empleo de puentes, la inutilización de armas enemigas, el empleo de minas, el asalto organizado de fortificaciones adversarias y otras muchas tácticas que, hoy en día, lo podríamos considerar como el verdadero creador del Arma de Ingenieros. Y en cuanto a la forma de combatir, dio importancia a la infantería (organizada en coronelías), mucho más ligera para el combate que la pesada caballería.
Alrededor de su vida se acumulan muchos hechos heroicos y grandes victorias en batallas como la de Garellano o Ceriñola. También anécdotas como las tan famosas “cuentas del gran capitán”. Se sabe que, una vez vencidas las tropas francesas de Carlos VIII, gobernó Nápoles durante cuatro años en calidad de virrey. En ese tiempo estaba en la cúspide de su gloria lo que despertó las envidias de nobles y del propio rey Fernando, al no contar ya con la protección de la reina Isabel que había muerto en 1504. Una serie de rumores se propalaron en contra de su conducta, cuyo fin era dañar su imagen, y el rey maquiavélico Fernando le pide cuentas de sus supuestos gastos excesivos en las campañas de Italia. Hay una muy sarcástica que las resume todas: “Cien millones de ducados por mi paciencia en escuchar que el Rey pedía cuentas al que le ha regalado un Reino”.
Cuando Gonzalo llegó a Castilla, de vuelta de Nápoles, todos le rindieron el homenaje que tenía bien merecido, sin embargo, se le denegó el maestrazgo de Santiago que había solicitado. Y donde el monarca manifestó su mayor rencor fue cuando, por causa de una sublevación que protagonizó un sobrino de Gonzalo, el marqués de Priego, ordenó demoler el castillo de Montilla donde él había nacido. La reina Juana fue quien le concede la fortaleza de Loja, en la que entró el 15 de julio de 1508 para tomar posesión de su cargo de gobernador y donde vivió casi como un rey en el destierro, sin ocultar su enemistad con el rey Fernando, hasta que en la primavera del año 1515 Gonzalo enfermó de unas fiebres cuartanas y se trasladó a su casa de Granada, donde falleció el 2 de diciembre del mismo año.
Sobre sus restos, enterrados en el monasterio de San Jerónimo y mutilados por los franceses durante la Guerra de la Independencia, se desconoce actualmente su paradero.