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Joaquín Alcubierre, el descubridor de Pompeya

Las ciudades de Pompeya y Herculano quedaron sepultadas por las lavas volcánicas del Vesubio en el año 79 d.C. hasta que en 1738 y 1748 se excavó la zona gracias a la iniciativa del ingeniero zaragozano Roque Joaquín de Alcubierre, director de obras del rey Carlos-VII de Nápoles (el futuro rey Carlos III de España)

CADENA SER (CADENA SER)

Alcubierre formaba parte del Real Cuerpo de Ingenieros Militares donde alcanzó la cima de su carrera militar con el grado de mariscal de campo. En 1738, siendo capitán de ingenieros, entró al servicio del rey Carlos en Portici y uno de los trabajos que le encomendaron fue el trazado de la planta de su Palacio Real. Y mientras se dedicaba a ello, le informaron sobre numerosos hallazgos fortuitos de estatuas y objetos antiguos.

El rey le dio permiso para una excavación rigurosa que inició en otoño de 1738 con escasos medios humanos y materiales. Pensaba que se encontraba encima de la ciudad romana de Stabia, hasta que apareció una placa con una inscripción que identificaba el enclave como Herculano. A partir de ese momento los hallazgos se sucedieron ininterrumpidamente y se creó un museo de sitio. El sistema de trabajo de Alcubierre era propio de zapadores y mineros, realizando galerías subterráneas (hasta 20 metros de profundidad) utilizando explosivos. Hizo planos, dibujos y fue describiendo y enterrando todo lo que no le interesaba por no considerarlo artístico. Empezó a excavar en un pozo (el Pozo Nucerino), bajando él mismo y descubrió las ruinas del teatro de Herculano, pinturas murales de la basílica y las dos estatuas ecuestres de Nonio Balbo, que hoy adornan la entrada del Museo Nacional de Nápoles.

En 1748 se va a excavar a un lugar conocido como Civita, pensando que es Stabia otra vez, hasta que encuentra otro epígrafe alusivo y descubre que se trata de Pompeya (Res Publica Pompeianorum). Ahora cuenta con 12 obreros en cada yacimiento y recibe la presencia frecuente del monarca ilustrado para animarle y apoyarle económicamente. Pronto fue objeto de críticas por parte de sus colaboradores por los métodos utilizados, como es el caso del suizo Carlos Weber (que le llamó patán) y, sobre todo, por parte del alemán Johan Winckelmann. En cambio, el Príncipe de Conti escribió sobre él: “A pesar de sus errores imputables a su falta de experiencia y de formación arqueológica, sus méritos eran inmensos”.

Muchos arqueólogos consideran a Alcubierre uno de los pioneros en esta disciplina gracias al trabajo sistemático realizado en Pompeya y Herculano. Un siglo después, el escritor Edward Bulwer Lytton fascinaba al mundo con su novela “Los últimos días de Pompeya”, inaugurando una pasión turística por ese enclave lleno de misterios a día de hoy.

 
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