Paraíso

Madrid

Paraíso es una palabra que nos llegó del latín tardío 'paradisus' tras una larga peripecia que comenzó en Persia, en donde con una palabra semejante nombraban un cercado circular con el que se protegían los jardines reales. Tanto en Grecia como en Roma sirvió para nombrar, en general, un jardín. Y cuando llegó al castellano se especializó para nombrar un jardín concreto, aquel en el que Dios colocó a Adán y Eva: el Jardín de las Delicias, el Edén, porque edén en hebreo era una delicia. También sirvió para nombrar el lugar en el que los justos disfrutarían de la eternidad.

En la primera definición académica se decía que es debate "mui ventilado entre escritores y doctores la parte donde estaba este paraíso y si permanece o no". Del mítico paraíso bíblico no se ha encontrado rastro siglos después. Pero a los académicos de hoy no les costaría identificar, además del gallinero de cines y teatros, un puñado de paraísos terrenales a los que nos referimos como paraísos fiscales. Un concepto paradójico, una especie de oxímoron, acuñado, sin duda, por quien considera que pagar impuestos es un infierno, destino de individuos poco presentables partidarios de un sistema fiscal en el que, al final, acaban pagando justos por pecadores.