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Quién entierra a los migrantes muertos en el mar

Los cementerios de la frontera sur española cuentan con decenas de lápidas sin nombre donde reposan quienes fallecieron intentando alcanzar nuestro país. 35 años después de la aparición del primer cadáver en una costa española, no existe un protocolo para la búsqueda ni identificación de las personas desaparecidas en el Mediterráneo

Recorrido por las tumbas sin nombre de los muertos en el mar

Recorrido por las tumbas sin nombre de los muertos en el mar

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Madrid

A las nueve de la mañana es difícil encontrar a Rosario en casa. Lo habitual es que para esas horas ya haya recorrido a pie los dos kilómetros que separan su domicilio del cementerio de Barbate y esté sentada en una silla de plástico roja frente al nicho de su hijo, fallecido a los 23 años de un infarto. Cuando “ya lleva un ratito” cruza el patio del cementerio y se coloca en el bloque de enfrente, acompañando la lápida de un niño al que nunca conoció.

El pequeño se llamaba Samuel, y falleció a los cuatro años mientras intentaba cruzar El Estrecho en una embarcación precaria. Había salido del Congo junto a su madre, y su cadáver apareció en febrero de 2017 en las costas de Barbate (Cádiz). Sentada en el sofá de su casa, Rosario cuenta que aquella imagen “le dio lástima” y especialmente le hizo plantearse una pregunta: ¿Dónde lo iban a enterrar? No quería que el cuerpo del pequeño ocupara uno más de los nichos sin nombre en el quinto piso de un bloque donde se encuentran otros migrantes que, como Samuel, fallecieron en el mar.

“Si fuera mi hijo yo querría que lo ayudaran”, reflexiona, y con una pensión que no llega a los 600 euros al mes decidió comprarle un nicho al pequeño Samuel. 1.075 euros ("más IVA", aclara) que pagó a plazos en cuotas de 100 euros al mes. "Yo si me ofrecían postre decía que no, que el dinero me lo guardaba para la trampa”, recuerda con una sonrisa mientras explica que, además del postre, también se quitó los yogures.

Vidas sin rastro

“Que no salgan. Si salen, que no lleguen. Y si llegan, que se vayan". La frase resuena en la cabeza de Ana Rosado para describir la política migratoria de la Unión Europea. Es trabajadora social en la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía, y en la sede de la entidad en Chiclana describe los resultados de Vidas sin rastro, el último informe en el que analizan la situación de los migrantes en la frontera sur española: "Hace 35 años del primer naufragio documentado en la playa de Los Lances (Cádiz), y desde entonces no existe ningún protocolo para la búsqueda ni identificación de las personas desaparecidas en el Mediterráneo".

"Antes peleábamos porque se dotara de humanidad a las políticas migratorias y se pusieran en el centro los derechos humanos. Ahora hemos dejado de luchar por los derechos de los vivos para intentar que se reconozcan, al menos, los derechos de los muertos", cuenta con resignación. Buscan, en definitiva, que las personas que fallecen en el mar puedan ser enterradas con dignidad y sus familiares cuenten con un mecanismo que les ayude a localizar a sus seres queridos desaparecidos.

José Luis (Joselete) conoce bien el dolor que se esconde detrás de algunas lápidas sin nombre. Entró a trabajar como enterrador en el cementerio de Algeciras cuando tenía veintipocos años, y recibió la peor de las bienvenidas en su reciente trabajo: “Era tremendo, el primer día me tocó enterrar a 10 o 12 personas, todos migrantes fallecidos en el mar”, rememora. Además del sepelio en el nicho, su función era ayudar a los funerarios a transportar los cadáveres a las cámaras de mantenimiento de frío, y colaborar con el forense en las autopsias.

—Muchos traían escondido en el calzado, en los calcetines, en la cintura del pantalón... un papelito bien envuelto con un número de teléfono. Algunos incluso se habían tragado un canutito con algo dinero liado en papel transparente. Lo traían en el estómago.

—Vaya imagen, ¿no?

—Pues sí. Es la que había.

Valentina Rojo Squadroni

Valentina Rojo Squadroni

Uruguaya de nacimiento, catalana de adopción y madrileña de acogida. Es redactora de 'A vivir que son...

 
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