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Las fiestas de primavera: Marzas y Mayos

Con la llegada del equinoccio de primavera se inicia una explosión festiva, concatenándose fiesta tras fiesta, que empalma con el verano y no terminará hasta finales de septiembre

Raimund Linke

Muchas tienen un origen romano como son las Floralia, Incluso antes del equinoccio primaveral se celebran las “Marzas” que hunde sus raíces en la conocida fiesta de las “Matronales”. Las Marzas se cantan durante la última noche de febrero y es el nombre que reciben unos cantos petitorios entonados por los mozos solteros de algunos pueblos del norte de España, yendo de casa en casa solicitando un aguinaldo a sus vecinos para celebrar una comida al día siguiente.

Y en el mes de mayo están las festividades de los “Mayos”. Por de pronto, estamos ante una palabra polisémica, con distintos significados. Designa a la enramada que los mozos ponen en la ventana de las mozas, a la música y la letra que cantan los mozos a sus novias. Mayo da nombre también a los árboles que se suelen plantar en la plaza principal de los pueblos, siempre los más altos y fuertes, rememorando a la naturaleza, a la Virgen María o a la Cruz. En Colmenar Viejo (Madrid) se celebra cada 2 de mayo la Fiesta de la Maya en la que se viste a las niñas menores de 13 años con flores y se las coloca en altares para conmemorar el resurgir de la primavera, la prosperidad y la fertilidad.

Covarrubias define el mayo, en su vertiente arbórea, como «un árbol o palo alto que suelen poner los mozos y zagales en las aldeas, la noche del primer día del mes...». La significación y el origen de estos árboles están, según el antropólogo James George Frazer, autor de La rama dorada (1915), en los antiguos cultos dendrolátricos y en los primitivos ritos de fecundidad. La gente creía que aquéllos eran el habitáculo de espíritus. Con la llegada de la primavera iban al bosque y cortaban una rama o el árbol completo; luego, lo llevaban al poblado, en la confianza de que con la casa viene su morador a habitar entre ellos, consiguiendo así su protección. Por otra parte, muchos de estos ritos están relacionados con la agricultura, la fecundidad de la tierra y, por extensión, la fertilidad de las mujeres otorgada por los espíritus benefactores de los árboles. Nuestros antepasados creían que si no se realizaban estos rituales mágicos y propiciatorios la vegetación no se rejuvenecería.

 
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