El viaje por España de Andersen
Este hijo de zapatero y de lavandera, cuya fama le permitió hablar con reyes y príncipes, tuvo un alto costo en su vida, así lo consideró Jackie Wullschlager, autora de Hans Christian Andersen: la vida de un narrador
En esta obra señala que, poseído por una insaciable “hambre de reconocimiento”, saboreó la fama y la aprobación durante su vida, aunque también se le vio vagando “desconsoladamente en las librerías buscando sus propias obras, en un intento extraordinario por llamar la atención”. Lo cierto es que, en su vida personal, no tanto en la profesional, pasó por una serie de adversidades que siempre quiso enmascarar con frases como esta: “Mi vida es un cuento maravilloso marcado por la suerte y por el éxito”.
Este genial escritor danés visitó España entre septiembre y diciembre del año 1862, cuando tenía 57 años. Iba acompañado por Jonas Collin, de 22 años, hijo de su protector y consejero económico Edward Collin De dicha visita nos ha dejado un encantador recuerdo en su “Viaje por España” donde da cuenta de lo que observó en su deambular por tierras catalanas, valencianas, murcianas, andaluzas y castellanas. En el inicio de su obra ya expresa sus recelos por los peligros que va a emprender: “Acerca del viaje por este país había oído las descripciones más tremebundas: las diligencias eran cajas de tortura, enormes y pesados ómnibus con solo una portezuela a un lado; en caso de volcar de ese lado era imposible salir, y volcaban siempre. Allí a los protestantes se nos perseguía como herejes; de continuo andaba uno expuesto al asalto de bandoleros; y en lo tocante a la comida no había quien se la tragase”.
Sobrevivió a la gastronomía típica con alguna que otra indigestión. Su viaje estuvo repleto de datos etnográficos y de leyendas que oyó contar, siempre a través de la óptica de un culto y delicado extranjero del norte de Europa en medio de una España decimonónica. Por ejemplo, cuando visita Toledo recoge una leyenda alusiva a la gran campana de la catedral: “Dicen que debajo de ella se pueden poner cinco zapateros y estirar un hilo de coser zapatos, sin tocarse el uno al otro. Cuenta la leyenda que el sonido de las campanas llegó al cielo; San Pedro creyó que venía de su iglesia de Roma, pero cuando vio que no era ese el caso, se enfadó y arrojó una de sus llaves contra la campana, rajándola, como puede verse todavía”.
El lugar que más le gusta es el cementerio protestante de Málaga: “Aquí quiero que me entierren en el caso de que muera en España”. En Cartagena tuvo un sueño: “Era la última noche en Cartagena, la ciudad de Asdrúbal, en ella soñé que caminaba por las profundidades del mar, entre extrañas plantas de exuberante fronda como las palmeras de Elche, que se enroscaban en mí. Vi preciosas perlas, más ninguna tenía tanto brillo como el que yo había visto en los ojos españoles. El mar rodaba por encima de mí con la sonoridad de un órgano. Me sentí prisionero del fondo del mar y añoré la vida de arriba, de la superficie y la luz del sol”.
En definitiva, su vida y sus viajes se puede resumir en una frase suya: “Todo lo que miras puede convertirse en un cuento de hadas y puedes obtener una historia de todo lo que tocas”.
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