Helen Keller, ejemplo de resiliencia
Nació en Tuscumbia (Alabama) en 1880, pero a los 18 meses de edad, tuvo una fiebre que la dejó ciega y sorda de por vida. Se le presentaba una vida y un destino muy oscuro en todos los ámbitos de la palabra. Y así hubiera ocurrido si sus padres no hubieran buscado la ayuda de una maestra excepcional
Helen Keller. El sonido del silencio
Fueron al Instituto Perkins para Ciegos, en Boston, y allí encontraron a Anne Sullivan, quien acompañó a Helen hasta 1936. Así cuenta Helen ese trascendental encuentro en el libro “Historia de mi vida”:
"El día más importante que recuerdo en toda mi vida es el día que conocí a mi maestra, Anne Mansfield Sullivan. Me maravillo al pensar en los inconmensurables contrastes que había entre las dos vidas que reunió ese encuentro. Era el 3 de marzo de 1887, tres meses antes de que yo cumpliera los siete años. En la tarde de ese día memorable, yo estaba en el porche, muda, expectante; la agitación de mi madre y los correteos por la casa me sugerían que estaba a punto de suceder algo inusitado, así que fui a la puerta y aguardé en la escalinata. El sol de la tarde penetraba la madreselva que cubría el porche, y cayó en mi rostro. Mis dedos se demoraban casi inconscientemente sobre las hojas y capullos que acababan de brotar para saludar la dulce primavera sureña. Yo no sabía qué maravillas y sorpresas me deparaba el futuro. La furia y la amargura me habían acechado continuamente durante semanas, y una profunda languidez había sucedido a esta lucha apasionada. ¿Habéis estado alguna vez en el mar en medio de una densa niebla cuando parece que una tiniebla blanca y tangible nos encierra y el gran buque, tenso y ansioso, avanza a tientas hacia la costa con plomada y sonda, y uno espera con el corazón palpitante a que algo suceda? Antes del comienzo de mi educación yo era como ese buque, sólo que no tenía brújula ni sonda, ni modo de saber a qué distancia estaba el puerto. Luz ¡Dadme luz!, era el grito silencioso de mi alma, y la luz del amor brilló sobre mí en esa misma hora. Oí pasos que se acercaban. Tendí la mano, suponiendo que era mi madre. Alguien la tomó, y quedé atrapada en los brazos de quien había llegado para revelarme todas las cosas y, sobre todo, para amarme".
Helen continuó estudiando en distintas escuelas de educación especial y poco a poco logró dominar el habla, la lectura y la escritura, por lo que en 1900 ingresó a Radcliffe College y se graduó con honores. Es la primera persona que sin poder escuchar ni ver que obtuvo un grado universitario.
Posteriormente, Helen escribió muchos artículos y más de una decena de libros, se convirtió así en una figura importante en Estados Unidos al ser activista y filántropa. Promovió los derechos de los trabajadores, el sufragio femenino, estuvo en contra de la guerra y de los prejuicios raciales. Reunió recursos para la Fundación Americana de Ciegos y su vida fue un ejemplo no solo para los discapacitados. Ejerció la resiliencia, es decir, su capacidad de adaptarse a la adversidad. Una de sus frases fue:
Lo mejor y lo más bonito de esta vida no puede verse ni tocarse, debe sentirse con el corazón