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Duelo dialéctico en 'La última sesión de Freud': "Nuestra sociedad ha olvidado por completo escuchar"

Matt Brown dirige esta película en la que Sigmund Freud, interpretado por Anthony Hopkins, y C.S Lewis, encarnado por Matthew Goode, debaten sobre la religión, el amor o la muerte en los prolegómenos de la Segunda Guerra Mundial

Anthony Hopkins en 'La última sesión de Freud' / SELECTA VISIÓN

Se dice que Sigmund Freud, unas semanas antes de morir en 1939, recibió en su domicilio de Londres la visita de un profesor de Oxford. El padre del psicoanálisis había huido el año anterior de Austria por su anexión a la Alemania nazi para instalarse en la capital inglesa con su hija Anna. Fue a partir de ese contexto que el dramaturgo Mark St. Germain escribió a principios de nuestro siglo la obra de teatro La última sesión de Freud, inspirada en el libro The Question of God de Armand Nicholl. Ahora, llega a los cines españoles tras su estreno en Estados Unidos el año pasado, una adaptación al cine, protagonizada por Anthony Hopkins y Matthew Goode.

En la película se plantea un encuentro entre Freud (Hopkins) y el escritor irlandés C.S Lewis (Goode) en forma de debate. El padre del psicoanálisis, un declarado ateo, disiente con Lewis, reconocido apologista cristiano, en sus posturas religiosas pero también en otros varios puntos que se abordan a lo largo de la obra, que termina derivando en una especie de sesión de psicoterapia donde los dos hombres ahondaban en su interior. Así, un Freud ya muy enfermo y con una compleja relación con su hija lesbiana (Liv Lisa Fries), estudia cómo se relacionan la ausencia de una figura paterna, la conversión al catolicismo, los traumas de la Primera Guerra Mundial o un amor prohibido en la vida de C.S Lewis, conocido por Las crónicas de Narnia y por su vínculo con los Inklings, un grupo de autores de la Universidad de Oxford entre los que se encontraba también J.R.R Tolkien. Con el director y coguionista de esta adaptación, Matt Brown, hemos hablado en El Cine en la SER.

¿Qué sabías sobre Sigmund Freud y C.S Lewis antes de embarcarte en este proyecto?

Estaba bastante familiarizado con los Inklings y leí El león, la bruja y el armario varias veces de niño, por lo que tenía un cierto entendimiento de quién era C.S Lewis, aunque no había leído Mero Cristianismo o alguna de las otras obras que había escrito. Por lo tanto, no estaba muy informado de sus fuertes creencias cristianas. Creo que quizás ya había entendido tangencialmente que el cristianismo tenía un papel importante en El león, la bruja y el armario, pero era un entendimiento bastante débil por mi parte. Así que tuve que aprender bastante sobre C.S. Lewis. En cuanto a Freud, mi padre es psiquiatra, así que crecí con Freud en casa, por así decirlo. Teníamos varios libros por ahí, aunque nunca me interesaron demasiado. Conocía La interpretación de los sueños, había leído algo solo por curiosidad, peero lo entendí mucho más una vez que empecé el proceso de desarrollo de la película y comencé a investigar.

El diálogo entre Freud y C.S Lewis pone sobre la mesa varios temas relevantes ¿En cuáles querías enfatizar especialmente?

Es una pregunta interesante... Creo que lo que me llevó a interesarme por esta historia fue la cuestión de la mortalidad y también lo oportuna que es en términos de paralelismos entre lo que estaba sucediendo en ese momento y lo que está sucediendo ahora en el mundo. Disfruté especialmente el encontrar esas analogías, el intentar sacarlas a la luz y dibujarlas. Y luego, he vivido el fallecimiento de muchas personas a lo largo mi vida y he considerado bastante la mortalidad. Y me encantó esta época de la vida de Freud porque nos permitió tener a alguien que se mantiene al margen a sabiendas de su proximidad a la muerte. Y luego también el propio Anthony Hopkins está un momento de su vida en el que estaba considerando su propia muerte. Así que fue un proceso de desarrollo muy interesante con él, tener a alguien mirando hacia atrás en su vida y siendo consciente de su mortalidad.

Lo acabas de mencionar, pero creo que precisamente es muy interesante en esta película cómo el tema de escucharse unos a otros parece más relevante si cabe hoy...

Sí, Matthew Goode y yo hablamos mucho sobre la importancia de escucharnos entre nosotros, y fue realmente desafiante porque Freud puede ser bastante dominante y acaparar la conversación. Matthew especialmente sentía, al igual que yo, que su personaje tenía que ser especialmente respetuoso con Freud y no intentar contraatacar de la misma forma, porque es alguien a quien respetaba y que era mayor que él. Por lo tanto, no podía ser grosero o prepotente en el diálogo. Así que como espectador puedes ver mucho de eso manifestarse en la actuación de Matthew Goode y en el guion. Nuestra sociedad ha olvidado por completo escuchar, al menos en estos momentos.

Esta es una película donde la muerte está siempre muy presente, como tú mismo has dicho: Freud es presentado muy anciano y enfermo, los aviones y los bombarderos están constantemente sobrevolando Londres durante la película y también la propia estética parece aludir mucho a la muerte con esos colores tan oscuros y esa fotografía apagada. ¿Es lo que esperabas lograr a través de la puesta en escena?

Hablé con Ben Smithard, mi director de fotografía, al respecto desde el principio. Le hablé de mi propia experiencia de ir a la oficina de mi padre cuando era niño. Entrabas a esa oficina y siempre era como un lugar que se encontraba entre dos mundos, en el que que entraba tan solo un poco de luz. Sentías que era como un purgatorio o un mundo intermedio y me acuerdo de pedirle a mi padre que abriese un poco las cortinas (risas). Creo que había algo en eso, y precisamente Anthony Hopkins tenía muchas ganas de centrarse en el aspecto onírico de la película en algunos puntos. Creo que en cierto modo esa estética permite que el inconsciente entre en la habitación. Es interesante, pero ya sabes, uno tiene siempre ideas sobre lo que va a hacer estéticamente con la película, pero al final hay un presupuesto determinado y un cierto número de días, y puede resultar difícil reflejarlo. Leíamos unas siete páginas al día, con un actor de 85 años... ¡No es fácil!

Hablando de complejidades... ¿Qué dificultades tiene para un director realizar una película sustentada en el diálogo, especialmente entre dos personajes?

Es increíblemente desafiante. Son dos personas en una habitación, pero desde que me llegó el primer guion de Mark Saint Germain, me fijé que había trabajado mucho en los flashbacks, así que pensé que había que ir a lo grande con esa idea porque no vi posible transformar la obra en una narración directa fuera de la oficina de Freud. Pensamos que era muy importante ver algunas de las cosas que convirtieron a estos hombres en quienes eran, porque esperaba que al menos el público, cuando viera la película, pudiera identificarse con estos personajes como humanos, y no únicamente con el gran Freud o el gran Lewis. Quería que, en cierto modo, pudiesen verse reflejados a ellos mismos en los personajes. Para hacer eso, como por ejemplo en el caso del trastorno de estrés postraumático de Lewis, era útil ver algunos de esos momentos en flashbacks.

¿Hay algún director que te haya inspirado o que te haya servido como referencia en esta película?

Siempre he sido un gran fan de Terrence Malick y algunos de los flashbacks están hechos jugando con algunas ideas visuales suyas. Realmente, es como si hubiéramos hecho dos películas diferentes: la película adentro y luego la película afuera. De hecho, rodamos la película en tres semanas en un decorado en Dublín, entre Anthony Hopkins y Matthew Goode, y luego, de un momento a otro, salimos a rodar la otra parte en el exterior. Así que en realidad eran dos enfoques diferentes de la película que luego buscamos unir.

Tengo que preguntártelo, ¿Cómo es dirigir a Anthony Hopkins?

¡Al principio daba bastante miedo! Tuve la suerte de haber trabajado con Jeremy Irons antes también, y, tal vez me preparó un poco, aunque para lo que no estaba preparado con Tony era su generosidad creativa y lo mucho que se abre. Me involucró en su proceso y en su mundo por la forma en que aborda toda esta profesión. Y eso fue como volver a ir a la escuela de cine, así que fue una experiencia increíble. Desde el primer día tuve que superar los nervios y ponerme a trabajar, así que estuvo bien. La verdad es que creo que cuando estás temblando, esa es la mejor manera de quitarte el miedo: ponerte manos a la obra. Lo mejor de Tony es que saca lo mejor de todo el mundo porque nadie quiere perder el tiempo cuando tienes a alguien así en el set. Él marca la pauta.

Ya que has mencionado a Jeremy Irons, quería preguntarte por algo que me parece muy curioso en tu obra. Eres estadounidense pero casi toda tu filmografía está compuesta por películas que transcurren en Reino Unido, como London Town o El hombre que conocía el infinito, con Dev Patel y Jeremy Irons, son todas películas que además tienen un estilo muy británico, si es que eso significa algo. ¿A qué se debe?

Bueno, creo que eso cambiará pronto. Pero sí, es cierto. Crecí en Boston, y viajé mucho, posiblemente más hacia el este que hacia el oeste, según fui creciendo. También fui siempre un gran lector, y bueno, muchas historias me llevaban más hacia el este. Tengo una película, que será la siguiente que haga, que creí que iba a ser mi próxima película, en lugar de esta, pero por problemas de agenda con la actriz protagonista, se retrasó. Yo estaba en Bélgica, buscando localizaciones, y de repente me comunicaron eso y me senté mientras me decía a mí mismo: "No voy a hacer una película en todo un año y estoy aquí sentado en plena Bélgica en invierno, ¿Qué hago aquí?". Pero de repente, sonó el teléfono y me dijeron que Anthony Hopkins quería hacer esta película y que qué me parecía. Así que me dispuse a rodar. A veces la vida funciona así. No me considero para nada un anglófilo, pero las cosas a veces suceden de esta manera. ¡Espero que alguien me envíe pronto un guion sobre el General Custer y la batalla de Little Bighorn! (risas).

Por último, y volviendo por última vez a la película, Anna Freud es otro personaje importante, lo cual puede ser sorprendente cuando la promoción se centra tanto en C.S Lewis y Freud. ¿Qué te interesaba de ella?

En primer lugar, siempre he querido trabajar con Liv Lisa Frese, que creo que es simplemente increíble. Pero siempre supe que quería que la película fuese más moderna. Pensé que podía añadir una dimensión completamente diferente a nuestra comprensión de quién es Freud, ya que si ves esto como una sesión de terapia entre los dos hombres, las dos relaciones que eran más importantes para ellos en ese momento eran la que tenían con Janie Moore en el caso de C.S. Lewis y la de Anna Freud para Sigmund Freud. Ella había estado viviendo a su sombra toda su vida y la tenía junto a Dorothy (la pareja de Anna Freud) en terapia con él, pero las mantenía separadas, algo bastante retorcido en cierto sentido. No creo que sea posible ver a qué se enfrenta Sigmund Freud sin mirar a Anna Freud. Así que le di una perspectiva un poco diferente. Si tuviera que volver a hacerlo, probablemente habría profundizado incluso un poco más en ella. Pero como dije antes, este trabajo siempre es difícil.

 
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