Salvador Dalí, el genio del surrealismo
La figura de Dalí es fascinante y difícilmente se puede escapar a su carisma y a la imagen que él mismo creó durante años. Tuvo una infancia alejada de toda normalidad. Por ejemplo, se creía la reencarnación de su hermano muerto (también llamado Salvador) y una pequeña manía infantil suya era la de esconder heces por la casa
Salvador Dalí, el genio del surrealismo
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Muy pronto despuntó como un gran dibujante y por su excesivo egocentrismo. Tanto, que fue expulsado de la Academia de Bellas Artes por afirmar públicamente que no había nadie con nivel suficiente para examinarlo. Dalí era un gran admirador de la pintura clásica, muy especialmente de Velázquez, a quien imitó dejándose un bigote que se ha convertido en seña de identidad del pintor.
También fue expulsado del movimiento surrealista en el año 1934 por iniciativa de André Bretón que no le gustaba ni su forma de expresarse ni sus coqueteos con el régimen nazi. Entonces fue cuando Dalí declamó su famosa frase: "¡Yo soy el surrealismo!". Pasada la guerra civil española, felicitó públicamente a Franco "por limpiar España de sus fuerzas destructivas". Durante la Segunda Guerra Mundial estuvo viviendo en Estados Unidos y la bomba de Hiroshima le causó tal impresión que a partir de esa fecha comenzó su conversión casi fanática al catolicismo.
El cine no le era ajeno y colaboró en dos películas con Luis Buñuel y más tarde con Alfred Hitchcock en “Recuerda” y con Walt Disney en una película animada titulada “Destino”. La película no se terminó y acabó de montarse en el año 2003, muchos años después de la muerte de los dos personajes. Andy Warhol aseguraba que Dalí fue la influencia más importante del Pop Art porque también se implicó en el mundo de la publicidad e incluso diseñó el logo de Chupa-Chups en 1968. Le fascinaba muchísimo diseñar muebles y joyas y le encantaba la estructura del famoso muñeco de Michelín, tanto que tenía varias réplicas repartidas por su casa. Sin olvidar su predilección por el ocultismo, las mascotas extravagantes (como un ocelote y un oso hormiguero) y los Cadillacs. De hecho, es famosa su frase “un artista es bueno cuando se puede comprar un coche. Es un genio cuando se puede comprar un Cadillac”.
En el año 1982, el rey Juan Carlos I le concedió el título nobiliario de marqués de Púbol y, en agradecimiento, Dalí le regaló un dibujo que se convirtió en el último que pintó, al menos a nivel oficial. Ese mismo año, su mujer y su musa, Gala, falleció entrando Dalí en una profunda depresión. Desde ese momento, perdió las ganas de vivir, atribuyéndosele dos intentos de suicidio: uno por deshidratación y el segundo por un posible incendio provocado por él. El 23 de enero de 1989 murió de una parada cardíaca mientras escuchaba su disco favorito, es decir, “Tristán e Isolda” de Richard Wagner.