Concha Espina, la eterna candidata al Nobel
Fue la séptima de diez hermanos de una familia humilde que a los 13 años, debido a la ruina del negocio de su padre, se tuvo que trasladar con su abuela materna a Mazcuerras y este pueblo cántabro fue de una gran importancia en su vida y en sus primeras obras
Concha Espina, la gran desconocida
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En 1893 contrajo matrimonio con Ramón de la Serna y Cueto y se trasladaron a Valparaiso (Chile) en busca de fortuna y de solucionar los problemas financieros de la familia de Ramón, pero regresaron con la quiebra de los negocios. La difícil situación económica llevó a Concha Espina a publicar sus escritos en diversos periódicos y revistas, como El Porteño y El Correo de Buenos Aires. Allí nacen sus dos primeros hijos, Ramón y Víctor.
Después de su regreso a España, la pareja se instaló en Mazcuerras donde nacen sus otros hijos, José (que murió a la edad de cinco años) y Josefina. Y desde 1907 residirán en Cabezón de la Sal, donde nace Luis. Los celos profesionales de su esposo hacia el creciente éxito literario de Concha Espina llevaron a disputas y a su separación y años más tarde al divorcio.
Siguiendo el consejo de Menéndez Pelayo, deja la poesía y se dedica a la novela porque “la vida es prosa”. Cuando llegó a Madrid, en 1909, separada y con cuatro hijos, supo encontrar la forma de sobrevivir y hacerse valer. En ese mismo año publica su primera novela, La niña de Luzmela, ambientada en Mazcuerras que, por decreto gubernativo, pasará años más tarde a llamarse Luzmela.
En 1914 publica "La esfinge maragata" que recibió el prestigioso Premio Fastenrath de la Real Academia Española convirtiéndose en la primera escritora en recibir este reconocimiento. Y le seguirán otros títulos como «El metal de los muertos» (1920) ambientada en las minas de Riotinto. Su éxito le permitió ser la primera mujer española que vivió con independencia económica gracias a sus trabajos literarios. De hecho, sus novelas se tradujeron a varios idiomas.
Organizaba tertulias semanales en Madrid -"Los miércoles de Concha Espina"- en el barrio de Salamanca, donde se reunían intelectuales de renombre como Antonio Maura, Ortega y Gasset, Antonio Machado o Gerardo Diego. Su popularidad llegó a ser tanta que en 1927 le dedican, por suscripción popular, una estatua de Victorio Macho, en los santanderinos jardines de Pereda, que fueron inaugurados por los Reyes.
Estuvo nominada en varias ocasiones al Premio Nobel de Literatura y en tres quedó a solo un solo voto y también fue propuesta a ocupar un sillón vacante en la Real Academia Española. En ambos casos, fue una injusticia que no se lo concedieran. Lo que no ha impedido que, dentro de su legado, una estación de metro en Madrid, un colegio en Reinosa y un teatro en Torrelavega lleven su nombre en su honor