Beatriz Galindo, la Latina, la española más sabia del siglo XV
Esta ilustre humanista salmantina fue una de las mujeres más cultas de su tiempo, condición que le permitió situarse al lado de la reina Isabel I de Castilla como una de sus más eficaces consejeras y amigas. Tuvo como discípulas también a sus cuatro hijas, todas ellas monarcas: Juana, reina de Castilla; Catalina, reina de Inglaterra, e Isabel y María, reinas ambas de Portugal

Beatriz Galindo 'la Latina', profesora y asesora de reinas
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Se salvó de ser ingresada en un convento de clausura gracias a la facilidad que tuvo de aprender latín y griego, lo que hizo que destacara por su lúcida inteligencia, algo que la permitió entrar en las aulas de la célebre universidad salmantina, un lugar donde impartían clases magistrales intelectuales como Antonio de Nebrija, autor de la primera gramática castellana. Con 16 años ya gozaba de prestigio suficiente para ser reconocida como una consumada especialista en textos clásicos. Su fama llegó a oídos de la reina Isabel I y solicitó que la joven se trasladase a la corte con el propósito de formar parte de un selecto grupo de damas sabias.
Y doña Beatriz se convirtió así en La Latina, la institutriz de las infantas Juana, María, Isabel y Catalina, además de una de las consejeras más cercanas a la reina. Tal fue su prestigio, que en diciembre de 1491 se casó, a instancias de los Reyes Católicos, con el ilustre capitán de artillería Francisco Ramírez de Madrid, que había enviudado recientemente con cinco hijos a su cargo. Y recibieron una espléndida dote de 500.000 maravedíes. A su lado, Beatriz compartió casi 10 años de felicidad en los que vinieron al mundo dos hijos: Fernán y Nuflo.
Su marido falleció en 1501 combatiendo a los musulmanes rebeldes de Las Alpujarras y Beatriz, en su viudez, permaneció al servicio de Isabel I hasta la muerte de la soberana, acontecida en noviembre de 1504 y dedicándose entonces a obras de caridad. Promovió la fundación de instituciones benéficas como el Hospital de Pobres en Madrid o conventos concepcionistas de franciscanas y jerónimas, sin perder de vista los acontecimientos políticos y sociales del país, en los que se implicó dada su popularidad, su buen juicio y sus amplios conocimientos. Acudió solícita al llamamiento del joven rey Carlos I, cuando le pidió el mismo asesoramiento que en su día había dado a su abuela.
Ha quedado poco del legado literario de La Latina, tan solo se reduce a un par de cartas en latín, algunos versos, su testamento y una monografía sobre Aristóteles. Falleció en Madrid con casi 70 años y con el reconocimiento de la época que la acogió. Hoy en día uno de los barrios más castizos de Madrid (al igual que una calle o un teatro) lleva su popular y recordado sobrenombre.