El científico pacifista español que empezó fabricando bombas
Llevó mucho más lejos la Teoría de la evolución de Charles Darwin sitiando la proteína en el inicio. Pero antes pudo ser artista y conoció a Picasso

El viaje de ida | Faustino Cordón, el científico republicano que se convirtió en el Darwin español
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
Las biografías suelen tener siempre unos anclajes, unas fijaciones y unas conexiones. El caso de Faustino Cordón está claro. Son su abuelo materno Baldomero Bonet, un prestigioso catedrático bioquímico catalán afincado en Madrid, y su padre Antonio Cordón, hijo de unos hacendados extremeños de Fregenal de la Sierra, es el primero que tiene carrera universitaria en la familia, es abogado, y posee una gran biblioteca.
El abuelo milita en el krausismo, que es una corriente que niega que la religión se imponga al conocimiento científico. El padre, en plena revolución agraria y paros en el campo español, tiene un trato ejemplar con los jornaleros a los que termina entregando la propiedad de las tierras poco antes del estallido de la guerra. Un empresario adinerado con ideas de izquierda.
Los dos marcan la educación de Baldomero siguiendo las pautas de la Institución libre de Enseñanza. El padre manda a Faustino Cordón a Madrid para que estudie y esté cerca del abuelo científico. La primaria la hace en el Colegio del Pilar y a los quince años, en 1924, entra en la Residencia de Estudiantes, en los años de mayor esplendor del centro.
La idea era que tuviese una proyección científica, pero nos cuenta su hija Elena Cordón que "en la residencia encuentra un ambiente más propicio al arte, y se aficiona mucho a ir al Museo del Prado con el profesor y pintor José Moreno Villa". A partir de ese momento empieza a dibujar, hace alguna exposición, gustan sus dibujos y decide optar por el arte.
Del arte al comunismo
Pasa unos tiempos pintando en la finca familiar de El Prior, en las dehesas extremeñas de Fregenal y pide apoyo a su padre. A Antonio Cordón no le hace mucha gracia que su hijo no sea científico como su suegro, pero acepta lo que libremente ha elegido y le paga una estancia en París que en ese momento de finales de los años veinte es la cuna del arte. Allí conoce a Picasso, dicen que se presentó en su casa, y le trata muy bien y le abre puertas. Pero poco antes de tener su primera exposición tiene un encuentro con el arquitecto venezolano Aurelio Fortoul, que tras varias discusiones políticas le convence para que se afilie al Partido Comunista Francés.
Elvira De Miguel, coautora de Faustino Cordón, el biólogo insumiso, cuenta que "eran los años del ascenso de los fascismos y del crack del 29 y Faustino cree que no son tiempos para el arte y que hay que colaborar con la sociedad de otra manera". Vuelve a Madrid, no quiere ser una carga para su familia y decide que va a estudiar una carrera más útil. Si idea era Química, pero su padre le convence para que estudie Farmacia porque tiene también mucha química y se asegura un negocio para el futuro. Vuelve a El Prior y se saca la carrera en dos años por libre, pero cuando está preparando oposiciones, estalla la Guerra Civil.
Faustino Cordón en julio de 1936 no se lo piensa y se alista al Quinto Regimiento de Madrid. Cuentan Elvira De Miguel y Elena Cordón que en la primera reunión al mando del miliciano Vittorio Vidali este pregunta si hay algún experto en explosivos o químico. Nadie responde hasta que Faustino da un paso al frente y dice que es farmacéutico. Se lo tomaron a risa, pero cuando dijo que podría hacer bombas, fabricar gases y envenenar aguas es nombrado jefe de Armamento.
Dos hermanos muertos en un mes
A la vez que pasa esto en Madrid, los padres de Faustino se vienen de Fregenal a la capital pensando que la contienda será corta y a favor de la República. En el pueblo solo se queda su hermano Antonio, que tenía novia, estudiaba Medicina y no estaba nada politizado. Pero fue el que pagó la militancia familiar. La derecha terrateniente no perdonó que el patriarca de los Cordón entregara las tierras a los jornaleros: cuando las tropas franquistas entraron a la zona, detuvieron a Antonio y obligaron a sus compañeros y amigos de instituto a fusilarlo.
Tras esta tragedia familiar, Faustino Cordón decide traer a Madrid a los hermanos y hermanas pequeñas. Se los lleva, por seguridad, al chalet del barrio de Salamanca donde tenía montado el laboratorio de explosivos. Pero un sabotaje de agentes franquistas provoca una detonación que acaba con la vida de su hermano de diez años, sus dos mejores amigos y hiere a sus hermanas. Él pierde un ojo. Fue muy duro perder a sus dos hermanos pequeños en menos de un mes.
Al final de la guerra los casadistas se hacen con Madrid, persiguen a los comunistas y Faustino Cordón toma el rumbo de Alicante buscando a su hermano Baldomero, que también era miliciano. Termina en el puerto de Alicante, donde miles de milicianos esperaban unos barcos que nunca llegaron. Como todos ellos, es detenido y llevado al campo de concentración de Los Almendros y luego al Castillo de San Fernando, para terminar en las Cárceles de Alicante primero y luego en Elche con su hermano Baldomero y su mejor amigo Ignacio Bolívar. Los 15 meses que pasa prisionero los dedica a leer, a traducir y a aprender inglés. Cuenta Elena Cordón que para él, "en la cárcel estaba la élite de España, los mejores, la gente más digna y respetuosa".
De la cárcel a la ciencia
Su madre mueve hilos para sacar a sus hijos de la cárcel, lo consigue y Faustino Cordón termina en Barcelona. No era bueno para él volver a Madrid tan pronto. Y en la capital catalana recibe la mejor noticia, su amigo Ignacio Bolívar le informa de una plaza libre en el Laboratorio Zeltia creados por los hermanos Fernández López en Porriño. Cuando llega descubre, nos apunta el historiador gallego Ricardo Gurriarán, "que allí están muchos de los científicos represaliados del franquismo".
La ciencia universitaria y oficial había quedado en manos del Opus Dei y las empresas privadas aprovechan el capital republicano para sus investigaciones. Su jefe en Porriño, además, es el prestigioso Fernando Calvet, que lo sitúa en el punto de partida de lo que sería su obsesión: su teoría de la evolución humana.
A partir de entonces tendría dos obsesiones: la ciencia y su familia. Se casa con el amor de su vida, María Vergara, tiene cuatro hijas y va de laboratorio en laboratorio sin dejar de investigar y divulgar el darwinismo. Descubre que la proteína está en el principio de la vida y empieza a publicar su Tratado de biología evolucionista, que tendría tres tomos: el primero centrado en las proteínas, el segundo en las células y el tercero en los animales. Solo pudo publicar los dos primeros.
Una isla republicana en pleno franquismo
Tras su paso por varios laboratorios, creó al final de su vida la Fundación para la Investigación sobre Biología Evolucionista (FIBE). Con él trabajó el neurocientífico y neuropatólogo Alberto Rábano, que lo conocía desde niño. Recuerda que "lo más importante de Faustino Cordón eran las preguntas esenciales de la ciencia y sus notas, cada vez que se le ocurría una idea, la apuntaba y seguir su trabajo era seguir sus escritos". Destaca que era muy afable trabajar con él y que su relación iba más allá de la investigación. También le apasionaba la literatura.
Su familia fue como una isla republicana en el franquismo. Sus hijas fueron al colegio Estudio, que siguió profesando los principios de la Institución Libre de Enseñanza. Su mujer trabajaba como él, algo no habitual en aquellos años, y en casa no se escuchaba la radio ni se veía la televisión, solo se conversaba. No por estar contra los medios de comunicación, sino porque no quería que entraran en casa el franquismo a través de las ondas.
Elvira de Miguel destaca de Faustino Cordón su humanismo y pacifismo. Su teoría científica le llevó a creer firmemente en la cooperación, en que el futuro no debía pasar por competir sino por cooperar. También creía que la tarea de las personas en el mundo era luchar por la paz y el desarme. Un mensaje que hoy vendría bien a muchos.
Su hija Elena Cordón acaba con una anécdota: cuando lo llamaron el 23 de febrero de 1981 a su laboratorio para decirle que se había producido un golpe de estado, contestó con firmeza: "Que no me molesten, por esto yo no voy a dejar de trabajar". Un genio.

Pepe Rubio
Redactor guionista de Hoy por Hoy. Llevo a antena las secciones "Desmontando mitos" , "Viaje de ida"...