Resucitando a Hannah Arendt
Margarethe von Trotta estrena el biopic sobre la gran filósofa alemana
Hay días que merece la pena ser periodista. Y hoy es uno de ellos. Hablar con una directora como Margarethe von Trotta de una pensadora tan ilustre como Hannah Arendt es simplemente un lujo.
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Recién levantada y con cansancio acumulado (viene de promocionar la película en Francia y EEUU y tiene más de 70), Margarethe Von Trotta le da un sorbo al primer café de la mañana antes de empezar a hablar. Está en Madrid para presentar 'Hannah Arendt' y para participar en el 15º Festival de Cine Alemán que se celebra estos días en la capital. Risueña a la par que tranquila, von Trotta es una mujer que impone, una mujer hecha a sí misma que rebosa experiencia, conocimiento y sabiduría. Lo mismo que la protagonista de su última película.
No le gusta que le pongan la etiqueta de directora feminista, pero lo cierto es que su cine reivindica casi siempre figuras femeninas. En 1986, presentó en Cannes 'Rosa Luxemburgo' por la que Barbara Sukowa (su actriz fetiche y con la que repite en esta película) se llevó el premio a la mejor actriz. Ahora le toca el turno a una de las pensadoras más influyentes del siglo XX cuyo pensamiento sobre la banalidad del mal conmovió al mundo. Hannah Arendt, que huyó de la Alemania nazi, fue también periodista. De hecho, cubrió para 'The New Yorker' el juicio de Adolf Eichmann, el nazi que organizó el genocidio de los judíos.
La película ha tenido una buena acogida en Europa, principalmente en Francia y Alemania. Quizá porque el pensamiento de Arendt está más vivo que nunca. Dice von Trotte que lo que más le gusta de ella es su independencia intelectual.: "Solía repetir siempre la misma frase: 'Hay que pensar sin agarrarse a nada, pensar sin barandillas". Si Hannah Arendt levantase la cabeza, sigue la directora, seguramente no estaría nada contenta con Angela Merkel: "Al igual que sufrió con el Holocausto, lo haría también con el totalitarismo económico alemán".
Von Trotta no se plantea la dirección de actores como un ejercicio de fidelidad gestual, como una simbiosis. A Spielberg sí le obsesionaba que Daniel Day-Lewis actuase y gesticulase exactamente igual que el presidente Lincoln. A Von Trotta solo le preocupaba la pronunciación de Barbara Sukowa: "Tuvo que escuchar muchos de sus discursos en inglés porque Hannah tenía un acento muy feo y marcado, con muchos restos del alemán, y Barbara vive en Nueva York desde hace 20 años".
El mundo está lleno de contradicciones y hay cosas que no siempre se entienden como, por ejemplo, que la locomotora económica de Europa (con talento y dinero para parar un tren) no tenga una industria cinematográfica lo suficientemente potente. Alemania exporta coches, tecnología, salchichas y ópera. El cine sigue siendo su asignatura pendiente, a pesar de que en los años 70 vivió una época dorada con cineastas como Fassbinder o la propia von Trotta. "El cine alemán no será nunca como el francés. Para los alemanes siempre ha sido más importante el teatro, la ópera o el arte. Y mira que se intenta darle más importancia con subvenciones, pero no termina de cuajar. Yo creo que el principal problema es la televisión. En Alemania no se puede hacer una película sin el dinero de las televisiones y éstas solo piensan en la audiencia, no quieren películas atrevidas. Los cineastas alemanes estamos encarcelados en la prisión de la televisión". Le da el último sorbo al café, que ya se le ha quedado frío, y le estrecha con fuerza la mano a la periodista. Simplemente, deliciosa.
La película se estrena el próximo 21 de junio.